III
¡A vivir! ¡A vivir! ¡Cantar! ¡Cantar!
¡Sobre las crines soltar
las riendas, que en los cercados
está abril y hay que cantar!
“Cuando vino, lo esperaba;
cuando llegó, entre los ríos
—entre mis brazos— estaba.”
¿Y no eran los brazos míos
aquellas altas campanas
que lo llamaban?
¡Venid!
Como los ríos, las mañanas
de hermosura.
Verde nuevo y vieja lid:
la delicia y la premura.
¡Oh tu tropel!
Nube abierta,
cielo alto.
¿No despierta
todo? A los umbrales
está llegando. ¿No sientes
ya labios en tus brocales
y las fuentes
manar hondas,
correr lentas?
¿No las tientas
con tu temblor?
¿Y las ondas
venir lamiendo? ¿El compás
de latido no es
el mismo de dentro? ¿Ves
la dulzura, cómo mana
y la espina florecida,
y quedarse la mañana
entre tus manos vencida?