XI
Por aquel resplandor de aquella frente
que tienes de ternura rodeada,
y donde encuentran juntos su posada
la luz serena y el candor ardiente;
por el temblor aquel de aquella fuente[47]
en donde bebe siempre mi mirada
y que tiene mi sed acostumbrada
al agua de tus ojos transparente;
por la gacela en ti, por la paloma,
por la dulzura en ti, por la aspereza,
por la miel y la sal, porque te amo,
¡oh paz donde la paz halla su loma
y la extensión encuentra su belleza
y silencio esta voz con que te llamo!