VI
Cada vez que te alejas, más firme te recojo.
¡Cómo vedan los sueños libertad que no sea
la del ensueño mismo! Tú piensas que te pierdes,
mas sólo son tus miembros; tus sueños van quedando
morosamente asidos, como humo sin viento,
al cielo donde encuentran su existencia ordenada.
Yo los siento venir y anidar aquí dentro.
¡Qué enjambre el corazón, y qué rumor de sueños
pertinaz a su puerta! ¡Qué claro enjambre mío
que da rumor al mundo y a los labios las justas
palabras y dulzuras para sentir las horas
pasar tan blandamente e irse de puntillas!
¡Oh altísima morada, la de este amor en donde
has concentrado vegas de sentimiento, y ríos
que hacen de la ternura sus orillas perennes!