Londres, julio 1857
INMENSO es el eco del episodio de Sapri. «Para nosotros que preferimos el martirio al éxito, John Brown es más grande que Washington, como Pisacane es más grande que Garibaldi», ha escrito Víctor Hugo. Incluso el Times rinde homenaje al revolucionario asesinado: «Para nosotros, ingleses, es cuando menos asombroso ver energía, coraje indomable y firme tenacidad de propósitos basados en sueños en los que cuesta imaginar que alguien crea en serio». Jamás el sueño, jamás como en este momento en que todo parece desmoronarse, jamás ha sido tan vivo, exaltante, popular, venerado. Cavour se apresuró a negar su participación. La prensa reaccionaria lanza espumarajos de rabia. El clerical Armonía brama: «Pisacane […] Italia, la libertad, el progreso son palabrería. La guerra es contra lo mío y lo tuyo, contra las desigualdades sociales que dejan en el mundo ricos y pobres, amos y siervos, súbditos y rey. Se pretende un cambio total, es decir, la destrucción de los ricos y los patronos». No pueden hacer cumplido mejor a la memoria de los mártires de Sanza. La Italia unida está en boca de todos. Los Borbones son señalados en el mundo entero como verdugos. Cavour está en dificultades. El partido de los radicales recupera aliento. La prensa inglesa publica extractos de las obras de Pisacane: «Y si nuestro sacrificio no le aporta bien alguno a Italia, siempre será una gloria encontrar gente que voluntariamente se inmola por su futuro…». He aquí un ejemplo de derrota que se troca, de manera inesperada, en triunfo. Pero de todo esto, ¿qué le importa a la Bruja? Las noticias desde Italia son aún inciertas, llegan veladas por la censura. Nadie sabe cuántos muertos ha costado la expedición. Nadie sabe cuál ha sido el destino de Tierra.
Lorenzo y lady Violet activan sus canales de información. Lady Violet martiriza a los periodistas amigos que han acudido a Italia a verificar los hechos en persona; se apela, para que se haga la luz, a la tradición de independencia de la prensa británica; se despierta el eterno odio de Palmerston hacia los gobiernos reaccionarios; cuando se sabe que sesenta presos esperan juicio en la cárcel de Salerno, redacta una petición para obligar a que intervenga la corte, recomendando clemencia. Lorenzo cubre de despachos a Vittorelli. No estaba informado de la misión. No se sabía nada de ellos en Turín, donde con tanta tranquilidad se dejaban arrebatar ante sus narices un barco del Estado. Os lo tomáis demasiado a pecho, responde Vittorelli, cínico. Lorenzo insiste, astuto: decidme los detalles que conocéis, servirán para sembrar la discordia y el desconcierto entre los radicales exiliados. Vittorelli se sincera, o finge hacerlo. Comienzan poco a poco a fluir particulares espeluznantes sobre la matanza. Pisacane y sus leales, rodeados por una horda de soldados regulares y «voluntarios», es decir, salteadores y bandidos—sin excluir a algunos de los forzados liberados en Ponza por el generoso barón—, Pisacane y los suyos deponen las armas y piden ser procesados de acuerdo con la ley. Los asaltantes hacen oídos sordos. A Pisacane le abren la cabeza de un sablazo mientras busca refugio en un foso. Decidme los supervivientes, apremia Lorenzo. Vittorelli de la Morgière telegrafía una lista de los patriotas que esperan la sentencia en prisión. Lorenzo puede correr hasta la Bruja y decirle que su hombre está vivo. Procesado por sedición y banda armada, espera la sentencia en la cárcel de Favignana.
—Quiero ir con él—dice la Bruja.
Lady Violet se ofrece a organizar el viaje. Propone formar una delegación, implicando a miembros del Gobierno inglés u otras personalidades de prestigio, y llevar personalmente la petición de gracia al rey de Nápoles. Pero la Bruja quiere ir con su hombre. Quiere acudir de inmediato.
Lorenzo frena los ánimos. Es peligroso para una mujer sola abordar un viaje a las Dos Sicilias, sobre todo si se trata de la mujer de un insurgente. La arrestarían tan pronto como desembarcara. ¿Y cómo podría ayudar, entonces, a su Tierra? Antes hay que investigar, asegurarse de cómo están las cosas. Se puede escribir a Tierra: Michele Liberato, que tiene sólidos contactos con Sicilia, se ocupará de la entrega de la carta. Que Tierra sepa que estáis cerca de él, pero que sea él quien decida si la Bruja debe emprender un viaje tan arriesgado. La Bruja cede. Esperará unos días. Lady Violet y Lorenzo se alejan. Él le coge una mano. Por primera vez, después de tantos años, se siente limpio y digno. Violet le besa en la mejilla, luego, con el espíritu agitado, regresa junto a sus hijos, a su atormentado presente.