87

D'Agosta temía que hubieran cerrado el viejo bar. Hacía años que no lo frecuentaba. De hecho lo conocían pocos de sus colegas de la policía. Los helechos en macetas de macramé garantizaban que ningún poli que se respetase estuviera dispuesto a ser pillado en él. Sin embargo, al meterse en Church Street por la esquina con Vesey haciendo crujir la fina capa de nieve vio con alivio que aún estaba abierto. Los helechos de la ventana parecían, si acaso, más muertos que nunca. Bajó los peldaños y entró.

Laura Hayward ya había llegado. Estaba al fondo, en la misma mesa —menuda coincidencia—, y tenía en la mano una Guinness recién servida, con su espuma. Cuando lo vio acercarse, sonrió.

—Ni siquiera sabía que este sitio tuviera un nombre —dijo mientras D'Agosta se sentaba.

Él asintió con la cabeza.

—Vino Veritas.

—Puede que el dueño sepa de vinos. O que haya estudiado en Harvard. O las dos cosas.

D'Agosta no acabó de entender el comentario, y en lugar de contestar, hizo un gesto al camarero y señaló la cerveza de Hayward.

—Me ha parecido bien quedar aquí —dijo, mientras le ponían delante su Guinness—. A un tiro de piedra de la comisaría central.

Bebió un tragó de su pinta y se apoyó en el respaldo, afectando despreocupación cuando en realidad estaba hecho un manojo de nervios. Se le había ocurrido la idea cuando se dirigía al trabajo por la mañana. Nada de grandes planes esta vez. Nada de preparativos laboriosos. Su intuición le decía que era mejor tomar la vía directa.

—Parece que el despacho del capitán Singleton está que arde… —dijo Laura para provocarlo.

—¿Ah, pero ya ha corrido la voz?

Ella asintió con la cabeza.

—Midge Rawley. La última persona que podías imaginarte. Habiendo sido secretaria confidencial de Glen, y llevar… ¿cuánto, diez años sabiendo hasta lo último que hacía?

—Sí, y creo que siempre había sido leal. Hasta hace poco. Al menos es cuando se hicieron los pagos, según la documentación bancaria.

—Yo he oído que tenía problemas personales. Se había separado de su marido y tenía a su madre en una residencia. Supongo que por eso la eligieron.

—Puede que la chantajeasen. Casi da pena.

—Casi, hasta que te acuerdas de que fue su chivatazo lo que delató el lugar de reunión en Central Park. Y lo que desencadenó un tiroteo con cinco muertos y el secuestro y asesinato de Helen Pendergast. —Laura hizo una pausa—. ¿Se ha destapado algo con la orden de búsqueda?

D'Agosta sacudió la cabeza.

—Esperamos que nos digan algo más los registros de audio y videovigilancia. O la propia Rawley. Ahora mismo los de Asuntos Internos la tienen en las mazmorras. Ya veremos. Igual le da por hablar.

Bebió un poco más de Guinness. Se estaba poniendo cada vez más nervioso, y lo que menos lo ayudaba era hablar de cualquier cosa.

—Bueno, Vinnie, el caso es que lo has hecho bien. Te has marcado un señor triunfo.

—Gracias.

—También puede que le baje un poco los humos a Singleton.

D'Agosta ya lo había pensado. El descubrimiento de un topo en su propio despacho privado pondría a Singleton a la defensiva, como mínimo, lo cual contribuiría indirectamente a apartar los focos de D'Agosta. De todos modos era una lástima; Singleton era buen hombre, qué caramba.

—En realidad el mérito se lo tendría que llevar Pendergast —dijo.

—¿Qué pasa, que te ha llamado de repente y te ha dicho a quién tenías que acusar?

—No del todo. Digamos que me ha puesto en la dirección correcta.

—Bueno, pues entonces el mérito es de tu buen trabajo. No te quites importancia, Vinnie, te has marcado un punto de los buenos. Ponte tú la medalla, y a los otros que los zurzan. —La sonrisa de Laura se hizo más profunda—. ¿Eso quiere decir que tú y el agente Pendergast volvéis a ser amigos?

—Bueno, me ha llamado «querido Vincent», si es que quiere decir algo…

—Ya. O sea, que Pendergast ha vuelto a Nueva York, el Asesino de los Hoteles ya no asesina y a los psicólogos del FBI les parece que se ha ido a otro sitio. Y hoy es Nochebuena. ¡Pero qué bien va todo, santo Dios!

Levantó el vaso.

D'Agosta se tomó otro trago de Guinness. Casi no notaba su sabor. Le costaba estarse quieto. La situación empezaba a ser insoportable. Tenía que encontrar alguna manera de sacar el tema, pero ¿cómo?

De repente se dio cuenta de que Laura había dejado el vaso y lo observaba atentamente. Se miraron un momento sin decirse nada. Después fue ella quien habló.

—Sí —dijo en voz baja.

D'Agosta se quedó perplejo.

—¿Perdón?

Ella le cogió la mano.

—Pero qué tontorrón… Deja que te ayude a no sufrir. Pues claro que quiero casarme contigo.

—¿Qué… cómo…?

D'Agosta se quedó callado. No tenía palabras.

—¿Qué te crees, que soy tan tonta? ¿Para qué ibas a citarme aquí, en el sitio más raro del mundo? Con lo que has insistido en elegir justo este bar… Donde nos conocimos. Hace dos años, ¿te acuerdas? —Laura le apretó la mano y se rió—. «Vino Veritas.» ¡Y tanto! ¿Sabes qué? Que en el fondo eres un blandengue, teniente D'Agosta; un sentimental. Que es una de las cosas, una de las muchas, que me gusta de ti.

D'Agosta bajó la vista. Estaba demasiado emocionado para hablar.

—No me puedo creer que lo supieras. Pero si…

—Bueno, ¿y el anillo dónde está?

D'Agosta balbuceó al tratar de explicar que había sido una idea espontánea, en el último momento, pero Laura lo interrumpió con una risa.

—Es broma, Vinnie. A mí me gusta lo espontáneo. El anillo puede esperar. No pasa nada.

Cogió su mano, avergonzado.

—Gracias.

Ella ladeó la cabeza sin dejar de sonreír.

—Vámonos a otro sitio, pero nuevo, y que esté bien. Esto será muy nostálgico, pero mejor fabricarnos un nuevo recuerdo. Esto hay que celebrarlo. Y no solo porque sea Nochebuena. Tenemos que hacer muchos planes.

Pidió la cuenta con un gesto al camarero.

Dos tumbas
cubierta.xhtml
Khariel.htm
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
PrimeraParte.xhtml
SegundaParte.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Epilogo.xhtml
autor.xhtml