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Fischer dejó la radio y se levantó al ver entrar en su despacho a Alban. Al cuadrarse ante él con la mano tendida se estremeció de orgullo, como siempre. Parecía imposible que Alban solo tuviera quince años, ya que aparentaba veinte o más: un metro noventa de estatura, unas facciones perfectamente dibujadas, unos pómulos marcados, unos ojos brillantes bajo una frente noble, el pelo rubio y corto, unos labios miguelangelescos, unos dientes blancos… La cara de un dios. Pero lo que más impresionaba era su actitud: seguridad pero sin altivez, carisma pero sin ostentación, y virilidad pero sin jactancia. ¡Cómo sería al cumplir los veintiuno!
La diferencia fue que esta vez Fischer experimentó un leve e importuno estorbo.
—¿Quería verme, herr Fischer? —preguntó Alban.
—Sí. Me han dado la noticia de que tu padre se ha escapado tras matar a Berger y a un montón de vigilantes, y parece que acaba de hacer detonar una especie de bomba improvisada que ha abierto un boquete en nuestras defensas.
Mientras hablaba examinó con atención el rostro de Alban por si veía alguna emoción incorrecta, pero no vislumbró ninguna.
—¿Cómo ha sido? —preguntó Alban.
—El cómo no importa, más allá de que ha sido fruto de poner frente a frente con tu padre a un tonto como Berger. Tu padre es un fuera de serie, Alban. Lástima que no esté de nuestro lado. —Ante el silencio del muchacho Fischer añadió—: Y ahora está a punto de desembarcar en la isla una flotilla de soldados brasileños armados.
—Lucharé —dijo enseguida Alban—. Defenderé la…
Fischer lo hizo callar con un pequeño gesto de la mano, acatado de inmediato.
—No es nada que no pueda resolver nuestra brigada especial. De hecho ya lo están resolviendo. Si te he hecho venir es por otra razón. Tengo una misión para ti, una misión especial.
Alban adoptó una actitud atenta, alerta. Eso sí lo tenía: costaba saber lo que sentía de verdad. Claro que esa opacidad formaba parte esencial de su instrucción, pero no dejaba de incomodar a Fischer.
—La prueba beta se ha acabado y ha sido un éxito, pero tengo que reconocer que me ha sorprendido que no quisieras quedarte a presenciar la muerte de tu padre. Eso indica… tal vez no debilidad, pero sí falta de interés por lo… ¿Cómo te lo diría? Los detalles. Que es justamente uno de los valores que hemos tratado de inculcarte, algo que en tu educación hemos querido que supieras valorar. Digo «falta de interés» porque me resisto a pensar que después de habernos esmerado tanto, tu decisión de salir de la sala haya tenido algo que ver con sentimientos digamos que poco viriles. En tu presencia, el tonto de Berger no habría convertido en semejante chapuza su derecho de venganza.
—Pido disculpas. Creía que con tantos soldados, además de Berger, no podía salir nada mal.
—Pues ha salido, y ahora todos los soldados están muertos.
Fischer hizo una pausa para sacar un cigarrillo de la pitillera de plata de su mesa y encenderlo. Alban esperó con respetuosa atención, las manos en la espalda. Al volver a mirarlo Fischer no pudo evitar que lo invadiera un sentimiento casi paternal hacia aquel espléndido joven. Ello hacía aún más intolerable la hipótesis de la debilidad.
—En fin, Alban, que tu última misión es la siguiente: quiero que busques a tu padre y lo mates. Así no quedará ninguna duda en absoluto sobre lo que eres capaz de hacer.
—Sí, señor —dijo Alban sin vacilar.
—Parece que el artefacto explosivo de tu padre ha agujereado el muro defensivo del antiguo sector quinto, junto a los laboratorios de patología, así que sabemos dónde estaba hace pocos minutos. Seguro que su objetivo final será encontrar y rescatar a tu gemelo. Teniendo en cuenta tus facultades especiales, buscar y matar a herr Pendergast no debería ser una misión difícil.
—Estoy preparado. No le fallaré.
—Así me gusta. —Fischer inhaló profundamente y espiró—. En cuanto lo hayas conseguido, infórmame.
Bruscamente penetró en la sala un ruido sordo de disparos, puntuado por otras explosiones de mayor intensidad debidas a granadas y morteros. Fischer vio desconcierto en los ojos de Alban.
—Por eso no te preocupes —dijo—, solo es un grupo de autóctonos insensatos encabezados por un tal coronel Souza. Pronto estarán todos muertos.