Capítulo 65

25 de julio de 2009, 10:10 horas

Menkhoff apareció a los pies de mi cama. Me contemplaba con gravedad.

—Un disparo limpio, la bala te atravesó. Has tenido suerte, Alex.

Asentí y examiné el vendaje que me tapaba el hombro derecho y parte del brazo.

—Sí, puede decirse que sí. Gracias a Dios ese cerdo no tenía demasiada puntería. ¿Cómo está Luisa?

—Bastante bien. Se encuentra una planta más abajo, con la señora Christ; una psicóloga juega ahora con ella. Cuentan con unos juegos maravillosos allá abajo. —Me dirigió una sonrisa torturada—. Ella… Tardará en estar bien del todo. Pero con el tiempo… Bueno…

Guardamos silencio unos instantes.

—Gracias. Si no hubieras reaccionado tan rápidamente… —Tragó—. Has arriesgado tu vida para proteger a Luisa. No lo olvidaré jamás.

Hice un gesto como para restarle importancia a mi acción.

—No fue más que un acto reflejo. Tú me salvaste a mí al disparar. ¿Qué pasará ahora con Lichner?

Menkhoff se encogió de hombros.

—Creo que le alcancé el bazo. Se encuentra en la UCI, pero sobrevivirá y volverá a pasar una larga temporada en prisión.

—Me sorprendió mucho que lograras engañarle con lo de la grabadora.

Menkhoff enarcó una ceja.

—¿Engañarle? ¿Pensabas que le estaba engañando? Llevaba una grabadora digital de última generación oculta en mi bolsillo. Es cierto que la grabación suena como si Lichner hubiese hablado con un pañuelo introducido en la boca, pero puede distinguirse la mayor parte de lo que dijo.

Examiné mi mano derecha, que descansaba sobre la colcha. En el dorso advertí una línea anaranjada. Al parecer me habían aplicado desinfectante de forma bastante generosa.

—¿Y qué sucederá con Nicole?

Inspiró profundamente.

—Se encuentra muy confundida. Recuerda débilmente algunas cosas, otras no. Lichner la ha estado sometiendo a hipnosis durante un período de tiempo muy prolongado, introduciéndole casi a diario sus ideas enfermizas en la cabeza.

—¿Hipnosis?

—Le suministraba ciertos medicamentos para aumentar su vulnerabilidad. Un lavado de cerebro de lo más perverso. Es imposible que ella secuestrara a Luisa en su estado, y dado que el propio Lichner no pudo haberse encontrado en ese momento en las proximidades de la guardería, sólo nos queda Diesch. Éste lo niega todo, por supuesto, pero ya me ocuparé de él más tarde. La declaración de Lichner nos basta por el momento para su prisión preventiva.

Asentí.

—¿Qué sucedió en realidad en el interior de esa cabaña?

—¿En la cabaña? Bueno… —suspiró—. Luisa estaba sentada en una silla en un rincón. Estaba… La habían atado.

Hablar de aquello le requería un importante esfuerzo.

—Nicole estaba sentada junto a una mesa, a unos dos, tres metros de distancia de la niña, y sobre la mesa había un cuchillo. Cuando entré en la cabaña lo cogió. Ella… Se puso de pie de un salto, pero inmediatamente se detuvo. Tuve la impresión de que no sabía muy bien cómo debía actuar a continuación. Miró el cuchillo, luego me miró a mí… Ignoro exactamente qué le había ordenado Lichner bajo hipnosis, pero al parecer también ahí pecó de un exceso de confianza. Supuso que yo dispararía a Nicole inmediatamente si al entrar en la cabaña la veía amenazar a Luisa con un cuchillo.

Dejó transcurrir unos segundos antes de continuar.

—Y probablemente es lo que hubiera hecho.

De nuevo guardó silencio unos instantes, y reflexionó.

—En cualquier caso, no se resistió cuando le quité el cuchillo de las manos. Les expliqué a ambas mi plan y disparé. Después liberé a Luisa. Aunque estaba aterrorizada, notó que Nicole no le causaría ningún daño. Intenté explicarle que era muy posible que delante de la cabaña nos estuviera esperando el hombre que le había hecho todo eso y que por tanto debía obedecerme en todo lo que le ordenara. Y… bueno… el resto pudiste verlo tú mismo.

—¿Y todo esto… es decir… descubriste el plan de Lichner sólo con hablar con la tía de Nicole?

—Bueno, en realidad ella sólo confirmó mis dudas. Siempre tuve dudas, ya lo sabes. No creía a Nicole capaz de asesinar a un niño. Estuve conviviendo con ella mucho tiempo y estaba completamente seguro de que Lichner era el asesino de Juliane. Por eso, pronto resultó evidente para mí que estaba intentando engañarnos. Pero no pude adivinar el juego tan perverso que había ideado.

—Y, exactamente, ¿qué te dijo su tía? Quiero decir, ¿cuánto hay de cierto de lo que pudimos leer en el historial médico de Nicole?

Menkhoff fijó la mirada en la colcha de mi cama.

—Su padrastro abusó de ella sexualmente en un par de ocasiones, eso es cierto. Pero no ha muerto. Acabó en prisión, pues en cuanto la madre de Nicole notó que sucedía algo lo denunció. La madre falleció poco después, debido a un cáncer, y la tía de Nicole se ocupó de la niña. Todos los demás detalles son pura ficción.

—Pero Lichner debía suponer que le preguntaríamos a la tía. No comprendo cómo se ha arriesgado a ello, dado el plan tan cuidadosamente pensado que nos escenificó. Podía haber encontrado otras posibilidades, en las que descubrir el engaño nos hubiera sido más complicado. Incluso lo de la sombra en las fotografías de las niñas… ¿Por qué correr esos riesgos?

—Porque ése es su talón de Aquiles, Alex. Se considera tan inteligente que le causaba una satisfacción perversa colocarnos la solución ante nuestras narices. El maravilloso genio se dedica a jugar con sus estúpidas marionetas. Y se sentía absolutamente seguro de que éstas jamás le descubrirían.

Sacudí la cabeza.

—Sabía que era un hijo de puta, pero le tenía por más inteligente.

—Es muy inteligente, Alex, pero… No podía actuar de otro modo. ¿Sabes? Está dominado por su ser, su esencia.

FIN