Capítulo 61
24 de julio de 2009, 18:29 horas
Me esforcé por caminar lo más silenciosamente posible, utilizando los árboles para ocultarme, convirtiendo mi trayecto en un desordenado avanzar en zigzag. A dos metros de distancia de la parte trasera del vehículo estacionado, en una especie de prolongación imaginaria del frente de la vivienda, un arbusto que crecía salvaje servía de frontera natural entre el claro y el bosque. No me era posible distinguir la parte delantera de la cabaña desde mi posición pero, incluso en el peor de los casos, la puerta de entrada sólo se hallaría a unos pocos metros de distancia de aquel arbusto. Un escondite ideal para los propósitos de Menkhoff.
Me acerqué, manteniéndome ligeramente agachado hasta que alcancé aquella posición, y me arrodillé allí. A través de un hueco entre los arbustos pude distinguir la mayor parte del frontal de la cabaña y, aunque percibía la puerta gastada de madera y la única ventana sólo como finas líneas que interrumpían la raída madera, sería capaz de observar todo lo que se desarrollara justo delante.
Existen poemas y canciones en las que se describe al bosque como un remanso de paz. No es cierto. A mi alrededor no dejaba de oír crujir, chasquear, crepitar y silbar. Como mínimo la mitad de aquellos rumores podían proceder de alguien que pretendiera acercarse. Noté mi pulso en la yugular con tanta intensidad que quedé convencido de que cualquiera que hubiera estado situado a mi lado en aquellos instantes hubiera podido seguir el bombeo de mi corazón en mi cuello. Alguien situado a mi lado… Giré la cabeza rápidamente. Nada, sólo el bosque. Comencé a sudar de nuevo. Cuánto odiaba esa costumbre mía de sudar a cada momento. Resultaba sumamente molesta.
¿Qué estaría haciendo Menkhoff? Si se encontraba en el interior de la cabaña, ¿por qué no se oía nada? ¿Tal vez le estaban aguardando cuando llegó? ¿Le habían golpeado? O peor aún…
No debía seguirle al interior de la cabaña, me lo había ordenado. Bajo ninguna circunstancia, pasara lo que pasara…
Normalmente un operativo conjunto se lleva a cabo justo a la inversa. Cuando se tiene la impresión de que el compañero, o cualquier otro agente, pudiera hallarse en una situación de peligro, se acude de inmediato en su ayuda. Pero este caso era diferente. Al menos, suponiendo que la rocambolesca teoría de Menkhoff se correspondiera con la verdad. ¿Y si así era? ¿Qué alcance tendría aquello, analizando ahora los acontecimientos del pasado? ¿Cómo se resolvería…?
Un ruido mucho más marcado me hizo estremecer. Enderecé la parte superior de mi cuerpo intentando barrer con la mirada todo el perímetro. Ahí estaba Menkhoff. Salía del bosque desde la parte opuesta a la cabaña y avanzaba a paso rápido hacia la puerta. En su mano distinguí con toda claridad el arma reglamentaria.