Capítulo 20
15 de febrero de 1994
—¡Maldita sea! —masculló Menkhoff—. ¿Quién le ha hecho eso?
Nicole Klement guardó silencio, simplemente sacudió la cabeza. La primera lágrima se había visto rápidamente escoltada por otras, que trazaban ahora húmedos surcos en sus mejillas.
Me acerqué a ambos, situándome al lado de Menkhoff. Tal como había temido, el cuello de aquella mujer mostraba idénticas marcas oscuras en el lado izquierdo. Se las cubrió de nuevo con el cuello del jersey y bajó la cabeza. Fui repentinamente consciente de que ambos la observábamos como si estuviésemos en el zoo, ante la jaula de un animal exótico. Volví a mi mesa.
—¿Ha sido… ha sido él? —inquirió Menkhoff con delicadeza.
Ella alzó la cabeza como impulsada por un resorte y torció el gesto de nuevo.
—¡No! —La negativa fue demasiado precipitada como para resultar verosímil—. Me he dado un golpe, he tropezado.
Menkhoff soltó aire ruidosamente y sacudió la cabeza, se acercó una de las sillas que había ante su escritorio y se sentó junto a la mujer.
—Señora Klement, no es la primera vez que veo hematomas como ése y sé a qué se deben. Pero tenemos un problema: nos es imposible actuar y ayudarla si insiste en que se ha golpeado usted misma.
Ella continuó muda.
—¿Desea realmente que esto quede sin castigo?
Ella volvió a bajar la cabeza.
—Me he dado un golpe, es la verdad.
Redujo de tal modo el volumen de su voz que tuve serias dificultades para entender sus palabras. Menkhoff me miró y reconocí en su semblante la ira apenas contenida, así como los importantes esfuerzos que realizaba para que ella no se apercibiera de su agitación.
—Señora Klement, ¿es la primera vez que le ocurre esto? ¿O ya ha sucedido antes?
Decidí formularlo de forma ambigua, evitando palabras más precisas que hicieran referencia al estrangulamiento o los golpes. Ella levantó la cabeza y se volvió despacio hacia mí, girándose por completo en su silla.
—Sí, yo… Ya me he golpeado otras veces. En un par de ocasiones.
—¿Y cuándo…?
—He de irme —me interrumpió, poniéndose en pie de repente—. Sólo he venido para explicarles que sí recuerdo aquel viernes. Y todo sucedió tal como Joa…, tal como el Doctor Lichner les ha indicado. ¿Podría traerme mi chaqueta, por favor?
Menkhoff se puso igualmente en pie.
—Señora Klement, si desea…
Ella se acercó resueltamente al perchero y recogió por sí misma la prenda, limitándose a colgársela del brazo en lugar de enfundársela. Se despidió rápidamente, de espaldas a nosotros, y abandonó el despacho con cierta precipitación. Mantuvimos la mirada fija en la puerta durante unos instantes. Mi parálisis cedió cuando Menkhoff golpeó con el puño fuertemente la mesa, amenazante.
—Voy a meter a ese cabrón en la cárcel, aunque sea lo último que haga —bramó, con su rostro distorsionado por la ira—. Y no me importa cómo lo consiga.
Aproximadamente media hora después de que nos abandonara la señora Klement, sonó el teléfono móvil de Menkhoff. Atendió la llamada, asintió en voz alta en un par de ocasiones, pareció corroborar algo, mostró su conformidad y colgó. Ignoró mi mirada interrogante.
—Voy a salir, quizá tarde un poco en regresar.
—¿No íbamos a comer juntos?
—No, no voy a poder. Vaya usted solo. Aún no sé cuándo regresaré. Es… —Prácticamente había alcanzado ya la puerta cuando, con un suspiro, decidió retroceder—. De acuerdo, se lo diré. Me acaba de llamar Nicole Klement.
Aquello no me sorprendió.
—Parecía un tanto desesperada, dice que quiere hablar, pero sólo conmigo. Posiblemente haya recapacitado y decidido denunciar a ese individuo, reconociendo que la maltrata. Así lo espero. O tal vez sepa algo más acerca del caso y no se haya atrevido a contárnoslo hace un momento. Me ha rogado que no le revele a usted nada de todo esto, ignoro el motivo, pero, en cualquier caso, salgo ahora a encontrarme con ella. Mientras tanto, ¿por qué no revisa de nuevo los informes y la declaración de los testigos, por favor? Vuelva a repasar hasta el más mínimo detalle. Y… si no encuentra nada, comience otra vez desde el principio.
Y tras esas indicaciones, el inspector Bernd Menkhoff abandonó nuestro despacho.