14
Aquella tarde Palmer fue puesto en libertad incondicional. Una declaración, publicada con ese fin por el Ministerio del Interior, añadía gentilmente que una nueva prueba había disipado completamente cualquier duda que pudiera quedar, relacionada con su complicidad en el crimen. (Sólo un marginal periódico se molestó en señalar que la nueva prueba no había hecho nada semejante, y que podía haber sido una hábil maniobra por parte de Palmer para probar una coartada; y, de todos modos, a nadie le importó.)
Esa misma noche, el secretario del Interior se inclinaba ante la tormenta y renunciaba. En una breve declaración en la Cámara, el primer ministro, que en privado había aprobado enteramente la firmeza de su colega, administró un último y público puntapié a sus posaderas en retirada.
Cuando le contaron las novedades, Todhunter no demostró emoción.
—Lo tiene bien merecido —fue el juicio que pronunció—. Ese hombre era un maldito estúpido.