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Todhunter estaba sumamente enfadado.
Se había excedido en la maniobra, y lo sabía. El Ministerio del Interior era astuto. No quería ahorcarle en absoluto. De hecho, el Ministerio del Interior quedaría muy reconocido a Todhunter si quisiera tener la amabilidad de seguir adelante y matarse. Entonces el Ministerio del Interior quedaría en libertad de entendérselas con Vincent Palmer como lo considerara adecuado, sin la desventaja de la ejecución de Todhunter que le ataba las manos.
—¡Malditos sean! —exclamó Todhunter, con pasión contenida, mientras trepaba otra vez al lecho—. ¡Malditos sean! ¡Seré ejecutado!