3
Todhunter regresó a Richmond con el ánimo amargado.
Había pensado que había dejado atrás toda aquella locura; nunca le había gustado realmente la idea: ahora, positivamente la detestaba y le horrorizaba. Pero su conciencia era demasiado fuerte; una vez que le habían mostrado con tanta claridad el medio por el cual podría hacer algún bien al mundo antes de abandonarlo dentro de uno o dos meses, se conciencia no le permitiría incumplir su obligación. Atormentado, y maldiciendo, y sintiéndose desdichado, Todhunter afrentó la necesidad de matar a la señorita Norwood tan pronto como fuera posible.