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Todhunter, sintiéndose ligeramente irreal, tomó un taxi hacia Welbeck Street. Aunque perfectamente capaz de costeárselo, aquélla era la primera vez que tomaba un taxi desde Richmond, donde vivía, hasta el West End, pues era tan cuidadoso en asuntos de dinero como lo era en asuntos de salud. Pero aquella ocasión parecía exigir un taxi.
El especialista cobró sus tres guineas y confirmó el diagnóstico del médico, y también su pronóstico, en los menores detalles.
Vacilante, Todhunter tomó otro taxi. Era un hombre cauto y rara vez adoptaba una decisión sobre algo, sin haber examinado los puntos de vista de por lo menos tres personas más. Ello lo llevó hasta un segundo especialista, que no era concebible estuviera en complicidad con ninguno de los otros dos. Cuando esta tercera opinión demostró estar en completo acuerdo con las anteriores, Todhunter logró convencerse.
Tomó un taxi para volver a Richmond.