Marian dio un respingo cuando el móvil sonó agudo e incómodo a su lado. Incluso antes de despertar sentía como un zarpazo la certeza de que algo horrible había sucedido. Birka había desaparecido. Era Cato Isaksen.

—Ven inmediatamente, Marian. Hemos encontrado ropa de niño en casa de Jonas Tømte.

Se sentó de golpe.

—He tomado un par de copas de vino, Cato —se hizo un silencio.

—¡Vaya mierda! Cuando estamos en plena investigación de un caso, Marian. ¡Prepárate! Iré a buscarte.

—¡No, Cato! —Marian puso los pies en el suelo y descubrió que Juha estaba en la puerta, mirándola.

—¡Levántate! Voy a buscarte ibuprofeno y agua, te prepararé un café. Bébete el agua.

Se tomó el ibuprofeno y bebió lo que le daba.

—¡No voy a ser capaz de hacer esto, Juha!

Juha la miró enfadado y, antes de que pudiera reaccionar, le había dado un guantazo. Le pegó en la mejilla con la mano abierta. El dolor recorrió su cráneo, hasta la coronilla y de vuelta, hasta la garganta. En su interior veía la imagen de la perra, que corría sola por el bosque oscuro.

Cato Isaksen informó de la situación a la central de guardia mientras conducía en dirección a Solveien. Cinco minutos más tarde se detuvo frente a la cancela. Marian estaba en la puerta. La lluvia golpeaba contra el asfalto. Las solapas de su albornoz se habían entreabierto. Podía ver uno de sus pechos. Bajó la ventanilla.

—Marian, ¡vístete, joder! ¡Date prisa! —Tres minutos más tarde estaba en el coche—. Hemos encontrado la ropa de Sebastian en casa de Jonas Tømte.

Cato Isaksen metió la marcha atrás frente al garaje, dio la vuelta y aceleró carretera abajo. Le explicó la situación de forma muy resumida.

—¿Se puede saber qué te pasa? Si no fuera por mí… —Sentía la ira como una opresión sobre el pecho.

Ella no contestó. Bebió un poco de café y se puso el cinturón de seguridad. Se sentía furiosa.

—¡Deja de decir gilipolleces, Cato! ¡Como si me estuvieras haciendo un favor! —Cato Isaksen adelantó a unos cuantos coches que habían aparcado casi en medio de la calle.

—¿Qué crees que va a decir la comisaria? El ciclomotor de Jonas Tømte ha desaparecido. Tenemos que… Dan está en la casa —frenó para tomar una curva—, la abuela de Jonas anda dando vueltas por ahí, es todo una locura.

Marian levantó las manos en un gesto conciliador.

—¡Voy a esforzarme! Pero el niño… tal vez esté muerto —dijo despacio, notando cómo le crecía la lengua en la boca.