Era miércoles 20 de julio. «¡PLANTAN INDICIOS FALSOS EN UN COCHE MILITAR!», el titular ocupaba toda la portada del diario sensacionalista VG. Roy Hansen estaba sentado en el sofá y se balanceaba hacia delante y hacia atrás. El periódico estaba sobre la mesa. ¿Qué era lo que estaba pasando en realidad? La policía había pasado por allí a primerísima hora de la mañana y había tomado muestras de su saliva y de la de los chicos. Una mujer policía morena y amable se ocupó de todo. Luego le había hablado de Dan y Jonas, le contó que eran ellos los que habían plantado esa pista falsa. ¡Maldito Dan! ¡Ya podría su padre ocuparse de él! Ahora se había refugiado en su habitación para hibernar. Rita decía que debían dejarle en paz. Por suerte los periódicos no mencionaban a Dan. Le estarían protegiendo, tal vez fuera porque era tan joven. Y había perdido a su madre. Roy sentía que el llanto escocía en su garganta. Ponía que el hombre del BMW ya no estaba detenido, lo habían soltado la tarde anterior.
Roy Hansen cerró los ojos y recordó cómo solía Vivian perseguir a Kenneth por la habitación. Lo metía en la cama a toda velocidad mientras llevaba a Sebastian sobre la cadera, y pocas veces tocaba un baño rápido. Si los niños se bañaban solía sentarse sobre la tapa del inodoro con las piernas cruzadas y esperaba impaciente. Enviaba sms con el móvil mientras los chicos se salpicaban. Le hablaban sin que ella contestara. ¡Ahora estaba muerta! Abrió los ojos y contempló fijamente la oscura pantalla del televisor. Rita se había marchado a su casa para recoger algo de ropa. De camino había dejado a los niños en la guardería. Vivian era Vivian, pero la había amado. Luchaba contra la sensación de estar atrapado e indefenso en una red de vergüenza y engaños. Ella, ¿en qué andaba metida realmente? Hay algo llamado reputación, algo con lo que todos tendrían que seguir viviendo, él, Rita, los niños y su madre. Y Dan. ¡Pero ahora empezaba un nuevo día!
Cato Isaksen estaba sentado frente al escritorio de su despacho. Irmelin Quist apareció repentinamente en la puerta.
—Te traeré un poco de café —dijo.
—Gracias —contestó él bostezando. La ventana estaba surcada por una fina red de gotas de lluvia. Estaban otra vez de vuelta con Arne Colin Andersen. Tenía que ser él. Roger Høibakk entró en la habitación.
—He leído la declaración de Dan Glenne Andersen. Este caso no va nada bien. Creo que puede haberse producido una sucesión de casualidades que ha desencadenado sentimientos oscuros en alguien. Sentimientos peligrosos que dejan un margen muy escaso. Vivian Glenne ha vivido mucho tiempo al borde de un precipicio. Primero llegó la carta de Arne Colin Andersen en la que le exigía dinero y amenazaba con un juicio. Luego sufrió la persecución hasta su casa de su amante clandestino. Y se enemistó con Frank y con Birgit. Arne Colin Andersen afirma que estuvo en una reunión de Alcohólicos Anónimos y que luego salió a pescar, pero podría haber cogido el tren a Oslo y luego haberse encontrado con Vivian a la entrada del bosque. Podría haber agarrado la pala de Willmann, haberla usado y vuelto a dejarla otra vez. Al fin y al cabo tiene antecedentes. Bjone es un tipo asqueroso y Frank Willmann oculta algo, pero ¿qué?
Cato Isaksen le hizo callar con un gesto.
—No empecemos a analizar los rasgos básicos de la naturaleza humana. Solo vale presentar sospechas concretas, y gracias —Irmelin Quist llegó con el café.
—Seguro que ha habido otros hombres, pero ¿quiénes son?