Dan salió sin hacer ruido por la cancela abierta del jardín. La tía Rita seguía en la cocina con los investigadores. Desde el jardín pudo ver cómo dos policías de uniforme conducían a Frank hacia un coche patrulla. Un dolor agudo atravesó su estómago. Frank parecía desproporcionado y fuera de lugar cuando le empujaron hacia el asiento trasero del coche. Dan cruzó la carretera y se refugió en la parada de autobús. Era como estar escondido en un decorado. Alguien había grafiteado letras en rojo, negro y blanco sobre la pared azul. Después de un rato se acercó despacio al pequeño grupo de curiosos y se colocó detrás de ellos. Varios eran vecinos que le conocían, pero no se fijaron en él. La vista no alcanzaba hasta el lugar de los hechos. Allí se afanaban cinco policías y, junto a los columpios, había una ambulancia. Cintas rojas y blancas se extendían entre los árboles al principio del bosquecillo. El lugar del bosque pesaba en su interior. Oía la voz de su madre en su cabeza, las voces eran como pegatinas en su mente y permanecían para siempre. Deseaba que ella no se hubiera enfadado tanto con Jonas ayer. Eso sería lo que recordaría; el momento en el que Jonas bajaba la escalera corriendo y arrancaba el ciclomotor, y el sentimiento desagradable que le invadió después. Se dio la vuelta para marcharse. Eran casi las diez. Iba a empezar a trabajar. La acera se ondulaba delante de él. Deberías hacer a sus hijos la prueba del ADN. La voz de su tía se transformó en un mar oscuro en su cabeza. Maldita, maldita tía Rita. Colin era su padre.
Cato Isaksen estaba junto a la patrulla en la que iba Frank Willmann. Marian le miraba.
—Willmann ha borrado el sms de Vivian Glenne. Aquí está su móvil.
Rita Glenne seguía la escena desde el otro lado de la calle, de pie en la escalera.
Cato Isaksen cogió la bolsa y se pasó la mano por el rostro.
—Roger, comprobaremos los datos con la empresa de telefonía —gritó—. Llévate los móviles y dáselos a los técnicos —Roger Høibakk cruzaba la carretera—. Debemos repartirnos las tareas y ponernos a trabajar. ¿Te pones en contacto con el fiscal, Marian? Hay riesgo de destrucción de pruebas. Los técnicos deben registrar la casa de Willmann inmediatamente, que al menos se lleven todos los equipos informáticos y móviles.
—Me pondré en contacto con el fiscal y pediré una orden de registro —dijo Marian—. También solicitaré la presencia de un experto en medicina legal que pueda reconocerle en cuanto llegue a la comisaría. Willmann dice que vio las noticias con su mujer a las 21:00, y que luego solo estuvo en su caseta, pero puede perfectamente haber ido al bosquecillo. Probablemente deberíamos ir a esa escuela de jardinería de Lier lo antes posible. Willmann también vio el BMW ayer, y sigue manteniendo contacto con el exmarido de Glenne.
Cato Isaksen entrecerró los ojos.
—Tendremos que hacer las cosas una a una, Marian. Rita Glenne no para de hablar, ocúpate un poco de ella. Roger ha vuelto a comprobar los datos con la central de taxis. Roy Hansen trabajó hasta las cuatro y media la noche pasada, tal y como afirma. Por cierto que Rita Glenne dice que deberíamos hacerles a sus hijos la prueba del ADN. Parece que Dan se ha ido a trabajar sin avisar de que se marchaba. Su tía dice que trabaja en la gasolinera de Shell. Está claro que no debería estar trabajando ahora. Iré a buscarle y de paso hablaré con la mujer de Willmann en la tintorería.