Juha tenía la taladradora en la mano. Marian se quitó los zapatos, que aún estaban empapados. A su vuelta de Finnemarka anduvo descalza por la oficina.
—Genial que encontraras esas cartas, Juha —soltó a Birka en el jardín y fue a sentarse a la cocina. Eran casi las once de la noche. Juha entró tras ella.
—¿Quién es ese Colin, Marian?
—Ha estado en tratamiento por drogas y alcoholismo. A decir verdad, es sospechoso. Pero no lo localizamos. No tenemos ni idea de dónde está. Estamos trabajando para juntar las piezas. El puzle está poco claro, aunque parezca sencillo. Ya tenemos a un sospechosos detenido.
Juha dejó la taladradora sobre la mesa.
—Me gustaría que cogieras la bici y vigilaras la casa de color verde claro, Juha. Esta misma noche. Te voy a dar la dirección. Si Dan sale esta noche, me avisas inmediatamente.
Juha bostezó.
—No, Marian. Déjalo ya. Pareces cansada.
—Estoy cansada, joder. He tenido un par de semanas de vacaciones que pasaron en un suspiro, cogeré otras dos semanas en agosto y tengo que hacer algo, ir a alguna parte. Ahora mismo la reforma de la casa y el trabajo me atacan los nervios.
Juha la miró muy serio.
—Trabajar con la muerte es duro.
Recibió un sms de Cato Isaksen. Rita Glenne me ha enviado este mensaje: La ceremonia será este martes a las 15:00 h en la capilla de Lambertseter. Marian se sintió repentinamente mal, recordó de pronto algo que había dicho un poeta, no sabía quién, solo la frase: Los entierros llegan cada vez más seguidos, como las señales de la carretera cuando nos acercamos a una ciudad. Con la llegada de la muerte nos vemos lanzados a una habitación negra. Solo a un reducido círculo de los más cercanos les importa realmente. Algunos mostraban empatía, pero la gente podía irse a casa después, liberarse del malestar y comer sin dolor de estómago, dormir sin problemas y levantarse para ir al trabajo al día siguiente. Se puso de pie.
—Hay algo raro en este caso, algo peligroso. Tengo algunos flashbacks de mi infancia. La playa, el hombre que se ocupaba de mí, mis padres adoptivos. He leído sobre la amnesia, sobre la posibilidad de ser capaz de recordar cosas que nunca has olvidado, y tampoco vivido.
—La memoria no siempre refleja una realidad objetiva, Marian. Se pueden reprimir recuerdos auténticos y crear otros falsos.
—Es sábado. ¿Te importaría ir a buscar la botella de ginebra que está debajo del asiento delantero de mi coche?
—Bebes demasiado.
—Tú también, Juha —era un mal ejemplo para él—, mañana no beberé nada —afirmó mirando hacia las puertas marrones de los muebles de cocina de diseño funcional, sintiendo que la vergüenza era una desagradable molestia—. ¡Haz lo que te digo! —Le alcanzó las llaves.