Capítulo 57
Fellows abrió de golpe el maletín de cuero y sacó una bolsa de plástico. Necesitaba preparar la aguja y necesitaba hacerlo rápido. Había aparcado al otro lado de la calle y podía ver que Lena y aquel horrible hombre avanzaban por el callejón lateral.
—Es un detective —le dijo su amigo—. Es su compañero.
Fellows miró a Finn, que iba sentado en el asiento del copiloto.
—Me importa una mierda quién sea. Cállate, tengo prisa.
—Te han encontrado. Saben quién eres.
—Creo haberte pedido que te calles.
Finn se calló y se encogió de hombros. A continuación, Fellows rasgó la bolsa de plástico, seleccionó un vial marrón y abrió una jeringuilla nueva. Llevaba más de cinco años usando esteroides. Su favorito era el Ganabol, cuyo componente era la boldenona, junto a una dosis de Sustanon 250. El Sustanon 250 venía en jeringuillas preparadas así que no tema que comprar tantas agujas.
Puso dos mililitros de Ganabol de la jeringuilla, el equivalente a una dosis de cien miligramos. Luego se bajó los pantalones en busca de un punto del muslo donde pincharse.
—Te pasas tanto tiempo hablando de pureza —dijo Finn—. Ni siquiera comes lo que cocinas en el laboratorio. La comida sana conduce a un cuerpo sano. Así que, ¿por qué te haces esto?
—Tú no estarías aquí si no lo hiciera —dijo mientras apretaba los dientes.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
Tras pincharse con la aguja y apretar el émbolo, Fellows observó cómo la dosis sintética de testosterona entraba en su cuerpo. Cuando vació la jeringuilla, la tiró y fue a coger el Sustanon 250.
—Te está saliendo un absceso —dijo Finn—. Mejor que te pinches en la otra pierna.
—Ya lo sé. ¿Por qué te comportas como un perdedor?
—No lo sé, Martin. Creo que te conviene mirar por el retrovisor.
Fellows comprobó el espejo mientras abría la bolsa de plástico con los dientes. Lena y el capullo de su colega estaban sentados en un Crown Vie, dos coches detrás de él. Se encogió de hombros. Encajó la aguja en la jeringuilla y se pinchó en el muslo. Un momento después, notó que la furia iba amainando. Su cuerpo quedó sumido en una tranquilidad que solo ese chute podía proporcionarle. No era como estar colocado, simplemente se sentía bien. A gusto, con las pilas cargadas y preparado para actuar.
Se abrochó los pantalones, puso el contacto y arrancó el coche. Despacio, suavemente, el trabajo estaba justo a la vuelta de la esquina.
—¿Adónde te crees que vas? —preguntó Finn.
—Vuelvo al trabajo.
—¿Estás loco?
Fellows se quedó callado.
Finn meneó la cabeza en desaprobación.
—Nos están siguiendo, Martin. Tienen tu número de matrícula, saben tu nombre y uno de ellos tiene un teléfono. En cuanto consigan una muestra de sangre, cotejarán el ADN y estás muerto. Si tú estás muerto, yo estoy muerto. ¿No lo ves? ¿Qué te ocurre?
Fellows miró al retrovisor y vio que el compañero de Lena hablaba a gritos por el móvil. Notó cómo volvía la ira, una ira que no tenía que haber llegado hasta al cabo de una media hora, pero que estaba ya presente. Por un instante, pensó en pisar a fondo el freno, arrastrarlos a la acera y arrancarles hasta la última gota de aliento con sus propias manos.
—Están armados —dijo Finn—. Tienen un revólver.
Fellows torció la boca y miró hacia el asiento del copiloto donde estaba su amigo, el que siempre le leía el pensamiento.
—Entonces, ¡dime qué demonios hago! —le gritó.
—Deja que conduzca, Martin. Ya me encargo yo.
Comprobó el espejo mientras pensaba qué hacer. Por extraño que pareciese, el Crown Vic estaba aminorando la marcha. Cuando llegó a un cruce, dio media vuelta y desapareció.
—Ahora mismo no están interesados en atraparte —dijo Finn—. Solo les interesa el ADN y encontrar a Harriet. Van hacia tu casa.
Fellows se estremeció mientras su mundo parecía derrumbarse delante de él. Le habían encontrado. Sabían que era él. Comprobó de nuevo el retrovisor. Dos hombres que no conocía de nada le seguían en otro Crown Vic.
—No vas a poder enfrentarte solo a lo que se te va a echar encima —le dijo Finn.
—¿Quieres conducir? —preguntó Fellows.
Finn asintió.
—No hace falta que pares. Suelta el volante, Martin. Ya me encargo yo a partir de ahora.