Capítulo 27
La moqueta estaba raída y las paredes mugrientas, necesitadas de una mano de pintura. Mientras avanzaban por el pasillo, escucharon una risa de telecomedia proveniente de la televisión del apartamento de Avis Payton. Novak tocó el timbre. Como no contestaron probó a tocar con los nudillos. Tras unos instantes, notaron que había alguien detrás de la mirilla.
—¿Quién es?
—Es la policía, señorita Payton —dijo Novak—. Nos gustaría poder hablar un momento con usted.
—¿Me enseña su placa?
Novak levantó la placa hasta la mirilla. Después de unos momentos oyeron abrirse el cerrojo de seguridad. La puerta se abrió y pudieron ver a Avis Payton vestida con un chándal.
—¿Cómo han conseguido entrar en el edificio?
—Porque en ese momento salía una persona —contestó Lena.
—Están de suerte —dijo Payton—. Pero aténganse a las consecuencias. Estoy en casa de casualidad, solo porque tengo la tripa revuelta y me encuentro mal.
Sin preguntarles qué querían, la joven se alejó de la puerta y se acercó al sofá donde tenía una manta. Lena siguió a Novak hacia el interior. Se fijó en el balcón y las vistas del puerto deportivo, más allá del carril bici, que tenía aquel segundo piso.
Payton apagó el televisor con el mando a distancia.
—Disculpen. Ni siquiera les he preguntado qué es lo que quieren. Estoy un poco ida. Tengo una especie de gripe. Tomen asiento. Si tengo que salir corriendo al cuarto de baño, ya les avisaré.
Habían comprobado la identidad de Payton antes de ir a su casa. Lena sabía su edad y que no tenía antecedentes. Parecía inocente, y por su forma de hablar, una persona educada. Tenía el pelo teñido de un extraño tono rojizo metálico tirando a granate. Era menuda sin ser aniñada. A pesar de las ojeras, su cara irradiaba un cierto brillo. Sin embargo, a Lena le extraño su naturalidad. La mayoría de la gente se sentía incómoda cuando la policía aparecía en su casa. Avis Payton, en cambio, parecía aliviada.
¿Por qué?
Lena echó una ojeada al apartamento. Tenía una sola habitación, era pequeño y escasamente amueblado, aunque estaba limpio. Lena se giró cuando vio a Novak comprobar la llamada que en ese momento le entraba en el busca.
—Es Barrera —dijo—. Tengo que contestar.
La puerta corredera del balcón tenía un pestillo de seguridad. Novak lo abrió, deslizó la puerta y salió al exterior. Lena se giró hacia Payton mientras Novak se disponía a llamar.
—¿Ha estado mucho tiempo de baja?
—Me puse enferma el fin de semana. Espero encontrarme bien mañana. Soy representante de cuentas en la agencia de publicidad MBC. Trabajamos para periódicos y revistas. Los martes suelen ser días de mucho trabajo, porque tenemos que tenerlo todo listo para los dominicales. Tendré que ir aunque me encuentre mal.
—¿Puedo tutearla?
—Sí, claro.
—¿Tienes novio, Avis?
La mujer se sonrojó y amagó una sonrisa.
—¿Por qué lo pregunta?
Lena no quería contarle la historia. Al menos, no de momento. No hasta que la conociera un poco mejor.
—Solo por curiosidad. Parece que vives sola.
Payton pareció relajarse. Se acurrucó en la manta.
—No he estado con nadie desde que me mudé a California.
—¿Cuánto hace de eso?
—Me da vergüenza decirlo.
—Lo comprendo perfectamente —dijo Lena.
Payton sonrió de nuevo y dijo en voz baja:
—Hace más de un año.
Payton se volvió hacia el balcón. Lena siguió su mirada hasta donde estaba Novak. Contemplaba los barcos amarrados al dique y golpeaba el suelo con el pie mientras alguien le mantenía a la espera. Cuando Payton empezó a removerse en el sofá, Lena pensó que la mujer se estaba cansando de ser amable y decidió continuar por su cuenta.
—Hemos venido porque estamos investigando un crimen que no tiene nada que ver con usted, y en la investigación nos hemos topado con su tarjeta de crédito.
—Así que se trata de eso. Hace ya más de un mes.
La mujer se sonrojó de sorpresa, pero sobre todo de alivio. Lena asintió despacio, desilusionada porque lo que había parecido una buena pista parecía perderse en la nada.
—¿Qué es lo que ocurrió hace un mes?
—Me robaron el bolso. Lo dejé en el coche cuando fui a Correos. No tardé más de un minuto o dos, pero cuando volví ya había desaparecido.
Algo pareció cruzar su mente, porque Payton se levantó y se acercó a una pila de correspondencia que había sobre la mesa de la sala de estar. Mientras la revisaba, a Lena por fin se le ocurrió una explicación al comportamiento de la mujer, y es que Payton estaba siendo extremadamente amable con ellos, más de lo normal.
—¿A qué se dedica tu padre? —preguntó finalmente Lena.
Payton la sonrió y la miró con los ojos muy abiertos.
—Es policía en Salt Lake City, Utah.
Era evidente. Había sido colaboradora desde el primer momento. Se encontraba cómoda alrededor de policías porque había sido criada en casa de uno.
Payton volvió al sofá con un sobre en la mano que acercó a Lena.
—Me sigue llamando. Quiere saber cuándo voy a volver. Ábralo. La cuenta está ya cerrada.
Lena comprobó el remitente del sobre. Era el banco de Payton. Abrió el sobre y leyó el extracto. La cuenta se había cerrado haría unas dos semanas. Figuraba el cargo de diecinueve dólares con noventa y cinco céntimos de Charles Burell Enterprises. Bajo el cargo había una anotación que indicaba que se emitiría en los próximos diez días una nueva tarjeta y un nuevo número de cuenta. Se habían quedado sin pista. Avis Payton no era una sospechosa, sino la víctima de un robo.
—¿Solo había ese cargo?
—Llamé al banco en cuanto me di cuenta de que faltaba la tarjeta. Parece desilusionada. ¿Hay algún problema?
Lena dirigió la mirada al pestillo de seguridad del balcón. Parecía nuevo y se alegraba de que así fuera.
—¿También tenía su carnet de identidad en el bolso? —preguntó.
Payton asintió mientras miraba hacia la terraza, confirmando de esa forma que era consciente de que, quienquiera que le hubiera robado el bolso, conocía dónde vivía. Su voz sonó más apagada.
—Estaré bien. No le he contado nada a mi padre porque me iba a decir que ya me lo había advertido. O haría algo estúpido.
—Le preocupa que vivas aquí.
—Sí. Se le da muy bien preocuparse. Por eso no le he contado nada. Le volvería loco.
—Entonces, ¿nunca lo denunciaste?
Negó con la cabeza.
—Solo tenía quince dólares en el bolso. No merecía la pena.
Aunque la historia de Payton parecía verídica, Lena anotó el número de cuenta para verificarlo con el banco. Dejó el extracto encima de la mesa y miró a Payton mientras pensaba. No creyó necesario contarle quién era el que le había robado la cartera. Había pasado un mes desde el robo. No había sucedido nada de momento, y sus sospechas solo conseguirían aterrorizar a la joven. En cambio, Lena decidió llamar a los de la división del Pacífico para que siguieran el caso. Pondrían coches patrullando el edificio y el vecindario, para tenerlo controlado.
—Tenemos que irnos —dijo Novak.
Lena levantó la mirada. Su compañero había estado observándolas desde la entrada. Tenía el teléfono y la placa de nuevo en el cinto. Por la expresión de su rostro Lena supo que ya había oído suficiente y que tenía prisa por irse.
Lena dejó una tarjeta sobre la mesa y se marcharon. Una vez cerraron la puerta, Novak empezó a correr hacia la escalera que había al fondo del pasillo. Cuando miró hacia atrás sus ojos brillaban de emoción.
—Ya están los resultados del laboratorio —dijo—. Hemos encontrado algo.