ANISU-L-UCHUD
Detengámonos un momento a examinar esa linda historia de amor entre dos jóvenes predestinados para amarse, que parecen realizar la platónica idea de las almas gemelas y cada uno de los cuales representa un aspecto de una misma cosa, dos perfiles de un mismo rostro; la Naturaleza en estado de gracia, de belleza, inocencia y amor.
Anisu-l-Uchud es el compendio de todo el amor en la Naturaleza, y Rosa-en-capullo, el símbolo vivo de la belleza virginal y pura en ese mismo mundo natural y sensible; es lógico que ambos jóvenes se unan, que el amor del mundo se maride con la belleza del mundo, pues así lo piden la ley moral, la estética y la eugenesia misma. De una pareja así, formada por el Adán primero y la primera Eva, en toda su inocencia prístinas, han de nacer sin duda hijos perfectos, iniciadores de una humanidad restaurada en la gracia.
Anisu-l-Uchud y Uardu-fi-l-Akman son tan puros que parecen exentos de pecado original, y sus amores, que empiezan desde el primer momento que se cruzan sus miradas, tienen sin duda un arcano sentido teológico, que subraya el detalle de la manzana, que con ingenua coquetería lanza Rosa-en-capullo a su desde aquel instante único elegido de su corazón, Alma-del-mundo.
Sobre ese argumento de los amores de ambos adolescentes podría Calderón haber construido un auto sacramental o un drama metafísico por el estilo de La vida es sueño.
Como es natural, tales amores tropiezan desde luego con la oposición del padre de la princesa, que juzga indigno a Anisu-l-Uchud, aunque sea hijo de su visir, de ser su yerno, y recluye a su hija en un alcázar fortificado, erigido en la cumbre de inaccesible montaña; Uardu-fi-l-Akman está allí, como la princesa Badur, cautiva, presa sin más compañía que la de sus doncellas y los feroces eunucos que la guardan, y así es todo un símbolo de la belleza pura, y es como una perla en su estuche, una luz en su fanal, una princesa entre cristales, como las que Juan Lorrain describe en sus leyendas.
¿Cómo podrá llegar hasta ese abrupto retiro el cuitado de Anisu-l-Uchud? Desde luego que lo intentará, aunque lo desanimen y tilden de loco, y se lanzará a la empresa sin arma alguna, más bien como un santo asceta que como un caballero.
Así conviene que sea, pues no sería bien que fuese armado y en plan de guerra quien ostenta tan pacífico nombre; Anisu-l-Uchud es el amor universal y ha de triunfar en la empresa por el solo poder amable de su simpatía.
Asi es, en efecto: el amor que irradia el alma afectuosa del joven, incapaz de sentir odio, lo salva de todos los peligros, e incluso de un fiero león que le sale al paso y que, al verlo de cerca, en vez de acometerlo se le postra, manso, a los pies, como un gozquecillo, según las leyendas piadosas nos cuentan hacían las fieras del desierto con los santos eremitas.
Anisu-l-Uchud es justo por naturaleza, y así es natural que subyugue a los leones y conquiste, sin el menor esfuerzo, las simpatías de los mortales; es un imán de amor y todo el que se pone a su alcance se imana también de amor.
Anisu-l-Uchud triunfa de todos los obstáculos gracias a su sola simpatía, llave que le abre todos los corazones; su técnica es la de un dervisch, un místico iluminado, que desdeña todas las cosas del mundo y vive en eterno deliquio amoroso, en pago de lo cual todo se le da de bóbilis: el amor y un reino, además, como añadidura.
Anisu-l-Uchud reúnese al fin con su amada, por obra de incidentes providenciales, en los que no tiene parte directa, aunque es la propia Uardu-fi-l-Akman la que los provoca con un gesto de viril heroísmo que dimana, sin embargo, de su vehemente pasionalidad femenina.
Rosa-en-capullo no se aviene a permanecer presa en aquella torre, lejos de su Alma-del-mundo, y, como Hero en el poema bizantino, se descuelga por una ventana.
Pues al sentir la voz de su amado que, como un pajarillo encelado, canta al pie de su torre, no puede resistir el impulso y se descuelga por una ventana y acude al reclamo de amor cuando, por desdicha, ya Anisu-l-Uchud se vio obligado a huir.
Es el padre de la joven quien, alarmado por su desaparición, manda sus gentes a buscarla y estas se encuentran con Anisu-l-Uchud que, con su doble vista de enamorado, logra dar con la fugitiva, restituyéndola a su padre, que, enternecido y agradecido, accede al fin a ser su suegro y lo nombra su sucesor en el trono.
Unense al fin el hombre que simboliza todo el amor con la mujer que personifica toda la belleza pura del mundo, y sus nupcias revisten un carácter de misterio teológico.