LA TESIS PERSA
El barón Von Hammer-Purgstall defiende su tesis persa tanto más fácilmente cuanto que casi todo lo que pudiera afirmarse sobre el origen hindú de Las mil y una noches es transferible a los persas, cuya literatura y fondo religioso-místico no son sino una adaptación a escala más reducida de las colosales creaciones brahmánicas.
Los antiguos iranios, animados de un sentido helénico de la medida, rebajaron las proporciones gigantescas de los palacios y poemas hindúes a la escala de lo humano, introdujeron orden y claridad en ese caos de grandeza monstruosa y trabajaron, con arte preciosista y menudo, el marfil y el oro de la India.
Los persas son un término medio entre la grandeza desmesurada de la India y la nulidad imaginativa de los semitas. Babilonia fue en su tiempo un gran laboratorio de poesía y de teología mística, como luego lo fue la Alejandría de los Ptolomeos.
En Babilonia vieron los hombres a los ángeles por primera vez. Todas las teogonías y cosmogonías semíticas vienen de allí; el cautiverio de los judíos en Babilonia fue para ellos una escuela de cultura iniciática en que su espíritu aprendió a volar, pese a sus cadenas corporales. Todos los libros bíblicos de esa época, toda esa ardiente espiritualidad que inspira las llameantes visiones de Ezequiel y los plácidos ensueños de Isaías, toda esa sublimidad imponente es la fiebre mística que se respira en Babilonia.
Siglos después, cuando el destierro se convierte en dispersión, es en Babilonia donde los judíos se sientan a recopilar su Talmud, ese libro en que la rigidez del Antiguo Testamento se humaniza y se florece de sonrisas poéticas.
Hay una analogía notable entre Las mil y una noches y el Talmud; en ambos libros hay de todo, verdad y leyenda, recuerdos de raza y visiones universales, y ambos son como arcas en que dos pueblos, en trance de dispersión, encierran sus pergaminos y sus momias.
Los persas están, como los griegos, entre el Oriente y el Occidente; son bellos, inteligentes y soñadores, y a propósito por sus condiciones naturales para desempeñar la alta diplomacia de la cultura. Es un pueblo-fénix que ha resurgido tres veces de sus cenizas, ha hablado tres lenguas, ha escrito en tres alfabetos y cuenta sus días por varios calendarios.
Los persas han tenido tres civilizaciones; han pasado por la escuela helénica y traducido, para darlos a conocer a Occidente, los más grandes libros sánscritos, y, para darlas a conocer al Oriente, las obras más insignes de la cultura griega.
Ellos fueron los traductores del Panchatantra, que en su versión árabe, hecha sobre la persa de Rudegui, dio luego Mokafa a conocer al Oriente y a Europa.
Nada, pues, de extraño que ellos fueran también, con su Hasar Afsanah, los autores originales de este libro de Las mil y una noches, compuesto de esas historias de noche que es notorio nacieron bajo su cielo nocturno. Con todas estas razones inductivas defienden los persianistas su tesis.