8. El invento de Taragorm

A media mañana los cuarteles ya habían sido completamente destruidos, y los supervivientes luchaban en las calles, cerca del centro de la ciudad. Ahora habían sido reforzados con varios miles de guerreros de la orden de la Mantis. Era muy probable que Huon no tuviera todavía una idea clara de lo que estaba sucediendo. Quizá incluso pensara que el ataque lo llevaban a cabo soldados de Asiacomunista disfrazados de granbretanianos. Meliadus sonrió al desembarcar en compañía de Plana Mikosevaar para dirigirse al palacio del Tiempo, flanqueado por una docena de guerreros lobos y buitres.

La sorpresa había sido completa. Sus hombres habían permanecido en las pocas calles abiertas, sin aventurarse por el laberinto de corredores que unían la mayor parte de las torres. A medida que los guerreros enemigos salían de ellas, los hombres de Meliadus los cazaban. Ahora los estaban embotellando, pues había pocas ventanas desde las que pudieran luchar los soldados de Huon. La existencia de ventanas no era una de las grandes características de la arquitectura de Londra, pues los granbretanianos no apreciaban demasiado ni el aire natural ni la luz del día. Las pocas que había tendían a estar situadas en lugares tan altos como para ser casi inútiles para los francotiradores.

Hasta los ornitópteros, que no estaban equipados para luchar en una ciudad como Londra, demostraron no ser más que un peligro pequeño, tal y como se había imaginado Meliadus. El barón se sentía muy contento cuando entró en el palacio del Tiempo y descubrió a Taragorm en una pequeña cámara. —¡Hermano! Nuestros planes marchan bien…, incluso mejor de lo que yo había esperado.

—Así parece —contestó Taragorm dirigiéndole una ligera inclinación de cabeza a Plana, con quien había estado casado en otro tiempo, al igual que el propio Meliadus—.

Mis hurones casi no han tenido nada que hacer hasta el momento. Pero sin duda alguna serán muy útiles para hacer salir a los que permanezcan en los túneles. Tengo la intención de utilizarlos para lanzarlos contra la retaguardia del enemigo en cuanto hayamos localizado sus bolsas principales.

Meliadus asintió con un gesto de aprobación.

—Me habéis enviado un mensaje para que me reuniera aquí con vos. ¿Qué sucede?

—Creo haber descubierto los medios de traer a vuestros amigos del castillo de Brass de regreso a su ambiente natural —murmuró Taragorm con un tono de voz lleno de satisfacción.

Meliadus emitió un profundo gruñido y fue en ese momento cuando Plana se dio cuenta de que estaba expresando un extremo placer ante la noticia. —¡Oh. Taragorm! ¡Por fin son míos esos conejitos!

—No estoy seguro del todo de que mi máquina funcione —le advirtió Taragorm echándose a reír—, pero tengo la sensación de que funcionará bien, ya que está basada en una fórmula que he descubierto en el mismo libro que mencionaba la máquina de cristal de Soryandum. ¿Queréis verlo? —¡Claro que sí! ¡Conducidme hasta ella, hermano, os lo ruego!

—Por aquí.

Taragorm condujo a Meliadus y a Plana a lo largo de dos cortos pasillos llenos con el ruido procedente de los relojes. Llegaron al fin ante una puerta exterior baja que él abrió con una pequeña llave.

—Aquí dentro. —Tomó una antorcha del soporte donde estaba y la empleó para alumbrar la mazmorra que acababa de abrir—. Ahí. Se encuentra más o menos al mismo nivel que la máquina de cristal que hay en el castillo de Brass. Su voz puede atravesar las dimensiones.

—Yo no oigo nada —dijo Meliadus algo desilusionado.

—Eso es porque no hay nada que escuchar… en esta dimensión. Pero os garantizo que produce un buen sonido, en algún otro punto del espacio y del tiempo.

Meliadus avanzó hacia el objeto. Era como la carcasa de un gran reloj de latón, del tamaño de un hombre. El péndulo se balanceaba por debajo, moviendo la palanca de escape que hacía funcionar las manecillas. Tenía muelles y ruedas dentadas y se parecía en todos los aspectos a un enorme reloj ordinario. En la parte de atrás se había montado un brazo extendido a modo de gong. Mientras ellos observaban, las manecillas dieron la media hora y el brazo se movió con lentitud, elevándose, para caer después repentinamente sobre el gong. Pudieron ver cómo vibraba éste, pero no escucharon ni el susurro de un sonido. —¡Increíble! —exclamó Meliadus en voz baja —. Pero ¿cómo funciona?

—Aún tengo que ajustarlo un poco para asegurarme de que opera exactamente en la dimensión correcta del espacio y el tiempo que he logrado localizar con la ayuda de Tozer. Cuando llegue la medianoche, nuestros amigos del castillo de Brass experimentarán algo así como una muy desagradable sorpresa.

Meliadus emitió un suspiro de placer. —¡Oh, noble hermano! ¡Seréis el hombre más rico y honrado de todo el imperio!

La extraña máscara en forma de reloj de Taragorm se inclinó ligeramente, como en reconocimiento de la promesa que le acababa de hacer Meliadus.

—Eso es de lo más conveniente, y os lo agradezco, hermano —murmuró Taragorm—. ¿Estáis seguro de que funcionará?

—Si no funcionara no sería el hombre más rico y honrado de todo el imperio —replicó Taragorm de buen humor—. Pero, sin duda alguna, espero que no os ocupéis de recompensarme de un modo menos agradable.

Meliadus extendió uno de sus brazos sobre los hombros de su cuñado. —¡No habléis de ese modo, hermano! ¡Oh, no habléis así!

El Bastón Rúnico
titlepage.xhtml
Khariel.htm
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
Section0095.xhtml
Section0096.xhtml
Section0097.xhtml
Section0098.xhtml
Section0099.xhtml
Section0100.xhtml
Section0101.xhtml
Section0102.xhtml
Section0103.xhtml
Section0104.xhtml
Section0105.xhtml
Section0106.xhtml
Section0107.xhtml
Section0108.xhtml
Section0109.xhtml
Section0110.xhtml
Section0111.xhtml
Section0112.xhtml
Section0113.xhtml
Section0114.xhtml
Section0115.xhtml
autor.xhtml