Capítulo 42

Olía a azufre y huevos podridos, sus pies estaban mojados, y la cadena era pesada. Tony estaba realmente cansado, y tenía la horrible sensación de que se habían perdido para siempre. Virginia no decía nada tampoco, sólo seguía adelante con una determinación que parecía forzada.

De vez en cuando, ella daba palmadas a un mosquito o alguna otra clase de bicho, y ese era el único sonido en la oscuridad.

Adelante había otra pequeña isla. Medio caminaron, medio nadaron hasta ella, y luego se dejaron caer sobre la superficie musgosa. Deberían haberse levantado y haber andado, pero ninguno de ellos lo hizo.

- Eso es -Tony dijo-. Tenemos que pararnos, sólo durante cinco minutos. Hay madera seca. Podemos hacer un fuego, y todavía nos quedan un par de huevos.

- No debemos comer nada -dijo Virginia.

- Estoy seguro que eso no incluye el alimento que hemos traído con nosotros

Se sentó y sacó una pequeña sartén de la mochila de Virginia. Sacó tres huevos, cascados tras la caída del carro. Virginia se apoyó contra un árbol. Parecía absolutamente derrotada.

- No te dormirás, ¿verdad? -preguntó Tony.

- Estoy hambrienta -dijo Virginia-. No voy a dormirme.

Ella cerró los ojos.

- No comas ninguna de las setas -dijo.

Él miró alrededor. No había reparado en las setas antes.

Estaban por todas partes de la isla. Habí creído que eran musgo cuando subió, pero la sensación viscosa bajo sus dedos había sido de auténticos hongos.

Se estremeció un poco, luego fue hacia la acumulación de madera seca. Le llevó un rato encender un fuego, pero se sintió tan bien que se calentó antes de comenzar a hacer los huevos. Virginia no había dicho nada aún, pero estaría bien una vez que él la alimentara.

El calor del fuego lo calmó. Se estiró de modo que sus pantalones pudieran secarse, y luego cerró los ojos, sólo durante un minuto. Sabía que no debía dormirse, y no lo haría. No realmente. Descansaría sólo durante unos minutos…

***

Le llevó un rato atravesar de este pantanoenloquecedor. ¿Cuándo aprendería Virginia a comprender las señales en los Nueve Reinos? Lobo sacudió la cabeza afectuosamente y se apresuró a seguir avanzando, impaciente por verla otra vez.

Pero cuando llegó cerca de la isla, sólo vio sus pies. El resto de su cuerpo estaba cubierto de enredaderas.

- ¡Virginia! -gritó Lobo.

Escaló hasta su costado, y descubrió que las enredaderas rodeaban el cuello de Virginia, estrangulándola, y ella ni si quiera lo notaba. Tiró de las enredaderas, la liberó, y la abrazó.

Si ella estaba en problemas, su padre también.

Lobo la sacudió para despertarla.

- ¿Dónde está Tony? -exigió-. ¿Dónde está Tony?

Virginia respiró entrecortadamente buscando aire con un sonido horrible, desesperado. No podía hablar. Entonces el Lobo vio las esposas y la cadena atada a su muñeca. La siguió hacia atrás hasta el brazo de Tony.

Tony estaba bajo del agua. Le salían burbujas de la boca. Lobo sacó a Tony del pantano y arrancó las enredaderas de su cara.

Tony tuvo arcadas y escupió un trago enorme de agua.

- ¡Las luces! -gritó-. ¡Todas las luces se han ido!

Lobo arrancó las enredaderas de los ojos de Tony de modo que épudiera ver otra vez. Arrastrandolo más cerca a Virginia. Ella temblaba.

- Oh, Dios mío -dijo Virginia-. Abrázame, abrázame.

Lobo la abrazó muy estrechamente. Ella temblaba con tanta fuerza que él temblaba también. Tony miraba todo con ojos salvajes.

- Morí -dijo Tony-. Me morí allí abajo. Ellos apagaron todas las luces.

Lobo no dijo nada. Logró calmarlos, y les ayudó a quitar las enredaderas restantes. Las enredaderas tenían pequeños retoños en los extremos, que dejaron arañazos en la hermosa piel de Virginia.

Cuando se calmaron, parecieron darse cuenta que él estaba allí. Virginia finalmente le miró a la cara.

- ¿Lobo? -dijo Virginia-. ¿Cómo llegaste hasta aquí?

Él le sonrió.

- Llevo siguiéndote desde hace bastante tiempo.

Ella le devolvió la sonrisa. Lo había echado de menos, estaba mucho más que claro. Él se alegraba de haber venido

No había podido soportar estar solo.

Virginia estaba todavía un poco inestable por su experiencia cercana a la muerte. Había tenido un sueño extraño durante toda la experiencia, algo sobre estar en el palacio, casada, entre toda la gente posible, con su padre.

Le llevó su tiempo sacudírselo de encima. Desde luego no les habló a su padre ni a Lobo acerca de ello.

Lobo. Estaba tan contenta de que estuviera de vuelta. Lo había echado de menos más de lo que podía decir. Y él le había salvado la vida.

Permanecía su lado ahora como si no fuera a dejarla escapar. Vadeó el pantano junto a él, simplemente disfrutando de su compañía.

Delante, vio lo que parecía ser un cementerio de espejos. Espejos antiguos y fragmentos de espejos sobresalían del pantano. Se parecía al pasillo de los espejos de los enanos, sólo que contaminado de alguna manera. Contaminado, muerto y oscuro.

La mayor parte de los espejos estaban negros y cubiertos de lodo. Cuando los tres se acercaron a ellos, oyeron voces incoherentes que emanaban de los espejos. Algunas voces eran severas y ásperas, otras eran astutas y atrayentes. Sólo unas pocas eran suaves y seductoras.

- ¡Mirad! -dijo su padre, señalando por delante de los espejos-. Esa es la casa de la Bruja del Pantano.

En medio del cementerio de espejos, en una isla diminuta, había una choza de madera.

- Ella está dentro -dijo Lobo.

Virginia bizqueó. Él tenía razón. Había una única ventana, y la luz interior iluminaba la sombra de una figura aterradora acurrucada sobre lo que parecía un burbujeante caldero.

- ¿Qué hacemos ahora? -susurró Tony.

- Evita hacer cualquier ruido -dijo el Lobo-. Simplemente nos escabulliremos por delante de ella.

- ¡Quedaros donde estáis u os meteré en mi olla! -anunció una voz.

De repente, la puerta se abrió de ugolpe y una horrible figura gigantesca se destacó contra el interior iluminado.

- Cáspita -dijo Lobo.

Virginia puso una mano sobre brazo de él. Había echado de menos incluso aquella pequeña frase.

Su padre continuó caminando hacia delante, y un momento después, la arrastró con él.

- ¿Tony? -dijo la figura.

Su padre se rió. Cuando Virginia se acercó más, se dio cuenta que no estaban mirando a una mujer en absoluto, sino a un trasgo que estaba horriblemente desfigurado.

- Este es Cara de Arcilla el Trasgo -dijo Tony-. Pasamos algunos momentos difíciles juntos en la prisión.

- ¿Momentos difíciles? -preguntó Virginia-. Estuviste allí sólo una noche.

Cara de Arcilla se adelantó y los contempló. Se quitó una peluca negra mal hecha de soga y cuerda. Estudió detenidamente a Lobo durante un momento, luego sonrió abiertamente.

- Sí -dijo Cara de Arcilla-. Tú eres el Lobo en el bloque E. El que se comió a todos los…

- Sí -dijo Lobo-. Encantado de conocerte, pero debemos seguir nuestro camino.

Cara de Arcilla miró a Virginia y luego le hizo un guiño a su padre.

- Bonita novia.

- No es mi novia -dijo su padre, sonando indignado-. Es mi hija.

- Incluso mejor -dijo Cara de Arcilla. Virginia se estremeció. ¿Mejor para quién? Pero Cara de Arcilla les hizo señas-. Entrad.

Treparon fuera del pantano hacia la isla. Lobo echó un vistazo sobre su hombro como si hubiera oído algo. Cara de Arcilla reparó en las cadenas que unían a Virginia y su padre.

- No estabas encadenado cuando escapaste de la prisión, ¿verdad? -preguntó Cara de Arcilla.

- Oh, no -dijo Tony-. Este es un incidente completamente diferente.

Entraron en la choza y Virginia se encontró preguntándose si era sabio. Era diminuta y la madera estaba podrida, pero el lugar estaba lleno de cosas. Botellas y tarros de pociones. Había un olor nocivo que parecía incorporado al lugar. Las velas negras emitían algo que pasaba por luz, goteando como estalagmitas enormes, manchando el suelo.

Tony recogió un tarro con un murciélago dentro.

- Pensamos que eras la Bruja de Pantano.

- Lleva años muerta -dijo Cara de Arcilla-. Este es un gran lugar para pasar el tiempo cuando estás en la carrera.

Virginia no lo creía. No estaba segura cuanto tiempo podría soportar estar aquí de pie. Lobo estaba tranquilo, justo a su espalda, su cuerpo contra el de ella.

Cara de Arcilla se sentó en la mesa. La comida estaba esparcida por la superficie, y había un enorme cuchillo de carnicero a un lado.

- Poned las manos sobre la mesa -les dijo a Virginia y su padre.

Ellos, de mala gana, pusieron las manos esposadas sobre la mesa. Cara de Arcilla ajustó la cadena, luego la estudió durante un momento.

- Excrementos de troll -dijo él.

De repente agarró el enorme cuchillo de carnicero. Virginia gritó y se agachó, y su padre también. Cara de Arcilla golpeó las cadenas con toda su fuerza, y ellos se separaron.

Él sonrió abiertamente a Virginia, cuyo corazón latía aceleradamente. Por segunda vez esa noche, había creído que iba a morir.

- Así que -dijo su padre, intentando sonar más tranquilo de lo que estaba-. ¿Quién era esta Bruja de Pantano?

- ¿Qué quién era? -preguntó Cara de Arcilla, claramente sorprendido por la pregunta-. Pensaba que todo el mundo lo sabía. ¿Conoces la historia de Blancanieves?

Virginia sonrió.

- De primera mano, en realidad.

Cara de Arcilla la contempló y la sonrisa de Virginia desapareció.

- Bueno -dijo él-. La Bruja de Pantano era la malvada madrastra que trató de matarla. Todo eso “espejito, espejito”, fue ella. Hasta aquí fue hasta donde se arrastró después de que la hicieran bailar con las zapatillas candentes. Pasó el resto de su vida planeando su venganza, pero estaba demasiado débil para llevarla a cabo. Así que encontró alguien que la llevara a cabo por ella.

Virginia tuvo una horrible sensación de que hablaba de su madre.

- ¿Y quién fue esa? -preguntó Virginia.

Cara de Arcilla sonrió abiertamente y empujó una vela negra a través de la mesa.

- La Bruja de Pantano está enterrada en el sótano. ¿Por qué no vas y se lo preguntas?

Hizo una señal con la cabeza hacia una podrida trampilla. Lobo se levantó rápidamente.

- Bueno, ha sido una lección de historia fascinante -dijo Lobo.

Sabía lo que estaba haciendo él, pero también sabía que no podía volverse atrás ahora. Tomó la vela.

- ¿Virginia? -dijo Tony-, ¿para qué quieres ver un cadáver? Creía que teníamos prisa por llegar al castillo.

- Ahí abajo está aquello en pos de lo que voy -dijo Virginia.

- ¿En pos de lo que voy? -dijo Tony-. ¿Qué haces hablando así? Eres de Nueva York.

Virginia se acercó a la trampilla y tiró de ella. El olor a agua estancada, moho y carne podrida se elevó desde las profundidades.

- Mi madre vino aquí -dijo Virginia-. Lo sé.

Nadie dijo nada. Virginia tomó su vela y bajó por los chirriantes escalones en la oscuridad.

Había más espejos aquí abajo, manchados, oxidados y rajados. Estaban callados, sin embargo. En el entarimado de madera podrida había un círculo pintado de negro, y en el centro, medio sumergido entre la vegetación, estaba el ataúd negro.

Cuando Virginia se acercó más, se dio cuenta de que el ataúd estaba parcialmente sepultado en la tierra. Había inscripciones alrededor del círculo. Parecía una mala copia de la tumba de Blancanieves en el hielo.

Sólo que aquí Virginia no veía a una hermosa anciana. Contemplaba un esqueleto podrido.

- ¿Estás perdida, mi niña? -preguntó la Malvada Madrastra.

Cuando Virginia logró apartar la vista, tuvo una visión horrible…

De repente Virginia estaba en Central Park… sólo que éste era ligeramente diferente. Le llevó un momento darse cuenta que era el parque veinte años atrás. Latas con anillas en la parte de arriba habían sido desechadas, y había un monopatín pasado de moda con ruedas de metal tirado a un lado del camino.

Su madre, Christine, entró tambaleante a la vista. Su madre era más joven también, exactamente como Virginia la recordaba, hasta el caro suéter y las uñas largas. Su madre estaba llorando, sollozando tan fuerte que apenas podía coger aliento. Cayó contra un árbol y se deslizó hacia abajo, contemplando sus manos como si éstas pertenecieran a otra persona.

¿Estás perdida? -preguntó una voz. Virginia reconoció la voz. Era la que le había hablado hacia un momento. La Malvada Madrastra.

Christine miró alrededor. Estaba sola. Pero entonces el contorno de una puerta apareció ante ella. Virginia reconoció la forma. Se veía parecía a la que ella y su padre habían traspasado en el parque mucho tiempo atrás.

Una mano nudosa apareció en aquella entrada oscura, con los dedos incrustados por joyas negras. La mano se extendió hacia fuera.

Déjame mostrarte el camino.

Christine contempló la mano con horror y fascinación.

Ven conmigo -dijo la Malvada Madrastra-… y olvidarás tu dolor para siempre.

Virginia, aunque sabía que esto había pasado ya, se encontró deseando que su madre se marchara. Todo lo que tenía que hacer era abandonar el parque y volver al apartamento, a la familia que la amaba.

Christine extendió su mano y agarró la mano nudosa. Virginia sintió la decepción como si estuviera pasando ahora mismo.

La mano tiró de Christine a través del espejo y hasta la choza de madera en medio del pantano. Una mujer mayor estaba de pie ante ella… la Malvada Madrastra en vida. Sonrió cuando vio a Christine, y en aquel momento, Virginia supo que su madre estaba perdida.

- Me estoy muriendo, pero mi trabajo está incompleto -dijo la anciana-. La Casa de Blanca sobrevive. Tú completarás por mí mi trabajo y yo te daré todo mi poder.

Virginia salió del sueño. Estaba mareada y desanimada. Ahora sabía lo que le había pasado a su madre. Eso no hacía las cosas más fáciles. De alguna manera las hacía más difíciles. Su madre había tenido elección, y había decidido venir aquí, a este malvado lugar.

Virginia bajó la mirada. La mano del esqueleto estaba doblada en un puño, claramente sosteniendo algo.

Con dedos temblorosos, Virginia separó hacia atrás los huesos que se despedazaban. Cuando la mano se abrió, Virginia encontró lo que había estado buscando: la peineta de plata enjoyada de su sueño. Los dientes de la peineta todavía parecían mortíferos.

Virginia rasgó una tira de tela de su propia manga y se la envolvió alrededor de la mano antes de recoger la peineta envenenado. Después se lo metió en el bolsillo.

Cuando volvió arriba, oyó la llamada de la seca voz polvorienta detrás de ella.

- No eres nada. Ella te aplastará.

***

Cara de Arcilla resultó ser un anfitrión bastante bueno. Les dio algo de comer y les quitó las esposas. Quería que se quedaran, pero Lobo fue el que dijo que no podían. Virginia no discutió. Sabía que tenían que encontrar al Príncipe Wendell antes de que las cosas se pusieran demasiado feas.

Así que Cara de Arcilla los condujo a los tres a la fina vereda y les dio indicaciones.

- Todo recto trescientos metros, luego girad a la izquierda por las entrañas que se pudren, estaréis fuera. Diez, quince minutos como máximo.

Qué alivio. Había una salida de este lugar. Se lo agradecieron, y se marcharon.

Los primeros trescientos metros fueron difíciles, pero una vez que llegaron a las entrañas que se pudren… cuyo hedor era indescriptible… el terreno se hizo más difícil. Lobo se quedó junto a Virginia. Ella le cogió de la mano cuando abandonaron el pantano y se dirigieron al bosque.

Virginia echó un vistazo a su padre. Él iba unos metros por detrás, tal vez mostrándose sensible, dándoles tiempo para hablar.

Tal vez no. Le había contado lo que había visto en el sótano, y él había parecido muy triste.

- ¿Adónde fuiste después de dejar la Ciudad de los Besos? -preguntó Virginia a Lobo.

- Oh, me marché durante un tiempo para pensar en algunas cosas, luego recogí tu rastro hace unos días.

- ¿Pero cómo? -preguntó Virginia-. Pasamos por la montaña.

- Virginia -dijo Lobo-, podría seguir tu fragancia a través del tiempo mismo.

Eso era poesía. Nadie le había hablado así antes, y probablemente nadie volvería a hacerlo. Le miró. Estaba tan guapo, tan serio. Y pensar que casi había tirado por la borda todo esto.

- Tú, pareces… diferente -dijo ella.

- Los dos somos diferentes -dijo Lobo.

Tenía que decirle lo que sentía. ¿No era eso lo qué Blancanieves había dicho? Tenía que tomar el control de su vida.

- No quise ahuyentarte. Fue sólo que todo era demasiado, estaba pasando demasiado rápido. Me gustas. Realmente me gustas mucho.

Habían dejado de andar.

- Y nunca quise hacerte daño -dijo Virginia. Le tocó la cara. Él se apoyó en su mano-. Creo que te amo -dijo ella.