Capítulo 36

Virginia no estaba segura de cómo se las había arreglado Lobo para convencerla de que saliera con él. Estaba horriblemente deprimida. La pérdida del espejo a manos del Cazador significaba que nunca podría volver a casa. Ciertamente no saldría en persecución del Cazador para encontrar el espejo.

Solamente esperaba que eso fuera todo lo que él quería.

Su padre y el Príncipe Wendell estaban sentados en el bar del Hotel Ho Ho Ho, emborrachándose. Al parecer, el barman les había dicho que no había cerveza en el lugar, por eso cuando Virginia bajó las escaleras, los había encontrado tomándose un brebaje rosado espumoso, su padre de un vaso, el Príncipe Wendell de un platito. Estaban hablando con Lobo, quien estaba bien vestido, y con el cabello impecable peinado hacia atrás.

Él era el único que estaba sobrio, y el que parecía nervioso.

Por alguna razón, llevarla a cenar era importante para él. Por eso había aceptado.

Sin embargo, no había esperado el carruaje. Era precioso, lleno hasta arriba de flores y chocolates. En algún lugar cercano, un cuarteto de cuerda ejecutaba una melodía que ella nunca había escuchado.

Lobo la ayudó a instalarse en el asiento del carruaje, después se aferró firmemente el bolsillo. Sus ojos estaban muy abiertos y parecía triste. La agarró fuertemente de la mano mientras el carruaje arrancaba.

- Al restaurante, cochero -dijo Lobo-. Y por favor, que el paseo sea lo más romántico posible.

Virginia sonrió. Cuando se alejaron del hotel, la música permaneció con ellos.

- ¿De dónde proviene la música?

- ¿Te gusta? -A Lobo parecía importarle su opinión y de repente ella se dio cuenta de que él tenía algo que ver con ello. Se asomó a la ventana del carruaje. En el techo, estaba sentado el cuarteto de cuerda, tan cómodamente como si siempre tocasen en la parte superior de un carruaje.

Cuando Virginia se acomodó nuevamente dentro del vehículo, Lobo dijo:

- Es una melodía que he compuesto especialmente para ti. Se llama “Un Tiempo para el Compromiso”.

Virginia le dedicó una mirada divertida. Él tenía una pequeña y cálida sonrisa en la cara. Ella tenía problemas para apartarse, pero lo hizo cuando el carruaje se detuvo con un tirón.

Lobo salió y la ayudó a descender. El cuarteto de cuerda continuaba interpretando mientras la conducía hacia el restaurante.

El restaurante era impresionante. Un millar de velas iluminaban el interior. Las ranas vivas saltaban en los estanques individuales colocados encima de cada mesa. Cuando Virginia pasó al interior, los camareros se abalanzaron hacia ellos, cogiendo sus abrigos y se pusieron en fila para saludarles cuando el maître les conducía hacia una mesa.

- ¿Somos los únicos para comer? -preguntó ella.

- Desde luego eso parece -dijo Lobo.

Cuando Virginia se sentó, aparecieron más músicos. Comenzaron a interpretar la misma melodía. El sumiller les sirvió champagne.

El maître se inclinó en una reverencia, y dijo dirigiéndose a Lobo.

- ¿Les gustaría que les sirviéramos ahora?

- ¿Nos podría traer la carta? -preguntó Virginia.

- Ya he elegido para nosotros, querida -dijo Lobo.

Ella le sonrió, sintiéndose ligeramente confundida. Él le devolvió la sonrisa. Nunca había estaba más apuesto.

***

El bar del Hotel Ho Ho Ho hacía honor a su nombre. Al principio, Tony había pensado que el lugar era chillón, pero estaba empezando a gustarle. El tema de la gruta y los enanos clasificados según el tamaño y pintados de colores vistosos lo hacían más encantador.

O a lo mejor eran los seis vasos de cóctel vacíos alineados sobre la barra. De hecho los podía sentir. El sonido al abrir el tapón no era tan agradable como el de una buena cerveza, pero desde luego era mejor que pensar en la pérdida del espejo.

Se inclinó hacia el Príncipe Wendell, quien se había estado apoyando contra él, lo cual era sorprendente. Tony había creído que su alteza era demasiado esnob para emborracharse.

- Tuve un negocio estupendo -le dijo Tony al Príncipe- pero lo expandí demasiado pronto, y entonces la recesión me golpeó y lo perdí todo: mi negocio, respeto, mi mujer. -Alzó el vaso-. Por Tony Lewis, el fracasado más grande que podrías esperar encontrar en todos los Diez Reinos.

Vació la fea bebida rosada. Sabía como a ron y azúcar refinado. Se le subía a la cabeza.

- No, Anthony, mi fracaso es mucho peor que el tuyo -dijo el Príncipe Wendell-. Ésta ha sido una prueba real de dignidad, y he fallado de forma deprimente.

- No es culpa tuya, es que eres un perro. Le podría ocurrir a cualquier ser humano.

El Príncipe Wendell puso la cabeza entre las patas. Parecía absolutamente desesperado.

- Anthony, estoy empezando a olvidar cosas. Como los nombres de mis padres, y grandes trozos de mi vida. Es como si alguien me la estuviera robando.

Tony le miró alarmado. Esperaba que fuese simplemente la bebida la que hablaba, y no el perro. Wendell era mucho más que un perro.

- Un mensaje para usted, señor. -El barman le dio una nota a Tony, que éste abrió pensando que quizá fuese de Virginia. Ella no debería haber salido esta noche con ese Lobo, pero Tony no estaba de humor para detenerla.

Leyó la nota, entonces se detuvo y la leyó otra vez. El Príncipe Wendell se incorporó intentando verla. Tony se la leyó.

- Coja al perro y átelo al poste que hay en el centro de la plaza del pueblo. Si no lo ha hecho en un plazo de quince minutos, romperé el espejo en cien mil pedazos.

Tony se dio la vuelta. Estaban solos en el bar. ¿Cómo había sabido el Cazador que estaban aquí?

Agarró al barman.

- ¿Dónde está? ¿Quién le dio esto?

- Fue entregada al portero, señor -dijo el barman.

Tony se hundió nuevamente en su silla, lamentando cada una de esas bebidas rosadas espumosas.

- Oh, Wendell -dijo- ¿Qué vamos a hacer ahora?

***

Virginia miró el castillo de puré de patatas que tenía delante. En particular, le gustaban las salchichas que coronaban las torrecillas. Esta comida era demasiado bonita para comérsela, pero se las había ingeniado hasta ahora. Y había estado buena.

No obstante, estuvo más tiempo mirando a Lobo. Era atractivo. El tipo de hombre que era un poquito peligroso. De la clase de la que todos los libros decían que se enamoraba una mujer.

Y la cuidaba. Había planificado esto. Había estado a su disposición desde que habían llegado a través de ese espejo.

- No has tocado el tercer plato -dijo Virginia.

Lobo sonrió calurosamente

- ¿No lo he hecho? -Miró hacia su plato intacto y suspiró-. Eres, sin duda alguna, la chica más divertida de todos los Nueve Reinos.

Ahora fue el turno de Virginia de sonreír.

- Apuesto a que eso se lo dices a todas tus novias.

- Tú eres mi primera novia -dijo Lobo.

- ¿Qué? -Preguntó Virginia, aturdida-. Primera, ¿cómo que la primera?

- Oh, sí -dijo Lobo-. Un lobo se aparea de por vida. ¿Yo soy tu primer novio?

- No, he salido con un montón de chicos.

- Oh -Él parecía absolutamente abatido. Virginia no había esperado eso.

- Pero nada serio -dijo Virginia. En eso era completamente sincera-. No soy muy buena confiando en la gente. Nunca quiero saltar a menos que esté segura de que alguien va a cogerme.

- Yo te cogeré -dijo Lobo-. Y si fallo por cualquier razón, me sentaré junto a tu cama y te cuidaré para que recuperes la salud.

Detrás de ellos la música sonaba románticamente. Las luces se volvieron rosadas. Virginia pensó que ésta era la noche más maravillosa que había tenido. Se inclinó hacia Lobo, y esta vez, cuando estaban a punto de besarse, no se apartó.

Cuando los labios de él se encontraron con suyos, lo sintió de un extremo a otro de su cuerpo. Parecía correcto. Nunca lo habían besado así. No quería que el beso terminara, y no lo hizo durante bastante tiempo.

Finalmente, se separaron. Los ojos de Lobo se abrieron, y se le veía tan aturdido como se sentía ella.

- Cáspita -dijo él.

***

La plaza del pueblo estaba oscura, y Tony aún no mantenía bien el equilibrio. Estaba achispado y eso le hacía sentir incómodo. No era el individuo más competente ni siquiera estando sobrio.

Estaba sólo a algunos pasos de la plaza. Wendell iba a su lado. El Príncipe Wendell, quien acababa de idear un plan ridículo.

- No, no te dejaré hacerlo -dijo Tony al Príncipe- ¿Cómo sabemos que no va a atravesarnos con una flecha a ambos? Podríamos haber caído en una trampa.

- Sólo puedo morir una vez -dijo el Príncipe Wendell-. El sacrificio es el máximo logro del héroe.

- Estás tan borracho como yo -dijo Tony-. No sabes lo que estás diciendo.

La plaza estaba vacía. Tony se detuvo.

- Espera un momento. La plaza. Él tiene que poder ver que te dejo en la plaza, ¿verdad?

- ¿Y? -preguntó el Príncipe.

- Entonces tiene que tener una vista clara de la plaza. Tiene que observar desde…

- Algún lugar elevado -dijo el Príncipe.

- Exacto -dijo Tony.

Ambos miraron hacia arriba. Solo había un edificio alto en todo el pueblo.

- La torre de la casa de subastas -dijo el Príncipe.

Tony asintió con la cabeza. Siguió andando, pero de vez en cuando lanzaba miradas rápidas hacia la torre.

- No mires hacia arriba -dijo Tony-. Es ahí donde tendrá el espejo. No mires hacia arriba. Simplemente finge luchar.

Wendell se volcó en su actuación. Arrastró sus pies de perrito, tiró de la correa que Tony había encontrado, y ladró, unos ladridos y gruñidos de enfado que Tony nunca había visto en ningún otro perro.

Cuando llegaron al poste central, Tony comenzó a atarle. El Príncipe Wendell aún luchaba, pero entre gruñidos dijo:

- Haz un solo nudo flojo. Seré más rápido que él.

- ¿Adónde vas a ir? -Preguntó Tony- ¿Qué pasará si no te vuelvo a ver?

- Lo harás -dijo el Príncipe.

- Buena suerte, Su Alteza -dijo Tony.

Fingió asegurar el nudo y se marchó dando media vuelta. El Príncipe Wendell ladró como si se hubiera quedado allí en contra de su voluntad. Tony intentó no escuchar. En realidad no estaba seguro de que funcionara.

***

Virginia sonrió cuando se terminó el postre. El cisne de merengue relleno de frutas y los sorbetes parecieron complacerla. Al igual que lo hicieron las flores que los camareros habían arreglado durante la comida. Incluso había tarareado mientras la música estaba sonando. Estaba disfrutando, y Lobo pensó que realmente era un logro considerando el día que habían tenido.

- Vaya comida -dijo Virginia-. Y las flores. Todo. Es asombroso.

Lobo tendió su mano. Para su sorpresa, Virginia deslizó los dedos en los suyos. Se sentía atraída por él. Lo supo ahora.

- Virginia -dijo Lobo-, tengo algo muy importante que preguntarte. Muy, muy, muy importante.

En ese momento, los camareros trajeron el pastel. Estaba cubierto de velas y brillantes formando un corazón. Las imágenes glaseadas de él y Virginia no eran tan realistas como él había esperado, pero eran ellos.

Deseó que no les hubiesen interrumpido… esto ya era lo bastante difícil… pero entonces Virginia le miró cariñosamente, y hasta la interrupción valió la pena.

- No puedo creer que esta noche sea real -dijo Virginia-. Esto ha debido costar una absoluta fortuna.

- Nada comparado con lo que tú vales.

- ¿Cómo vamos a pagar todo esto? -Sus ojos perdieron el brillo. Virginia estaba bromeando sólo a medias-. Tendremos que lavar platos durante los próximos diez años.

Lobo tenía que hacerla pasar por alto este momento.

- Está todo pagado, no ocupes tu preciosa cabeza con eso. Ahora, como decía…

El anillo comenzó a saltar en su bolsillo, interrumpiendo sus pensamientos.

- Decídete -dijo el anillo cantarín-. Estoy ansioso.

- ¿Pagado? -preguntó Virginia- ¿Cómo?

- Tengo un regalo para ti -dijo Lobo, ignorando su pregunta-. Un regalo muy especial.

Respiró profundamente y puso la caja encima de la mesa. Ella observó como la abría, pero no sonrió. El anillo produjo un sonido metálico y soltó un halo dorado. Entonces comenzó a cantar.

- La belleza que podría romper un millón de corazones. La belleza que podría…

Virginia cerró de un golpe la caja.

- ¿Cómo has pagado todo esto?

Había prometido no mentirle nunca más. Además, no podía pensar en una mentira que funcionara.

- Uh, oh, sí, gané al Precio Conejo Jack anoche.

- ¿Anoche? Pero me dijiste que habías perdido todo el dinero.

- ¿A sí? -Oh, caray. Esto no estaba yendo como él quería-. Bueno, gané algo.

- Dijiste que lo habías perdido todo.

- Sí, pero mira lo que te he comprado.

- ¡Déjame salir! -gritaba el anillo cantarín- ¡Déjame salir!

- Fuera, cuando me decías cuánto me amabas… ¡eres un mentiroso!

- Lo has echado todo a perder, eres idiota -dijo el anillo.

- ¿Cuánto dinero ganaste?

Lobo no esperaba que se enfadara tanto.

- No me acuerdo.

- Sácame antes de que sea demasiado tarde -dijo el anillo cantarín.

- ¿Cuánto? -Preguntó Virginia.

- Creo que alrededor de diez mil.

- ¡Diez mil! -Gritó Virginia- ¿Podríamos tener el espejo y tú lo gastaste en comida?

- No lo gasté en comida -dijo Lobo-. Lo gasté en ti.

- Podríamos haber vuelto a casa -dijo Virginia-. Podríamos haber ido a casa. ¿Lo entiendes? Yo no encajo aquí. Quiero irme a casa.

- No, por favor, tenemos muchas más sorpresas. Tengo una góndola en la parte de atrás. Y fuegos artificiales y más cosas divertidas.

A Virginia se le saltaron las lágrimas. Lobo nunca había visto a Virginia llorar. No sabía qué hacer.

- A ti no te importo -dijo Virginia-. Sólo te importas tú.

- No, eso no es cierto. -Intentó coger el anillo. Le probaría cuánto le importaba.

Pero Virginia se levantó.

- No quiero verte nunca más.

- ¡No! -Lobo también se levantó. Pero Virginia ya salía corriendo del restaurante-. Por favor no te vayas, Virginia.

Ella dio un portazo tan fuerte, que las llamas de las mil velas oscilaron.

- Eres un perdedor -dijo el anillo- ¿Dónde está mi dedo? ¿Dónde está mi dedo?

Lobo clavó los ojos en la puerta cerrada, en el asiento vacío de Virginia, y en el anillo.

- Te odio. Te odio -dijo el anillo.

- ¿Por qué fui soy tan estúpido como para pensar que a una chica como ella le podría gustar un animal como yo? -Se hundió en la silla y empezó a aullar. No había aullado de esa forma desde que era un cachorro y tuvo que abandonar la guarida. Intentó parar y no pudo, así que resolló, después aulló, después resolló otra vez.

Finalmente un camarero se acercó a él.

- ¿Le gustaría… um… ver el carrito de los postres?

- No, gracias -dijo Lobo-. Mi vida se ha acabado.

Se enjugó las lágrimas, se metió el anillo en el bolsillo, y salió andando del restaurante. Su vida realmente se había acabado.

No tenía ni idea de lo que haría.