Capítulo 17

Lobo se aferraba a Virginia y cada momento era una dulce agonía. Su cercana fragancia, su cuerpo tan suave, ella… no podía pensar de esa forma, no aquí. No en la prisión. Pero los zapatos afectaban su juicio también, aunque él no los llevara puestos.

Se habían detenido ante la celda del padre de Virginia. Lobo leyó la pequeña inscripción de arriba mientras Virginia luchaba con la cerradura. Por lo visto, tenía por compañeros a dos personas encantadoras: Acorn el enano y Cara de Arcilla el trasgo. Ambos llevaban en la prisión más tiempo del que Lobo había vivido.

Podía oír el pesado y perruno aliento de Príncipe. Esa criatura olía fatal y deseaba que Virginia lo dejara atrás. Pero ella parecía sentir debilidad por él, por más problemas que eso pudiera causarle a Lobo. Mantuvo su mano en la parte baja de la espalda de ella mientras Virginia finalmente conseguía hacer funcionar la llave.

Empujo la puerta y entró. Entonces se detuvieron tan bruscamente que Lobo tropezó con ella.

La celda estaba vacía.

- ¿Adonde ha ido? -preguntó Virginia.

El cabello oscuro de Virginia era tentador. Entonces Lobo parpadeó. Podía verla, y al perro, parado con la cola entre las patas. Los zapatos habían dejado de funcionar.

- Oh, no -dijo Lobo-. Están exhaustos. Te dije que esto pasaría.

Se sintió mareado. Se puso una mano en la cabeza. Virginia estaba haciendo lo mismo.

Incluso el perro se tambaleó un poco cuando el efecto de los zapatos se desvaneció.

Príncipe miró hacia la pared y ladró. El sonido reverberó en la cabeza de Lobo y le hizo desear aullar. Oh, tendría dolor de cabeza cuando esto terminara.

- Mira -dijo Virginia y apuntó en la dirección en la que Príncipe estaba mirando.

Un cuadro del Príncipe Wendell en su forma humana… lo cual no suponía en opinión de Lobo una mejora… estaba colgando en un extraño ángulo, revelando un agujero más allá. Lobo se acercó a éste, poniendo deliberadamente la mano sobre la cara del Príncipe y empujando el cuadro a un lado.

- Cielos -dijo-, tu padre es un trabajador rápido. Hay que admitirlo.

Entonces se disparó una campana de alarma, añadiéndose al agravamiento en la mente de Lobo. Se puso una mano sobre las orejas mientras en el pasillo empezaba el griterío.

- ¡Fuga de la Prisión! ¡Escape! ¡Prisioneros fugados!

- ¿Alguna idea? -preguntó Lobo a Virginia.

- Al túnel -dijo Virginia.

Se acercaban pasos corriendo en su dirección. Virginia cerró la puerta de la celda. Lobo fue a por los zapatos, pero Virginia los alcanzó primero. Lobo gruñó suavemente y saltó al túnel. Virginia y el príncipe le siguieron, pero se detuvieron lo suficiente para tratar de poner la pintura del Príncipe Wendell de nuevo en su lugar.

- Vamos -susurró Lobo.

Lo hicieron. Lobo se apresuró a través del túnel. El suelo ya estaba aplastado como si un par de personas hubiesen pasado por él. El túnel parecía seguir eternamente, y cuando más profundamente se internaban, más oscuro se volvía.

Príncipe podía oír su propia respiración, y la de los otros, y eso le hizo preguntarse acerca del aire. Había oído que los túneles a veces carecían de oxígeno. No sabía donde había aprendido esto, pero en alguna parte, y eso hizo latir su corazón un poco más rápido.

Entonces el espacio se iluminó tenuemente, como si la luz del sol estuviese llegando a través de la abertura de una puerta. Le llevó un momento darse cuenta de lo que estaba viendo.

- Hay algo gordo bloqueando el túnel -dijo Lobo. Olisqueó. Había algo sobre el olor a suciedad. Un olor ligeramente sudado que era en cierto modo familiar-. ¿Tony eres tú?

- ¿Quién demonios es? -pregunto Tony.

- Soy yo. Lobo. Te di la habichuela de estiércol de dragón mágico, ¿recuerdas?

- Aléjate de mí -dijo Tony.

- ¿Cómo puedo hacer eso? -preguntó Lobo-. Estamos juntos en un túnel.

La campana de alarma parecía más ruidosa que nunca. Detrás de él, Lobo podía sentir a Virginia y al perro.

- Estoy casi afuera pero me he quedado atascado -dijo Tony-. Dame un empujón.

Lobo lo consideró por un momento antes de poner sus manos en el trasero de Tony y empujar lo más fuerte que pudo. No funcionó. Entonces se apoyó en la parte trasera de Tony y afianzándose con los pies, utilizó su cuerpo entero para empujar.

Tony se escurrió a través de la abertura como un pez entre las manos de un pescador principiante. Lobo no pudo agarrase a tiempo y siguió a Tony por el agujero. Polvo y ladrillos cayeron a su alrededor, y aterrizó junto a Tony en la dura tierra.

Virginia y el perro los siguieron un momento después. Tony sonrió cuando vio a su hija, luego se sentó y la abrazó.

Fue un momento tierno. Lobo observaba con algo parecido al orgullo.

- ¡Estás viva! -dijo Tony, riendo-. Estás viva.

- ¡Papá! -Virginia parecía tan feliz de ver a su padre como él de verla a ella. Se abrazaron durante lo que Lobo consideró un momento demasiado largo. Echó una mirada a Príncipe, quien estaba mirando al río. El perro no parecía prestar nunca atención a las cosas correctas.

- ¿Dónde está el espejo? -preguntó Virginia a su padre.

- Está en este barco -dijo Tony-. Podemos ir directo a casa…

Miro al río a la vez que hablaba. Luego su frente se arrugó. Lobo tuvo un mal presentimiento incluso antes de que Tony hablara.

- ¡Lo ha cogido! Ha robado el barco. ¡Mira ahí!

Un único enano estaba sentado en la parte de atrás de un bote pesadamente cargado. Estaba lejos río abajo. Cuando vio a Tony saltar arriba y a abajo en la orilla, lo saludó con la mano.

Tony gimió. Virginia cerró los ojos. Lobo suprimió una sonrisa. Ella se quedaría con él un poco más entonces. No era una tragedia tan grande después de todo.

***

Por un breve momento, Relish el Rey Troll pensó que todo se estaba haciendo a su manera. Dos delicadas huellas en la harina, dos huellas más grandes atrás, habían significado que la bruja había entrado en la prisión justo como había esperado. Pero a partir de ahí todo había ido terriblemente mal.

Estaba sonando la alarma, los guardias gritaban sobre una fuga en la prisión, y Relish tenía una corazonada sobre quien había provocado esa fuga. Quizás sus hijos no fueran tan incompetentes como él había pensado. Quizás esta bruja si tenía más poderes de lo esperado.

Había corrido al costado de la prisión, con su hijo Burly delante de él. Burly gritó:

- ¡Ahí están! -Y Relish los había visto mientras se apresuraba por la colina.

La bruja, el lobo, un hombre al que no había visto antes, y el Príncipe Wendell soltando amarras en un bote grande, casi un barco. Estaban demasiado lejos para su comodidad.

- No dejéis que escapen -ordenó Relish.

Sus hijos se apresuraron pasando junto a él hacia abajo, hacia el remolcador. Relish tuvo que apresurarse para mantenerse al paso. Blabberwort y Bluebell alcanzaron el agua primero, pero no pudieron detenerse apropiadamente y cayeron dentro. Burly falló por poco de aterrizar en el bote. Nadó detrás de éste y se agarró al timón.

- ¡Eres comida para perros! -grito, su voz hizo eco en la costa. Relish se detuvo en el borde del agua, ignorando a sus hijos caídos, con la esperanza de que Burly detuviera el bote.

Burly se aupó hasta la popa. Relish sintió un poco de esperanza.

- ¡Golpéalo! -gritó Lobo.- ¡Tíralo!

El hombre al que Relish no reconocía se alejó de Burly como si tuviera miedo de él. Pero la bruja tomó un pedazo de madera y golpeó a Burly en la cabeza.

Él gritó y se dejo ir, desapareciendo bajo el agua mientras el bote se alejaba. Para cuando Burly emergió de nuevo, el bote estaba demasiado lejos para alcanzarlo.

Relish cruzó los brazos y agitó la cabeza.

- Qué demostración tan patética

***

La luz se filtraba en la habitación de la Reina, revelando años de polvo y telarañas cerca del techo. Había hecho que sus criados limpiaran este cuarto y no estaba tan mal como había estado, pero todavía necesitaba trabajo. El trabajo tendría que esperar, sin embargo, hasta que ella estuviera lista. Su cama estaba limpia, el colchón aireado, y las sábanas recién lavadas. El mobiliario había sido desempolvado, y el suelo relucía. Pero no brillaba tanto como los cinco espejos recién limpiados que la rodeaban.

Se detuvo delante de su espejo favorito. Era verde oscuro, ornamentado, el ribete una masa de garabatos como mil serpientes. Y a diferencia de los demás, no reflejaba nada. Todo lo que mostraba era una oscuridad profunda.

- ¿Espejo? -dijo-. Despierta de tu sueño.

Durante largo rato nada sucedió. Luego hubo un ruido como raspado de papel de lija. El espejo burbujeó muy ligeramente, y detrás de la oscuridad algo comenzó a brillar. Entonces la superficie se movió, haciéndose líquida.

La Reina sonrió. El poder era fuerte aún ahora. Cuando pareció listo ella dijo:

- Convoca a Relish el Rey Troll.

***

Uno por uno los hijos de Relish treparon fuera del río. Estaban empapados, y todos se sacudían como perros.

- ¡Como os atrevéis a llamaros mis hijos! -gritó Relish-. Sois los más… ahhhhhhhhhhh.

Un dolor cegador atravesó su cabeza. Algo estaba allí con él. Una orden. Más que una orden. Una obligación. Una voz profunda e inquietante. Cerró los ojos, intentando luchar contra ello, pero eso sólo hizo empeorar el dolor.

- ¿Estás bien, Papá? -preguntó Blabberwort.

- ¿Qué sucede? -preguntó Bluebell.

- Espejo -dijo Relish-. Encuentra un espejo.

Sacar las palabras hizo que el dolor cediera un poco. Pero sus hijos lo miraban como si estuviera loco. Siguió sujetándose la cabeza con las manos, y vagó lejos de la prisión, bajando por el camino hacia Beantown.

El dolor hacía que le lloraran los ojos y se tambaleó hacia adelante durante lo que pareció mucho tiempo. Después de un rato se dio cuenta de que mascullaba:

- Espejo. Encuentra un espejo.

Sus hijos lo seguían, haciendo preguntas estúpidas. ¿Qué más podía esperar? ¿Apoyo?

- ¿Estás bien, Papá? -preguntó Burly.

Intentó responder, pero todo lo que le salió fue:

- Espejo. Espejo.

Estaban en Beantown ahora. Reconoció la ciudad a través de una neblina de dolor. La gente se apartaba de su camino como si no hubieran visto un troll antes. Probablemente no un troll bajo un hechizo.

Se tambaleó hasta que vio la tienda de un sastre. Ellos tendrían un espejo. Empujó la puerta y gritó:

- Todos fuera. Ahora.

Un enano y un sastre salieron corriendo. Relish no vio a nadie más en el pequeño espacio. Pero había un espejo. Cerró la puerta para que sus hijos no entraran y fue hacia el espejo.

Su superficie ondeó y finalmente reveló a la Reina. Estaba de pie en el dormitorio del palacio, con las manos cogidas ante ella.

- Muchas gracias por unirte a mí -dijo la Reina.

Su dolor de cabeza y la obligación desaparecieron, dejando sólo un leve indicio de vergüenza.

- No me vuelvas a hacer eso -dijo Relish-. O te mataré.

Un nuevo dolor se disparó por su cara, y su nariz explotó como si hubiera sido golpeado. Se llevó dedo hasta ésta. Estaba sangrando.

- ¿Y bien? -preguntó la Reina.

Se limpió la nariz con el reverso de la mano. Ella pagaría por esto. Sólo que fue lo bastante listo como para no decirlo en voz alta esta vez.

- ¿Y bien qué?

- ¿Me han conseguido tus hijos al perro?

Su vergüenza creció, pero su furia también. Ella no tenía ningún derecho a darle órdenes.

- No exactamente -dijo.

- Me sorprendes, Su Majestad -dijo la Reina-. ¿Cómo escapó de tu diminuto alcance?

- ¡No me hables así! -gritó Relish.

- Debe ser atrapado -dijo la Reina-. Envía a tus hijos tras él. ¿Y qué haces todavía en el reino de Wendell? Vuelve a tu palacio y espera futuras órdenes.

- Yo no acepto órdenes de t…

Pero ella había desaparecido ya. Todo lo que el espejo le mostraba era su propio rostro furioso, salpicado de sangre.