CASTILLO DEL PRÍNCIPE WENDELL, 62 KILÓMETROS.

La que señalaba hacia el bosque decía:

CASTILLO DEL PRÍNCIPE WENDELL, 20 KILÓMETROS.

- Ah, bien -dijo Virginia-. Un atajo. Podemos alcanzarlos.

Echó a andar a través de los árboles, tirando de su padre por las esposas.

- Guau, Virginia -dijo Tony-. ¿Por qué crees que son sesenta y dos kilómetros en un sentido y veinte en el otro?

- Quizás sea una ruta turística -dijo Virginia-. ¿Cómo voy a saberlo?

El suelo era suave bajo ellos.

- ¿No crees que el otro camino quizás rodee algo? -preguntó su padre mientras su bota se hundía en la tierra pantanosa, haciendo un agujero a través de alguna madera podrida.

Virginia se encogió de hombros.

- Esta ruta probablemente no sea apta para carruajes, eso es todo.

Anduvieron durante mucho tiempo. Virginia sentía que estas trece millas debían ser las más largas de todas. El pantano hacía difícil el caminar, y su padre hacía comentarios insidiosos sobre atajos.

Finalmente, llegaron a una zona bañada por una luz verde. Era un pantano. La luz reveló árboles hundidos y agua salada. El olor era fuerte y ligeramente rancio.

Por todas partes se oían extraños ruidos de pájaros y misteriosos gritos. Un temblor recorrió a Virginia cuando oyó un alarido. La tierra pantanosa cedía paso al agua que les llegaba hasta la cintura y Virginia tenía que guiarlos cuidado, buscando pequeñas islas que emergían del pantano como fantasmas.

- ¿Sólo soy yo -preguntó su padre-, o se oye a Pink Floyd?

Se detuvieron. Virginia escuchó. Oía más gritos, pero ninguna música.

- Sólo eres tú -dijo Virginia dijo-. Yo no puedo oír nada.

Miró hacia atrás y vio un par de brillantes ojos verdes encendiéndose y apagándose entre los árboles. Frunció el entrecejo. Quizá se lo había imaginado. Este verdaderamente era un lugar bastante fantasmal.

Siguieron caminando.

- Son los Floyd -dijo su padre-. Es “La cara oculta de la luna”.

Virginia se detuvo para escuchar de nuevo, pero todo lo que oyó fue el aullido de un lobo. Lobo, pensó con anhelo. Lo dijo con tanta serenidad como pudo conseguir

- Es un animal aullando.

- No lo es -dijo Tony-. Es la cuarta canción, cara A. ¡La adoro!

Comenzó a columpiar la cadena entre ellos al ritmo de la música que sólo él oía.

Virginia le conocía demasiado bien para intentar que lo dejara. En vez de eso, miró hacia adelante. Había diminutas luces revoloteando, casi demasiado rápidas como para seguirlas.

- ¿Qué son esas luces?

Su padre miró hacia ellas pero no dijo nada.

Virginia había tenido suficiente. Había sido un error tomar éste camino y lo sabía.

- Mira, no es demasiado tarde para volver atrás.

- Ah, no -dijo su padre-. No voy a volver hasta que no haya escuchado la cara B.

Ella lo miró. Él estaba perdiendo la cabeza. ¿Qué lo estaba causando? Entonces aparecieron luces rodeándolos por todas partes, parpadeando y pasando zumbando en la oscuridad.

De repente tres chicas aparecieron. Estaban sentadas en los árboles que crecían fuera del pantano.

- ¿Quiénes sois? -preguntó Virginia.

- ¿Quién eres tú? -preguntó una de las chicas.

No eran humanas, pero tenían apariencia humana. A Virginia le recordaron a adolescentes, salvo por las orejas puntiagudas y su perfecta piel. Parecían brillar por todas partes. Virginia tuvo la sensación de estar viendo elfos.

- Todos creen que pueden apañárselas en el pantano -dijo la primera chica, tirando en su pendiente. Era una pequeña luz, como los anillos fluorescentes que Virginia había visto en los conciertos.

- Pero todos acaban en manos de la Bruja del Pantano -dijo otra.

- ¿La Bruja del Pantano? -preguntó su padre.

Virginia lo miró. Él sacudió la cabeza ligeramente. Más problemas. Eso era justo lo que necesitaban.

- Hay tres cosas que usted no debéis hacer bajo ninguna circunstancia -dijo la primera chica.

- No bebáis agua.

- No comáis setas -dijo la segunda.

- Y hagáis lo que hagáis -dijo la tercera-, no os durmáis.

- De acuerdo -dijo Tony-. Suficiente. Mostradnos la forma de volver y tomaremos el camino largo.

- Ahora ya es demasiado tarde -dijo la segunda chica-. Estáis condenados.

- Demasiado tarde -dijo la primera-. Condenados. Condenados.

Entonces las chicas desaparecieron. Las luces vibrantes pasaron a Virginia, y de repente ella y su padre estaban solos otra vez.

Ella lo cogió de la mano. El pantano parecía aún más tenebroso que antes.