MÁXIMA SEGURIDAD.

A Tony no le había gustado lo que había sido, aparentemente, la mínima seguridad. Tuvo el presentimiento de que odiaría esto.

Pero el Príncipe Wendell siguió adelante, y Tony sintió que no le quedaba otra opción más que seguirle. Pasaron algunas celdas, luego una puerta con otro letrero en ella, algo acerca de no hablar a los prisioneros y dos guardias en todo momento. No fue capaz de retenerlo todo, pero lo que sí que vio le hizo preguntarse si debía continuar.

El Príncipe Wendell estaba ya a medio camino del pasillo, así que Tony continuó también. Virginia parecía más y más malhumorada a medida que seguían internándose.

Finalmente, alcanzaron una celda abierta, la única en esta ala. El Príncipe Wendell entró. Tony también, pero el aire se volvió más oscuro, y casi se podía sentir una presencia, una presencia desaparecida pero no olvidada.

No era una sensación agradable.

- Mira -dijo el Príncipe Wendell-, hay un tazón de perro aquí abajo. Ese es el perro que tiene mi cuerpo. Es ultrajante.

Tony miró a Virginia. Ella todavía tenía los brazos firmemente apretados, los nudillos blancos.

- ¿Qué hizo ella… esa mujer? -preguntó Virginia.

- Envenenó a mi madre, a mi padre y también intentó matarme -dijo el Príncipe Wendell.

Virginia no respondió a eso. Por lo visto todavía no podía oír al Príncipe cuando hablaba.

- Básicamente -dijo Tony-, envenenó a su madre, a su padre, e intentó matarle también.

El Príncipe Wendell olisqueó el suelo, con la cola caída.

- Creo que los trolls estuvieron aquí. Muy extraño…

Virginia se tambaleó hacia un lado. Tony intentó alcanzarla, pero ella se recuperó apoyando una mano contra la pared.

- ¿Estás bien? -preguntó Tony.

- Me siento rara estando aquí dentro. -Parecía mareada. Él conocía bien esa pinta de su infancia. Hubo una montaña rusa en Isla Coney que siempre provocaba ese aspecto en su cara.

- Virginia, cariño -preguntó Tony, preocupado-. ¿Estás bien?

- No, no. -Se puso derecha e intentó sonreír-. Estaré bien. Sólo necesito salir un minuto.

Entonces salió de la celda. Realmente algo la había hecho perder los papeles. Normalmente era más fuerte que eso. Tony miró por donde se había ido, dividido entre permanecer con Wendell y atender a su hija.

Entonces escuchó un fuerte golpe seguido por un ruido sordo. Un fuerte ruido sordo, como alguien cayendo.

- ¿Virginia? -llamó Tony hacia el pasillo-. ¿Estás bien?

Ella no contestó. Se apresuró a la puerta de la celda, pero cuando iba hacia allá, la puerta se cerró de golpe. Oyó una risa por lo bajo. Sacudió ruidosamente la puerta y miró a través de las barras, pero no vio nada excepto los pies de un guardia dormido.

- ¿Virginia? ¿Virginia?

Ella no contestaba, y era la única que estaba fuera de la celda. Tony sacudió la puerta más fuerte.

- No puedo creerme esto -dijo-. ¿Príncipe?

Miró a su alrededor. El Príncipe Wendell había desaparecido. Estaba solo aquí, en máxima seguridad, ¡sin ninguna forma de salir!

Justo cuando comenzaba a ceder al pánico, el Príncipe Wendell salió de debajo de la litera.

- No tenía miedo. Es sólo que… la gente no debe verme como un perro, Anthony. Es profundamente, profundamente embarazoso.

Oh, genial. La vergüenza antes que el raciocinio.

- No me podría importar menos que seas un perro -dijo Tony. Se volvió a girar hacia la puerta y la sacudió tan fuerte que el sonido daño sus propios oídos-. ¿Virginia? ¿Virginia?

Entonces los pies que veía se movieron. Los guardias se estaban despertando. Le encontrarían aquí, con el perro, justo como la Reina. Empezaba a desear estar todavía en ese coche de policía. La prisión aquí era peor que la de Nueva York. Aquí tenían magia y toda clase de cosas que no podía ni imaginar. Allí sólo tenían… se estremeció, y se apartó de la puerta.

No tenía ni idea de qué hacer.

***

Lobo dio un paso a través del espejo, llevando sus libros en una bolsa que se había colgado al hombro. Había robado la bolsa a un hombre que dormía en un banco. El hombre obviamente no la necesitaba; estaba llena de ropa sucia y comida nauseabunda llamada barras de proteínas que Lobo probó e inmediatamente escupió. Había seguido el olor de Virginia y del perro, cubierto por el olor a trolls, de vuelta aquí.

Ahora ella estaba en su mundo. La vida había mejorado.

Se volvió hacia el espejo y vio el follaje que acababa de dejar. Los hombres de azul se estaban acercando cada vez más. Pronto encontrarían esta cosa y pasarían a través ella, y todo se pondría muy, muy turbio.

Tenía que haber un mecanismo de cierre. Todos los artículos mágicos los tenían de un modo u otro. Lobo usó su mano libre para inspeccionar el lateral del marco del espejo. Y entonces lo vio, un pedazo sobresaliente de marco que tenía que ser el fiador secreto. El perro debía haberlo activado cuando saltó a través de él, o algo por el estilo.

Lobo lo alcanzó y empujó el fiador de vuelta al marco. Se produjo un fuerte zas cuando todo desapareció, y el espejo se apagó.

Lobo saltó hacia atrás ante el sonido, pero entonces se dio cuenta de que estaba mirándose a sí mismo fijamente. Y qué tipo tan guapo era además. No podía entender por qué Virginia le había chillado. Cierto, necesitaba un afeitado, pero aún así. Se frotó la barbilla y luego sonrió abiertamente.

Era el único que sabía el secreto del espejo… y lo mantendría de ese modo.