Capítulo 26

El extremo del cabello de Virginia caía pesadamente a los pies de Tony mientras Lobo desaparecía en el interior de gigantesco árbol. Tony no estaba completamente seguro de como saldrían de aquel lugar. No podían volver a bajar por su cabello. Echó un vistazo al hacha que tenía en las manos. Quizás debería habérsela entregado a Lobo para que se la llevara y pudiera cortar el pelo con ella y así atar los extremos al pilar de la cama o algo así.

Tony frunció el ceño y estimó la altura del árbol. Probablemente no podría lanzar el hacha a tanta altura, y Virginia no apreciaría que alguien más subiera por su pelo. Esperaría a ver si necesitaban su ayuda.

Entonces oyó algo a su espalda. Se dio la vuelta.

Un hombre alto, pálido que llevaba una ballesta caminaba hacia la casa del árbol. Tenía que ser el Cazador.

Tony blasfemó por lo bajo y se escondió detrás del árbol más cercano. Sostuvo el hacha en las manos. Tenía que hacer algo, pero no estaba seguro del qué. Y todos sus planes hasta el momento habían fracasado tristemente.

Así que se mordió el labio inferior y esperó.

***

- Ten cuidado de no tropezar con tu cabello -dijo Lobo.

Virginia tanteaba el camino al bajar la escalera mientras Lobo la ayudaba. Este asunto del cabello se había salido de control. Si al menos tuviera su corte normal de pelo, a estas alturas ya estaría fuera de esta casa del árbol y muy lejos.

Había llegado al primer piso, donde estaban los cadáveres de los animales cuando la puerta se abrió. Era el Cazador que frunció el ceño sorprendido al ver a Lobo. Con un salto, Lobo se colocó delante de Virginia, pero por encima de su hombro, ella pudo ver a su padre corriendo por detrás del Cazador.

Su padre tenía un hacha.

- Quédate atrás, Virginia -gritó Lobo. Por lo visto Lobo había visto a su padre también y estaba intentando desviar la atención.

Pero no funcionó. El Cazador se giró cuando su padre alcanzaba la puerta. Dio una patada a ésta para cerrarla, atrapando a su padre con la mitad del cuerpo en el interior y la otra fuera.

Tony hacía horribles ruidos de gruñidos mientras balanceaba el hacha, pero el Cazador logró agarrarle del brazo. Lobo se interpuso entre ambos, golpeando al Cazador contra una de las mesas. Los cuerpos cayeron por todas partes. Lobo resbaló con la sangre del suelo, pero logró retener su apretón.

Los cuchillos se dispersaron.

Virginia no sabía qué hacer. Si recogía uno de los cuchillos, podría hacer daño a Lobo en lugar de al otro.

El Cazador agarró la garganta de Lobo con una mano y uno de los cuchillos con la otra. Lobo luchó, tirando con fuerza de la muñeca del Cazador.

- ¡Virginia! -gritó Lobo-. ¡Coge el hacha!

Esto terminó con su indecisión. Corrió hacia la puerta, donde su padre se agitaba, y tomó suavemente el hacha de su mano.

- ¡Córtale la cabeza! -gritó Lobo-. Golpéalo en la espalda… algo.

Se produjo un golpeó a su espalda. Se volvió. Lobo luchaba, logrando apartar la mano en la que el Cazador tenía el cuchillo, pero sólo un poco.

Virginia levantó el hacha y luego vaciló. Nunca había matado a un hombre antes. No estaba segura de poder hacerlo.

- ¡Hazlo! -gritó Lobo.

Virginia cerró los ojos y dejó caer el hacha con toda la fuerza que pudo. Oyó un golpe seco y abrió los ojos. Había errado completamente al Cazador y en su lugar había golpeado la mesa, partiéndola por la mitad. Lobo y el Cazador habían caído de espaldas al suelo. El cuchillo estaba lejos de la garganta de Lobo, y el Cazador comenzó a gritar.

Le llevó un momento comprender lo que había sucedido. El Cazador había caído en una de sus trampas de hierro. Ésta se había cerrado sobre una de sus piernas. Había mucha sangre, pero él aún agitaba el cuchillo.

Lobo recogió un tronco y golpeó al Cazador en la cabeza. Éste cayó, inconsciente.

Virginia soltó un suspiro de alivio. Lobo borró el ceño de su frente. Se miraron el uno al otro y ella comprendió que si cualquiera de ellos hubiera actuado un momento después, ahora uno de los dos estaría muerto.

- Abrid esta puerta -gritó Tony-. Estoy completamente aplastado.

Virginia y Lobo se apresuraron en ir a la puerta y forcejeando lograron abrirla. Tony entró tropezando y agarrándose las costillas.

- ¿Qué es este lugar? -preguntó Tony, bajando la mirada hacia el Cazador.

- Es un mal lugar -dijo Lobo-. Vámonos.

Virginia también miraba al Cazador. Estaba pálido, y su pierna sangraba profusamente.

- No podemos abandonarlo en ese estado.

- Tienes razón -dijo Lobo-. Dame el hacha. Yo lo haré.

Lobo agarró el hacha y la levantó sobre su cabeza.

Virginia estaba horrorizada.

- No podemos matarlo.

- Por supuesto que sí -dijo Lobo-. Él nos mataría.

- Esa no es la cuestión. Está indefenso.

- Exactamente es por lo que debemos matarlo. -Lobo comenzó a bajar el hacha.

- Lobo -dijo Virginia-. ¡No!

- Pero vendrá a por nosotros.

- No importa -dijo Virginia-. No lo asesinaremos.

No podía soportarlo. El Cazador no era un hombre inocente, pero ya no podía defenderse. Sabía, que estaba mal por todo lo que le habían enseñado, todo lo que formaba parte de su cultura y su vida, matar a hombre indefenso era algo muy, muy malo.

Después de un momento, Lobo suspiró. Y se apartó del Cazador. Después la miró fijamente. Ella vio algo en su rostro que nunca antes había visto. Un pesar, una inquietud.

- Te arrepentirás de este momento -dijo él.

***

Tony necesitó casi una hora para desenterrar al Príncipe Wendell. El pobre perro no se había movido una pulgada. Tony mantenía la esperanza de que el hechizo desapareciera y que Wendell hablara otra vez con su pequeña voz aristocrática.

Pero Wendell no decía nada.

Tony limpió al perro de oro, asegurándose de quitar toda la suciedad y ramitas de la fría y lisa superficie de Wendell. Después lo acarició en la cabeza.

- Bienvenido de regreso, muchacho -murmuró Tony-. Hora de partir.

En ese instante, oyó algo detrás de él. Se giró rápidamente, aún asustado por ese horrible tipejo del Cazador. Cuando vio a Lobo llevando el hacha, se relajó.

- ¿Cómo fue el corte de pelo? -preguntó Tony.

- Bien -dijo Lobo-, creo que pude haber exagerado un poco el tajo con el hacha.

Virginia lo seguía. Su cabello era muy corto… tal vez más corto… que el de Tony. No había llevado el pelo tan corto en su vida.

Por lo visto, ella vio su horrorizada reacción antes que pudiera esconderla. Se llevó una mano a la cabeza.

- No digas una palabra.

Por lo tanto no lo hizo. Al menos, no a ella.

- ¿Qué le has hecho? -preguntó Tony a Lobo-. Llevaba años dejándose crecer el cabello.

- No, no es así -dijo Lobo-. Aproximadamente la mayor parte creció en el último día y medio.

- Parece un chico -dijo Tony-. Le estás haciendo demasiadas cosas a mi hija. No me gusta eso. Aléjate de ella.

- Ah, no empieces -dijo Virginia a su padre-. ¿Qué sabrás tú?

- Vamos, vamos, andando todos -dijo Lobo-. Sé que todos hemos tenido nuestras diferencias, pero de aquí en adelante quiero que seamos amigos. Ya sabéis lo qué la anciana dijo sobre los tres palos. No puedes romperlos si permanecen juntos. Es hora de que enterremos el hacha de guerra. ¿Qué decís?

Tony contempló a Lobo durante un momento. El tipo estaba demasiado interesado en Virginia. Pero les había ayudado mucho. Excepto en eso de la habichuela de estiércol. Tony se estremeció.

- No sé -dijo-. Supongo que sí.

- Vale -dijo Virginia.

Lobo sostuvo el hacha.

- Y aquí está el hacha. Quiero decir que sé que realmente es un hacha, pero será un acto simbólico.

Se acercó a Tony. Tony retrocedió un pequeño paso. Lobo lo ignoró y colocó el hacha en el agujero donde el Príncipe Wendell había estado.

- Me gustaría decir unas palabras cuando la enterremos. -Lobo cerró los ojos. Después de un momento, Virginia lo hizo también. Tony hizo una mueca y luego hizo lo mismo.

- Queridos animales del bosque que nos cuidáis, protegéis, y os parecéis ante nosotros de muchas maneras -dijo Lobo-. Virginia, Tony, y yo hemos decidido ser los mejores amigos. Y el regalo que Tony me da, a saber, es su bellísima, soñadora, cremosa hija, Virginia…

Los ojos de Tony se abrieron de golpe. Las mejillas de Virginia estaban sonrojadas. Estaba disfrutando de esto.

- Ya estamos -dijo Tony-. Te restas otro tanto otra vez.

Lobo abrió sus ojos también.

- Perdón -no sonaba para nada arrepentido-. Puedes cubrirla de tierra ahora, Tony.

Tony se preguntó por qué le tocaban a él todos los trabajos horribles, pasara lo que pasara en el mundo, él estaba en medio. Pero no se quejó, al menos no en voz alta. Comenzó a cubrir el hacha con hojas y tierra.

- ¿No deberíamos guardarla? -preguntó Virginia.

- Ah, no -dijo Lobo-. Cuando la magia te ha servido, lo mejor es pasarla. De todos modos, ha sido utilizada para matar gente. Podría traernos mala suerte.

Tony se estremeció, pero Virginia no pareció perturbada.

- Ah, sí, mala suerte -dijo ella-. No queremos nada de eso, ¿verdad?

***

Finalmente, una brecha entre los árboles. Lobo sonrió abiertamente. Podía ver la luz del día adelante. Esto había llevado medio día más de lo que había creído que necesitarían.

- Es el final del maldito bosque -dijo Tony, asombrado-. ¿Creía que dijiste que eran mil millas?

- Y así es -dijo Lobo-. Mil millas de largo. Pero no es muy ancho.

Virginia parecía positivamente aturdida. Estaba muy guapa conmocionada. Por supuesto, estaba guapísima todo el tiempo. Siguió a Lobo a través de los árboles y se detuvo.

Delante había un gran valle con tierras de pastoreo. Era hermoso tras la oscuridad del bosque. Lobo deseó estirar los brazos hacia el sol.

Entonces, frunció el ceño. Había algo inusual aparcado junto al cruce de caminos.

- No puedo creerlo -dijo Tony.

- Es la carreta de Acorn -dijo Virginia, señalando-. Ahí está. Eses es él.

Virginia y Tony comenzaron a correr, dejando al Príncipe Wendell en su pequeña carretilla. Lobo echó un vistazo a Wendell, tentado a dejarlo atrás, pero a sabiendas de que Virginia nunca se lo perdonaría si lo hacía.

Era demasiado bondadosa a veces.

Lobo agarró la cuerda y dio un tirón a Wendell. El maldito perro era pesado. Lobo tuvo que esforzarse por llegar hasta Tony y Virginia.

- ¿Y si no nos devuelve el espejo? -preguntó Virginia a Tony.

- Entonces lo aporrearemos hasta la muerte -dijo Tony-. Esto no está en discusión. Nos vamos a casa.

Lobo redujo la marcha un poco. La hora de la verdad estaba finalmente aquí. Tendría que mostrarles a Tony y Virginia como activar el espejo, y luego, ellos le abandonarían.

No estaba seguro de cómo sobreviviría sin Virginia. Y sólo la había conocido hacia unos pocos días.

Tony y Virginia habían llegado ya junto a la carreta. Era diminuto de cerca. El enano se sentaba en él, introduciendo algo de tabaco en una pipa y elaborando una taza de té.

- Oye, Acorn -dijo Tony-. ¿Me recuerdas?

- ¡Anthony! -Acorn el Enano era un tipo poco agraciado, con un rostro lleno de cicatrices y metal en lugar de dientes. Se inclinó hacia Tony-. Saliste de la prisión. Cosa casi imposible.

Y, por lo visto, había reconocido a Tony además. Lobo llegó hasta ellos y se colocó de pie junto al carro. Contempló a Virginia, intentando memorizar su rostro.

- ¿Dónde está nuestro espejo? -preguntó Tony.

- ¿Espejo? -dijo Acorn, claramente desconcertado.

- Nos pertenece -dijo Virginia.

Acorn encendió su pipa. El olor a tabaco impregnó el aire. Lobo resistió el impulso de frotarse la nariz.

- ¿Es valioso, entonces? -preguntó Acorn.

- No, tiene poco valor. -Virginia era una mentirosa tan terrible. Lobo sonrió afectuosamente. Incluso eso echaría de menos de ella.

- Has atravesado un camino tan largo y terrible para recuperar un espejo sin valor -dijo Acorn.

Virginia frunció el ceño. Lobo reconoció esa mirada también. Era su mirada "de decisión". Conocía cada detalle de ella. Nunca había conocido tan bien a nadie.

- Es un espejo mágico -dijo Virginia-. Llegamos hasta aquí a través él. Y estamos atrapados en este mundo desde entonces.

- Virginia -dijo Tony.

- Todo lo que queremos es ir a casa -dijo Virginia-. No vamos a quedarnos con él. Sólo nos iremos a casa y luego puedes hacer lo que quieras con él.

La forma en que ella dijo "a casa" lo hizo sonar como si su corazón estuviera allí. Si se marchaba, Lobo también lo haría.

- Me ha conmovido lo que has dicho -dijo Acorn.

- Entonces por favor déjenos volver a casa -pidió Virginia.

- Pero ya no lo tengo.

Lobo soltó un pequeño suspiro. No quería parecer demasiado contento por esto. Pero Virginia ni siquiera lo notó. En cambio, corrió hasta la parte trasera del carromato en miniatura. Parecía tener un ataque de pánico. Tony simplemente parecía derrotado.

- Me temo que lo intercambié con alguien en el pueblo anterior, no hace ni media hora.

Acorn parecía compungido. Pero por lo visto Tony había tenido suficiente. Agarró a Acorn por la garganta. Lobo levantó una ceja. Todo este asunto de ir a casa era completamente importante para estos dos.

- ¿Lo cambiaste? -gritó Tony en la cara de Acorn-. ¿Lo cambiaste por qué?

Acorn miró hacia atrás. Virginia ya había encontrado la mercancía. Un pequeño cordero estaba de pie detrás de la carreta. Tenía un lazo rosado alrededor de su cuello. Abrió la boca y baló.

Lobo sintió que un escalofrío lo traspasaba. Apretó los puños. Las ovejas y los corderos eran la mayor tentación de todas. Se alejó del carreta para aclararse las ideas.

- ¿Lobo, crees que simplemente puedes ignorarme?

Era la voz de la Reina. Lobo bajó la mirada hacia un charco y vio su rostro reflejado en él.

- He cambiado -dijo Lobo-. Ya no estoy bajo tu influencia. No puedes tocarme ahora.

- ¿Ah, de verdad? -preguntó la Reina, luego se rió-. Hay luna llena esta noche. Tu sangre está caliente. Eres un lobo. ¿Qué harás cuándo la salvaje luna te llame? ¿Qué les harás entonces a tus nuevos amigos?

Lobo se apresuró a pasar el charco y esperó a Tony y Virginia. ¿Qué iba a hacer? Por primera vez, lamentó que no hubieran encontrado el espejo. No deseaba engañarlos. No quería herir a alguien, y menos a Virginia.

Y no estaba seguro que pudiera detenerse a sí mismo.