Capítulo 33

El viaje en la parte de atrás del carro de heno fue largo, pero tuvieron suerte de que el granjero los hubiera recogido. Virginia estaba sentada contra un fardo de heno, Lobo contra otro, Tony contra un tercero, y Wendell estaba acurrucado junto a éste. Hacía mucho que se había agotado la conversación, y Lobo había compartido sus libros.

Virginia leía ¿Qué Quieren Las Mujeres?, Tony una afirmación de unos de los otros libros, y Wendell miraba sobre su hombro. Tony no lo supo hasta que Wendell le gritó por haber pasado la página demasiado pronto.

Cuando entraban en la ciudad, Lobo afirmó que había leído la última página del último capítulo de su último libro, diciendo que ahora comprendía totalmente a las mujeres, de arriba abajo.

Tony no tuvo corazón para decirle que no había forma de que un hombre pudiera alguna vez, comprender completamente a las mujeres. Y desde luego no le comunicó los comentarios despectivos que Wendell hizo sobre lobos y su relación con las mujeres.

Más allá de la ciudad había una alta cordillera. Tony nunca había visto montañas tan espectaculares y admonitorias. Después echó un vistazo a la zona en la que el carro los estaba llevando.

Era una ciudad, y tenía una muralla a su alrededor. Al principio Tony pensó que éste era milagrosa, pero ni de lejos tan espectacular como la ciudad en sí. Era preciosa, con edificios altos y muchas tiendas, restaurantes y fuentes. Había globos de corazones por todas partes, y sitios anunciando cosas como Clases de Besos. Y para ser una ciudad, olía muy fresca, como a rosas y canela y pan recién horneado.

Las gentes también eran increíbles. Parecían felices, prósperas y sumamente bien vestidas. Por primera vez, Tony se sintió incomodo con sus vaqueros y camisa de franela.

El carro se detuvo en un cruce y el grupo se bajó. Se quedaron en la calle adoquinada, mirando a las diferentes opciones que tenían ante ellos.

- ¿Dónde estamos exactamente? -preguntó Tony.

- Hemos entrado en la ciudad más romántica de todos los Nueve Reinos -dijo Lobo-. La Ciudad de Los Besos, donde todo el mundo se enamora. El destino nos ha traído hasta aquí.

Miró a Virginia y suspiró.

Virginia lo fulminó con la mirada.

- Sigue soñando

Tony sonrió abiertamente. Esa era su chica.

- Ya lo verás -dijo Lobo.

Un matrimonio pasó corriendo, seguido de otro. Caía confeti por todas partes y la gente reía.

- Anthony -dijo el Príncipe Wendell-, mí castillo está al otro lado de estas montañas.

Tony miró otra vez a las montañas. Hacían que los Alpes parecieran pequeños… y de todos modos Tony nunca había sido una persona de montañas.

- Bueno, pues no iremos allí -dijo Tony-. Estamos aquí por el espejo.

- Son doscientos cuarenta kilómetros, como mucho -dijo el Príncipe-. Mira en el mapa.

Él señaló. Tony se volvió. No se había dado cuenta de que de pie cerca de un mapa enmarcado de los Nueve Reinos. Mostraba el verde del Cuarto Reino de Wendell y había una flecha apuntando a un local, a dos tercios del camino en la parte más al norte del reino. Con la tradicional amabilidad del Cuarto Reino, la flecha tenía escritas en el centro las palabras: