LOS CUATRO QUE SALVARON LOS NUEVE REINOS.

Tony la contempló. Sacudió la cabeza, sólo un poco. No quería pensar en esto. De hecho, la pequeña estatua le daba escalofríos.

Con un brusco movimiento de su mano, la arrojó por la borda.

Ésta floto a la deriva, dejando un pequeño residuo ligeramente jabonoso en la superficie del agua.

- ¿Qué era eso? -preguntó el príncipe Wendell.

- Nada -contestó Tony mientras observaba como la talla se alejaba a la deriva adentrándose en la creciente oscuridad-. Nada en absoluto.

***

Relish, el Rey Troll, llevaba una antorcha y conducía a uno de sus enormes perros por una correa. ¿Quién habría pensado que las calles de Beantown estuvieran tan muertas por la noche? Echó un vistazo sobre su hombro. Sus secuaces pateaban las puertas de las tiendas, volcando barriles, incitando a los perros. Estaba todo muy bien y era un buen entretenimiento nocturno, pero no le duraría una semana entera.

Debería haber pensado en eso antes de hacer de Beantown su campamento base.

El pequeño alcalde de Beantown, con un pavoneo y presunción, se apresuró hasta Relish.

- Insisto en que se marche -dijo el alcalde-. No se admiten trolls en el Cuarto Reino sin los permisos apropiados. Esta es una grave violación del Tratado de los Nueve Reinos.

- Cierra la boca -gruñó Relish.

Eso debería haber espantado al alcalde, pero éste era demasiado estúpido para identificar una advertencia cuando la oía. Dijo con su pequeña voz tambaleante:

- A menos que se marche usted al instante, lo notificaré al Príncipe Wendell. Y los soldados serán enviados.

Relish estudió a la presumida criatura que tenía ante él. Podrían discutir toda la noche, pero eso no sería entretenido en absoluto. Mejor hacer saber al idiota quien era el jefe.

Con un rápido y certero puñetazo, golpeó al alcalde. La carne del alcalde se sintió suave contra los nudillos de Relish, y el idiota presumido cayó de espaldas, inconsciente al primer golpe. Si esa era la clase de resistencia que encontrarían en Beantown, entonces este lugar sería aún menos divertido de lo que Relish pensaba. Y no había tenido altas expectativas.

Se dio la vuelta y vio los preparativos para la coronación de Wendell. Las banderas, estandartes, el bonito trono que alguien había arreglado, todo porque el príncipe había cumplido la mayoría de edad.

Los residentes de Beantown contemplaban a Relish como si hubiera hecho algo horrible. Sonrió abiertamente. No habían visto nada horrible aún.

Caminó hacia el estrado y vaciló durante un breve y dramático segundo, sabiendo el efecto que esto tendría sobre su audiencia. Entonces, con una floritura, se sentó en el trono.

Por todos lados hubo gritos ahogados.

Él se inclinó hacia adelante y dijo con su mejor voz de mando:

- Declaro la guerra contra el Cuarto Reino, y desafío al Príncipe Wendell a que venga y se enfrente a mí dentro de siete días, o reclamaré su reino como mío.

Eso debería poner a la chiflada de la Reina en un aprieto. Por no mencionar a Wendell, si las noticias de esto alcanzaran sus pobres y pequeñitas orejas de perrito. Relish sonrió abiertamente. Entonces echó la cabeza hacia atrás y se permitió su risa más diabólica.

***

Virginia se colocó una mano sobre los ojos cuando subió a la cubierta, muy temprano en la mañana. Tenía una leve resaca, la cual no mencionaría a Lobo. Él pilotaba el barco, pero reparó en su llegada a la cubierta. La miraba con una cautela que confirmó que esperaba esta reacción.

Así que le dio una diferente.

- Todo está empapado allí abajo -dijo ella-. No pegué ojo.

- Deberías haberte reunido conmigo en la cubierta para dormir bajo las estrellas -dijo Lobo-. Fue absolutamente magnífico.

Cerró otro libro de autoayuda, con el lomo horriblemente maltratado… ¿siempre tenía que romper el lomo de los libros?… y luego lo arrojó por la borda. Virginia lo observó caer. Supuso que no importaba ahora que él había roto el lomo. El agua causaría aún más daño.

- ¿Estamos en el reino de Wendell? -preguntó Virginia- ¿O en el reino de los trolls?

- En ninguno -dijo Lobo-. Este río divide ambos. La orilla izquierda es de los trolls y la derecha de Wendell.

Virginia miró el lado del río de Wendell. Un grupo de pescadores estaban allí. No parecían pescadores muy diestros. Sino más bien matones. Tenían expresiones ansiosas, enojadas, que parecían incongruentes con todo lo que ella sabía sobre la pesca.

El padre de Virginia había subido desde las cubiertas inferiores. Estaba de pie a su lado, observando a los pescadores como ella.

- Debe haber muchos peces por aquí con todos estos pescadores -dijo él.

- No, sólo el Único -dijo Lobo.

- ¿El único? -preguntó Tony.

- Sólo hay un pez en todo este río -dijo Lobo.

- Déjame adivinar -dijo Virginia-. ¿Es mágico?

- Ah, Virginia -dijo Lobo-, ¿es mágico? Cada año, en esta época, algún pescador afortunado agarra al pez, y si consiente en devolverlo, entonces la siguiente cosa que toque con su meñique se convertirá en oro.

Virginia suspiró. Ya sabía de qué iba esto.

- ¿Oro? -preguntó Tony-. ¿Un hombre puede tocar lo que sea?

- Exactamente -señaló Lobo.

- Podrías convertir una montaña en oro -dijo Tony, comenzando a estar realmente excitado.

- En efecto podrías -dijo Lobo.

- Papá, no -dijo Virginia.

- Espera un minuto -dijo Tony-. Se me acaba de ocurrir algo. ¿Qué pasa si agarras el pescado, y ahora eres Dedo-de-oro, pero te olvidas y te tocas la frente, o aplastas a un mosquito contra tu pierna o algo así?

- Entonces te conviertes en una de las muchas estatuas acuáticas llamadas “los Dorados Pescadores de Caña Que Cubren el Fondo del Río” -dijo Lobo-. Mira abajo y podrás ver una.

- Chico -dijo Tony-, debes ser cuidadoso con ese pez.

- Así es -confirmó Lobo-. De hecho, harías mejor en evitarlo.

- No hay pez en el mundo que Tony Lewis no pueda atrapar.

Virginia esperaba que fuera una de las exageraciones de su padre. Porque comenzaba a creer que Lobo tenía razón. La magia era peligrosa. Sobre todo en las manos incorrectas. Como las de su padre.

***

Blabberwort remaba. Sus hermanos remaban. Y se sentía bien. La música encantada de la caja mágica hacía que todo pareciera más fácil. Ella cantaba con toda la fuerza de sus pulmones. Al igual que Burly y Bluebell. Bluebell estaba tan arrobado que se quitó la chaqueta y empezaba a hacer lo mismo con la camisa cuando la música empezó a sonar extraña.

Se ralentizaba. Haciendo sonidos de wo-ow. Algo iba mal.

Ella recogió la caja y la sacudió, pero eso sólo pareció hacer que los sonidos empeoraban. Los ojos Bluebell se abrieron de par en par a causa del pánico. Todos sabían lo que pasaba cuando la magia se estropeaba.

Blabberwort arrojó la caja negra por la borda. Su magia era inútil. Los Bee Gees. ¡Ja!

De repente remar no era tan divertido.

- Remad más rápido -dijo Burly-. Más rápido.

- Pero llevamos remado toda la noche -reclamó Bluebell.

- Bluebell -dijo Blabberwort-, deja de comerte los piojos de tu cabeza.

- No lo hacía -aclaró Bluebell-. Sólo los estaba colocando bajo mi lengua.

- Remad más rápido -dijo Burly-. Más rápido.

- Miiiraad, mirad-dijo Blabberwort, señalando algo en el agua-. Allí.

Ella metió la mano en el agua y sacó un libro. Pero era diferente a cualquier libro que hubiera visto nunca antes… excepto en el Décimo Reino. Lo miró ceñuda. Las Mujeres Que Aman Demasiado. Hmm, pensó. Parecía interesante. Podría necesitar un poco de estudio…

***

La Reina estaba de pie delante de su espejo. En éste vio que Relish, el rey de los trolls, sentado en el trono de la coronación. Detrás de él, sus secuaces saqueaban y destruían Beantown.

Esto no era parte de lo pactado. Debería haber confiado en sus instintos. El troll se creía más inteligente de lo que realmente era.

Bien, averiguaría exactamente con quién se estaba metiendo.

- ¿Exactamente a qué estás jugando? -exigió la Reina-. Teníamos un trato. Te daría la mitad del reino del Wendell a cambio de tu cooperación.

- Tú has hecho lo que has querido desde que te saqué de prisión.

Y ahora él se la estaba jugando. Ella tuvo que tragarse una réplica viciosa. Deseaba doblegar a este hombre a su voluntad, no gritarle.

- Es esencial para mis planes que la coronación prosiga como está planeado -dijo la Reina-. Si permaneces en el reino de Wendell, la consiguiente crisis será inevitable.

- ¿Qué significa consiguiente? -preguntó el Rey Troll.

- ¡Abandona Beantown! -ordenó la Reina-. Regresa a tu reino o lo arruinarás todo.

- Puede que sí. -El Rey Troll se encogió de hombros-. Puede que no. ¿Cómo les va a mis hijos, por cierto?

- Su intelecto y valentía me roban el aliento.

- ¿Sí? -dijo el Rey Troll-. Bien, cuida de ellos. Quiero que regresen de una pieza.

- Si sólo fueras paciente, Su Majestad -dijo la Reina-, te serviría el reino de Wendell en bandeja.

- ¿Sí? -dijo el Rey Troll-. Bueno, pues tengo hambre en este momento.

Ella agitó una mano, y su imagen desapareció.

- Idiota -se dijo la Reina. Se giró hacia el otro espejo-. ¿Por qué no has encontrado aún a Wendell?

Unas formas aparecieron en la superficie líquida. Formas y colores y nada más.

- Está con otros -contestó el espejo con voz seca-. Pero no puedo verlos.

- ¿Quién? -preguntó la Reina.

- Hay tres viajeros con Wendell -dijo el espejo-. Uno que puede hablar con él y otro que puede hacerte daño. Ellos viajan río abajo, hacia nosotros, sin saberlo.

- Muéstrame. -La Reina agarró el espejo y lo acercó de un tirón-. Muéstrame.

- No puedo.

Lo apartó de ella y pensó durante un momento. Entonces sonrió. Tenía una solución.

- El lobo está con ellos. Intentan con él. Haz que me hable.

Una vez que hablara con el lobo, todo sería como ella quería que fuera. Tenían a un auténtico lobo entre ellos, y no lo sabían.