¡No SUBIR!

Iba acompañado de otro con la imagen de un gigante, y en otro avisaba:

¡LOS INTRUSOS SERÁ DESAYUNADOS!

No era como si alguien quisiese entrar. Arriba, Lobo podía escuchar retumbantes voces de borrachos y lo que parecían vasos rotos.

Por un momento, perdió la fragancia. Sus ojos se estrecharon.

- ¿Virginia? -llamó.

Estaba más que un poco asustado. Si la perdía ahora, la perdía para siempre.

- Ya sé que piensas que estás a salvo con esos zapatos, pero no puede haber nada más alejado de la verdad. Cualquier cosa que obtengas de un troll está claro que es malo y peligroso.

Olisqueó, pero no podía captar su adorable fragancia.

- Oh, Virginia ¿dónde estás?

Creyó haber encontrado su aroma, pero no estaba seguro. Y ella no estaba diciendo nada. Entonces el aire que estaba cerca del tallo ondeó, y Virginia apareció lentamente.

- Oh, no -dijo.

Él le dedicó su sonrisa más desenfadada. Estaba realmente encantado de verla.

- Hola de nuevo -dijo.

Virginia saltó. Al parecer no se había dado cuenta de que estaba a su lado.

Lobo se apoyó contra el árbol más cercano, relajándose ahora que la había encontrado.

- Como ves no están recargados del todo. No permanecen invisibles mucho tiempo sin un descanso apropiado. Es un fallo de diseño, de hecho, uno de muchos -le dijo.

Virginia trató de escapar pero él dio un salto y la agarró por el brazo. Ella le pegó un puñetazo con su mano libre antes de que la inmovilizara con el otro brazo.

- No los tendrás -dijo Virginia.

Estaba hablando sin sentido.

- ¿Tener qué? -preguntó él.

- Los zapatos -contestó Virginia-. Son míos.

Forcejeó con ella un momento, luego arrancó los zapatos de sus hermosos piececitos. Ella alargó una mano para mantener el equilibrio. Sus ojos estaban vidriosos, como su estuviese borracha.

- Si no te libras de ellos ahora -dijo Lobo-, no serás capaz de hacerlo luego.

Ella agitó la cabeza, sus ojos se aclararon. Quizá el hechizo se había roto.

- Tienes razón, no los quiero. Me hacen sentir muy extraña.

Él tenía agarrados los zapatos tan fuerte que notaba como el extraño material le mordía las manos. Virginia los miraba fijamente. Estaban brillando.

- Se siente uno tan poderoso siendo invisible. -Virginia soltó una débil risita como si supiese cuan ridículo sonaba-. ¿Cómo sabías dónde estaba?

- Podía olerte -dijo Lobo-. Sígueme.

La guió a través del bosque, pasando otra planta de habichuelas gigante. No se pudo contener a sí mismo; tenía que mirar hacia arriba. Virginia también lo hizo. El tallo parecía desaparecer entre las nubes.

- Hay alguien ahí arriba -dijo Virginia.

- Va comenzar a hacer fi-fo-fu. -Lobo se estremeció. Había estado una vez en una situación así y no era uno de sus recuerdos favoritos-. Movámonos por si estuviera enfermo.

Corrieron a través del bosque de habichuelas. Se detuvieron a respirar junto a otro tallo. Este tenía el número 19 pintado en rojo. Había palabras escritas en su tronco: