PERROS SUELTOS

Echó un vistazo por la cerca. A través del campo estaba la granja prohibida. No tenía el aspecto agradable de las demás, no como los demás edificios de los alrededores. Tony pensó que había algo extraño en eso, sobre todo considerando la maravillosa comida que los Peep cultivaban.

Pero lo que resultaba más extraño era fue la procesión de Peep que caminaban desde la casa al granero, sosteniendo linternas, pero manteniendo su luz cuidadosamente oculta del camino.

- Espera aquí. -Tony acarició a Príncipe en la cabeza y escaló la cerca. Luego con mucho cuidado se arrastró a través del campo hacia el granero.

***

No le llevó mucho tiempo llegar allí. El granero estaba mal construido, y había grietas que separaban las tablas. Tony espió a través de una de ellas.

El granero estaba iluminado como si fuera mediodía. Todos los Peep adultos estaban reunidos allí, y todas sostenían cestas llenas de productos. Sólo que estos productos no tenían nada que ver con las viandas magníficas que había visto en el Bar-Baa. Estos eran el tipo de cosas que había visto cultivados en maceteros de ventana en Maniatan… miserables zanahorias raquíticas, patatas larguiruchas, tomates carcomidos por los gusanos.

Tony sintió que su estómago se revolvía. Miró el resto del edificio iluminado, y llegó a la conclusión que era el lugar más extraño que hubiera visto hasta el momento en este viaje. Había escombros, piedras, y tierra amontonados por todas partes, como si la excavación principal de Nome hubiera continuado. Pilares y postes de madera contenían un enorme banco de escombros a punto de caer, pero a duras penas.

Uno de los Peep más ancianos, Wilfred, creyó recordar Tony, intentando recordar todos los nombres de sus compañeros en el juego de dardos, encabezaba está asamblea familiar. Tony retrocedió ligeramente, no muy seguro de si ellos podrían verlo a través de la grieta o no.

- ¿Dónde está la muchacha del cumpleaños? -preguntó Wilfred.

Sally Peep dio un paso adelante, sosteniendo a una oveja sucia y flacucha. Ella parecía nerviosa.

- ¿Por qué crees que todos los Peep son tan prósperos, Sally la Pastora? -preguntó Wilfred.

- No estoy del todo segura -dijo Sally-. Solía haber un pozo mágico en el pueblo, pero el pozo está seco. Todos saben eso.

- ¿De veras? -Wilfred sonrió abiertamente. Al igual que los demás Peep mayores. Parecía que compartieran una broma-. Bien, ahora que cumples dieciocho años, voy a revelarte el secreto de la familia.

Tony se inclinó hacia adelante. Su corazón palpitaba más fuerte de lo usual. Tenía el presentimiento de que si lo capturaban estaría metido en muy serios problemas, pero no podía soportar la idea de marcharse. Esto tenía que ser importante.

Wilfred Peep hizo un ademán con la cabeza y varios de los chicos Peep más jóvenes barrieron la paja del suelo. Revelaron una escotilla de madera debajo de un montón de escombros.

- La razón de que no haya más agua mágica en el pozo del pueblo se debe a que yo y mi hermano desviamos la corriente hace cuarenta años -dijo Wilfred, su sonrisa aumentó-. Los Peep tenemos toda la magia ahora.

Se inclinó y levantó la tapa de madera, revelando un agujero en la tierra. Luces, como luciérnagas multicolores, volaron hacia el techo, y el granero entero se volvió más brillante.

Tony puso una mano contra la agrietada pared del granero, intrigado.

- Ahora, echemos un vistazo a tu oveja -dijo Wilfred- es sádicamente fea, ¿verdad? No puedo veros ganando el Concurso de la Adorable Pastora.

Los otros Peep rieron cuando Wilfred agarró a la oveja por el cuello. Otro de los Peep varones al que conocía… ¿Filbert? Tony no estaba seguro. Todos ellos tenían nombres tontos… agarró una cuerda y bajó un balde suspendido por un sistema de polea.

La oveja luchaba. Wilfred la contuvo apretándola más.

- Ayudadme a colocarla en ese balde.

Se necesitaron tres hombres para conseguir introducir a la oveja en el balde. Filbert manejó el sistema de polea y bajaron a la pobre oveja que balaba en la oscuridad del pozo. Finalmente, Tony oyó un chapoteo.

Entonces una voz llegó desde el pozo.

- ¿Qué lavas en mis mágicas aguas?

Wilfred se inclinó hacia adelante.

- Concede a esta oveja tu bendición y vida, oh, mágico pozo de los deseos.

Para Tony las aguas sonaron como si azotaran olas en medio de una gran tempestad, y las luces volaron alrededor del granero. Finalmente Wilfred Peep hizo subir el balde.

Tony jadeó. Por suerte, todos los demás también. Un magnífico, dorado y esquilado cordero saltó del balde hacia los brazos de Sally Peep.

Ella se rió tontamente con placer.

- Wilf, esto es asombroso.

Wilfred se irguió sobre ella, y Tony sintió que su propia sonrisa desaparecía. Wilfred parecía absolutamente aterrador. ¿Quién sabía lo que el viejo tipo tenía dentro?

- Nunca menciones una palabra a nadie -dijo Wilfred-, o te cortaré la garganta, nieta o no nieta.

Bien. Eso bastaba para Tony. Retrocedió, alejándose de la grieta del granero, luego corrió cruzando el campo. No podía creer que hubiera dejado al Príncipe Wendell sólo durante tanto tiempo de todas formas. Saltó la cerca, acarició al Príncipe en la cabeza, y luego se apresuró hacia el pueblo.

Si Wilfred Peep podía matar a su propia nieta para proteger el secreto, con seguridad no se haría ascos a la ejecución de Tony.

Todo lo que Tony tenía que hacer era asegurarse de no ser capturado.

***

Virginia estaba lista para tirarse de los pelos. Lobo no actuaba con normalidad. Era completamente irracional, y no sabía qué hacer con él. Apenas había podido llevarlo al granero.

Ella estaba de pie delante de la puerta. Él recorría tambaleante el granero como un hombre borracho, pero Virginia sabía que no había bebido mucho. Se preguntó si ella se volvía así de loca en esos días del mes.

- ¿Tienes alguna idea de lo que provocas en mí? -preguntó Lobo-. Nunca conocerás un amor como el mío. Soy tu compañero de por vida.

- Lobo -dijo Virginia-, no sabes lo que estás diciendo. Sé que estás cambiado.

- Ah, lo sabes, ¿verdad? -preguntó Lobo-. Lo sabes todo. Eres la pequeña señorita perfecta que cada vez que levanta la mano, puede contestar a cada pregunta, pero no sabe nada. Tú finges vivir, Virginia. Lo haces todo excepto vivir realmente. Me vuelves loco.

Lobo extendió una mano. Ella la apartó.

- Deja de intimidarme -dijo Virginia-. No me gusta esto. Ahora vete a la cama.

Él se quedó paralizado y una mirada astuta que nunca antes le había visto cruzó su rostro.

- ¿O qué? -preguntó él-. ¿Gritarás? Eso es lo que la mayoría de la gente hace cuando ven a un lobo. Gritan, gritan y gritan.

Por primera vez desde que había atravesado el espejo, de verdad sentía miedo de él. Había luces verdes en sus ojos, y su pelo parecía más grueso que antes. Y había algo no humano en él.

Virginia agarró la cosa más cercana que pudo encontrar… una horca… y la sostuvo delante de ella como un arma.

Lobo se la arrancó de las manos.

- ¿Qué vas hacer? ¿Pincharme con esto? Eso es lo que hace la gente cuando hay un lobo por los alrededores. Pegarles, apuñalarles, ahumarlos.

Tiró de ella acercándola, abrazándola fuertemente. Sus ojos estaban vidriosos.

- Ellos quemaron a mis padres -dijo él. Virginia estaba horrorizada-. La gente de bien. Agradables agricultores. Hicieron una gran fogata y los quemaron a ambos.

Gruñó, y Virginia creyó que la había mordido salvo que la puerta del granero se abrió de golpe y su padre entró.

- Oíd -dijo su padre-, nunca adivinaréis lo que acabo de ver.

Lobo se detuvo y algo de vida regresó a sus ojos. Virginia extendió el brazo hacia él.

- Sé por qué los Peep ganan a todo -decía su padre. Pero Lobo empujó a Virginia hacia atrás, luego empujó a su padre y presuroso salió del granero.

Tanto ella como su padre siguieron con la mirada a Lobo durante un momento.

- ¿Se siente mejor, entonces? -preguntó su padre.