Capítulo 32

El príncipe Wendell llevó a Tony al granero de Peep. Tony lo siguió sintiéndose nervioso. Recordó la amenaza de Wilfred de hacerle daño a su propia nieta en caso ella le hablara a alguien del pozo. Realmente estaba tentando su suerte viniendo aquí tres veces.

El príncipe Wendell ya estaba dentro, pero no podía ser disuadido. Quería que Tony también entrara.

- Mira, sé lo del pozo -dijo Tony-. ¿Y qué?

- De aquí fue de dónde vino -dijo el príncipe Wendell-. Estaba justo aquí antes de ser asesinada. Puedo olerla aquí.

Tony siguió a Wendell al interior del granero. Entonces Tony se quedó en su sitio. Todo estaba distinto. Las vigas de soporte ya no estaban en el montón de suciedad. La trampilla estaba abierta, y la suciedad se había derramado a dentro.

Alguien había destrozado el pozo.

***

Lobo luchó tanto como pudo, pero dos fornidos Peep lo mantenían bien sujeto. Varios más lo rodeaban mientras lo arrastraban hacia la estaca en el centro de la ciudad. Vecinos con antorchas estaban de pie alrededor.

Virginia los seguía. Gritando:

- No podéis hacer esto. No le habéis hecho un juicio justo.

Como si la fueran a escuchar. A nadie que cantara continuamente ¡Quemad al lobo! ¡Quemad al lobo! como hacían estos idiotas le importaba un pimiento la justicia.

Él había intentado explicárselo. De alguna manera su desilusión le importaba casi tanto como el hecho de que iba a ser quemado hasta morir.

Muy pronto.

Lo arrastraron sobre un gran montón de leña y lo ataron violentamente a la estaca de madera. Se le clavó una astilla en la mano. Sus pies crujieron entre de la pila de palos debajo de él, y de pronto no le importaban tanto los sentimientos de Virginia.

Esta turba realmente lo iba a matar.

- ¡No! -gritó-. ¡No, no fui yo, gran error, yo no, no lo hice, no! ¡No! ¡No!

- Cállate, lobo asesino. -Wilfred Peep cogió a Lobo por la garganta y le golpeó la cabeza contra el poste. Entonces más cuerdas lo ataron, y otros aldeanos… ni siquiera eran Peep… empezaron a apilar más leña a su alrededor.

Esto no iba a ser sólo una hoguera. Iba a ser un infierno.

Virginia estaba en el borde de la muchedumbre, suplicando a quién quiera que la escuchara. Pero nadie lo hacía. Todos se habían unido al cántico.

¡Quemad al lobo! ¡Quemad al lobo!

Entonces el Juez avanzó en dirección a la pila. Llevaba una antorcha mayor que las de todos los demás, y estaba sonriendo, el viejo hipócrita.

- Se hará justicia -dijo el Juez mientras entregaba la antorcha a Wilfred-. Me parece muy justo que lo haga la familia, Wilf.

Esta vez realmente iba a ocurrir. Ninguna agradable prisión, ningún pacto con la Reina iba a salvarle. Ni siquiera un maravilloso y apasionado beso de Virginia.

- Virginia -dijo Lobo- quiero que tengas buenos recuerdos de mí. ¿Por favor? ¿Para siempre?

Los ojos de Virginia estaban llenos de lágrimas.

- !No! -gritó Virginia-.!No! ¡Basta ya! -lo último no le estaba dirigido a él. Estaba destinado a Wilfred Peep, quien se estaba inclinando sobre la leña, a punto de encenderla con la antorcha.

- ¡Esperad!

Lobo miró hacia la parte de atrás de la muchedumbre. Tony corría hacia ellos, con el Príncipe Wendell a su lado.

- ¡Esperad! ¡Parad! ¡Esperad!

Tony empujó a los aldeanos hasta el borde de la hoguera. Se colocó justo al lado de Wilfred Peep.

- ¡Lobo no mató a Sally Peep, y puedo probarlo! -dijo Tony.

- Diría cualquier cosa. -Wilfred Peep empujó la antorcha hacia la leña. Lobo gimió. Pero Tony agarró la antorcha y pateó la leña prendida fuera del camino.

- La familia Peep os ha estado engañando a todos durante años -gritó Tony-. Han tenido su propio pozo mágico de los deseos y os impidieron a todos tener nada de ese agua.

Estaba luchando con Wilfred Peep por la antorcha. Lobo no estaba oyendo tanto como estaba viendo. Tony era torpe, y si dejara caer aquella cosa todo acabaría sin importar lo que pasara.

- ¡Eso es mentira! -gritó Wilfred Peep. Intentó forzar la antorcha hacia abajo para encender la hoguera. Tony luchó por mantenerla alejada.

- Cuando Sally Peep perdió la competición destrozó vuestro pozo -gritó Tony-. Y cuando viste lo que había hecho, la perseguiste a los campos y la mataste… ¿no es así, Wilfred?

- No sé de qué estás hablando -gritó Wilfred-. No tenemos ningún pozo mágico.

Tony finalmente logró arrancar la antorcha de las manos de Wilfred. La sostuvo sobre su cabeza. Volaron chispas de ella y aterrizaron cerca de la leña. Lobo luchó contra las cuerdas.

- ¿Porque creéis que ganaban en todo? -gritó Tony a la muchedumbre-. ¿O su comida es tan maravillosa?

La muchedumbre empezó a murmurar, mirando a los Peep. Ahora, si al menos Tony se apartara de la leña, Lobo se sentiría mucho mejor.

- Le creo -gritó una mujer-. Vosotros los Peep nos habéis engañado durante demasiado tiempo.

- ¿Dónde está la prueba de todo eso? -exigió Wilfred Peep-. Prueba que he matado a Sally.

Tony silbó y el Príncipe Wendell se adelantó como el perro que era. A Lobo le sorprendió ver a Wendell tan dócil. En la boca de Wendell había un gran trozo de tela.

- ¿Dónde está tu abrigo, Wilf? -preguntó Tony-. ¿El que llevabas anoche?

Will miró alrededor nerviosamente. El Príncipe Wendell se detuvo ante él y dejó caer la tela. Era del abrigo de Wilfred, y estaba cubierto de sangre.

Los aldeanos jadearon. Lobo volvió a verificar la posición de la antorcha, aliviado al ver que Tony aún la tenía bien sujeta.

- La pobre Sally no estaba gritando Lobo, en absoluto, ¿verdad, Wilfred? -preguntó Tony-. Estaba gritando tu nombre, ¡Wilf! ¡Wilf!

Wilfred retrocedió lejos de los demás, con aspecto asustado

- Ella arruinó el pozo, la sucia zorrilla. Destruyó la magia.

Los demás Peep lo miraban horrorizados.

- ¿Mataste a nuestra Sally? -preguntó Barbara Peep. Pero no esperó por una respuesta. Embistió contra Wilfred. Lo mismo hicieron los demás Peep. Tony se quitó de en medio. Lobo aguantó la respiración. Aquella antorcha parecía muy precaria.

Entonces Lobo sintió unos dedos rozando los suyos. Virginia lo estaba desatando.

- Hora de marcharse -dijo ella.

Bajaron de la leña mientras la batalla continuaba. Tony dejó caer la antorcha en un bebedero de caballos cercano, y el Príncipe Wendell se remojó la boca. Después se apresuraron hacia el granero.

- Mis tres amigos -dijo Lobo- ¿cómo podré agradecéroslo lo suficiente? Me habéis salvado el tocino.

Dio unas palmaditas a Wendell. El perro pareció indignado.

- Gracias, viejo amigo -dijo Lobo-. Te debo un gran hueso. Oh, sí, desde ahora, somos amigos para siempre. En cuanto a ti, Virginia, que drama en el tribunal.

Ella lo miró vacilantemente.

- ¿Estás curado ahora?

Tony abrió la puerta del granero. Lobo entró primero, sonriendo. No se había sentido así de bien en años.

- Oh, totalmente -dijo Lobo-. De vuelta a mi antiguo yo. A decir la verdad, no puedo acordarme de mucho. Pero recuerdo que tú y Tony dejasteis ambos a un lado vuestros…

- ¡Mirad! -dijo Tony.

Las grandes puertas negras del granero estaban abiertas de par en par.

- ¿Que ha pasado? -preguntó Tony-. ¿A dónde ha ido?

Lobo hecho una mirada a Virginia, confuso. Ella parecía muy perturbada. Entonces se acordó. Cuando había ido a verle por primera vez a la celda, había dicho que habían conseguido el espejo. Y ahora, aparentemente, éste estaba desaparecido.

Fidelity, la mujer del granjero que les había dejado quedarse en el granero, echó un vistazo a través de las puertas dobles. Sonrió a su modo sonrosado, ignorando el drama del juzgado que había ocurrido antes. Lobo fue el único que devolvió la sonrisa. Virginia se acercó a ella en claro estado de pánico.

- ¿Adónde ha ido la carreta?-preguntó Virginia.

- Oh, mi hijo John -dijo Fidelity- acaba de llevarse sus cerdos al mercado. Salió hace un par de horas.

Virginia miró a su padre, quien suspiró. Lobo suspiró más alto aún. Si hubiera sabido lo que habían hecho, les habría advertido en contra de ello. A la magia le gustaba moverse.

- ¿Por dónde? y ¿hasta dónde? -preguntó Virginia.

- Bien, no es un viaje que uno querría hacer a pie -dijo Fidelity.

Como si tuvieran otra opción. Virginia habló con la esposa del granjero y consiguió indicaciones. Lobo respiró hondo y se recompuso. Había sido una mañana estresante. En realidad, habían sido unos días estresantes.

Se sentía aliviado de no haber matado a Sally Peep. En realidad no se acordaba de mucho después de las gallinas.

Por fin Virginia consiguió las indicaciones y el pequeño grupo se puso en camino, asegurándose de evitar a los demás aldeanos. Pasaron el pozo de los deseos. El idiota del pueblo saludó a Tony con la mano.

- ¿Habéis pasado una buena estancia en nuestro pueblo? -preguntó el idiota.

- No exactamente -dijo Virginia.

- Ojalá me acordará de a quién me recuerda ese perro -dijo el idiota.

- Déjame hacerte una sugerencia -dijo Tony-. ¿El Príncipe Wendell, vuestro gobernante?

Lobo hecho una mirada sorprendida a Tony. Wendell sin duda lo miraba con el ceño fruncido. El idiota del pueblo se puso en cuclillas y examinó la cara de Wendell. Luego se rió tontamente.

- ¿El Príncipe Wendell? -preguntó el idiota-. No seas tonto. No, es a un perrito al que conocí de nombre señor Fleas.

El Príncipe Wendell dejó escapar un sonido horrible de indignación y empezó a andar solo. Virginia lo siguió, lo cual significaba que Lobo tenía que seguirla. Tony caminó a su lado.

El idiota del pueblo los llamó:

- ¿No vais a pedir un deseo?

Virginia sacó una moneda y la tiró sobre el hombro mientras continuaban andando.

- Hazlo por nosotros -dijo.

Lobo se giró. El idiota del pueblo tiró la moneda al pozo. Y, sorprendentemente, un momento después se produjo un chapoteo.

Ahora Virginia y Tony se giraron también.

- ¡Parece que nuestro pozo se está llenando de agua otra vez! -dijo el idiota-. ¡Oh que alegría! ¡El agua ha vuelto!

Hubo un sonido como de un torrente creciente de agua abajo, y pequeñas estrellas empezaron a salir del pozo lentamente y en espiral. Los aldeanos se apresuraron, y Lobo se puso detrás de Virginia. No iba a acercarse a esa gente otra vez.

De pronto, un chorro de agua salió disparado del pozo, destruyendo su pequeño tejado, y se alzó diez metros en el aire. El idiota del pueblo corrió debajo de él como si se tratara de una ducha.

- ¡Por fin! -dijo el idiota-. ¡Soy un completo idiota!

Curioso, pensó Lobo, el hombre había parecido un completo idiota antes.

Entonces se giró y alcanzó a Virginia, Tony, y el príncipe Wendell, quienes ya estaban saliendo de Corderito, Lobo resistió al deseo de sacudirse el polvo del pueblo de los pies. Pero sabía que había hecho todo lo que podía para garantizar que no volvería otra vez a este lugar.

***

La Reina estaba de pie ante el espejo, observando a los incompetentes consejeros de Wendell indecisos y preocupados ante el problema de los trolls. Los ejércitos del Rey Troll habían avanzado por medio Cuarto Reino, y los consejeros reales de Wendell estaban nerviosos.

Estaban esperando a que Wendell apareciera para salvarlos. Eso la divertía. Lo que no la divertía era el hecho de que estaban negociando con los Reinos Primero y Noveno. Afortunadamente su precio para ayudar era en efecto alto. Querían dividir al Cuarto Reino en cuartos, para ser gobernados por el consejo de los Nueve Reinos a perpetuidad. El trono de Wendell desaparecería para siempre.

Y si desaparecía, también desaparecería su oportunidad.

- ¡No! -gritó al espejo-. No estoy lista. Esto se está desmoronando. Llama al Rey Troll. Inmediatamente.

El espejo permaneció estático.

- Aún rechaza tus demandas. Se hace más fuerte a cada día que pasa.

- Llámalo -dijo la Reina-. Llámalo o te enterraré de nuevo en la oscuridad.

El espejo no contestó. Solamente parpadeos de luz en su superficie mostraban que lo estaba intentando. Ella entrelazó los dedos, sintiendo el principio de un pánico desconocido. Nada estaba saliendo como lo había planeado. Nada. Tenía que recuperar el control, y tenía que hacerlo en breve.

Entonces el Rey Troll apareció en el espejo. Tenía una costra de sangre en la nariz y en la camisa. Cuando la vio, levantó un puño y lo sacudió.

- ¡Estás muerta! -gritó-. ¡La próxima vez que te vea, estás muerta!

Sujetaba un fragmento de espejo oxidado en la mano. La palma también le sangraba.

- El consejo de Wendell está llamando a los otros ejércitos. -La Reina tuvo que esforzarse por mantener el tono controlado-. Detén la batalla o serás invadido y perderemos este reino para siempre. ¿Lo entiendes, cretino?

El Rey Troll levantó el fragmento de espejo y la miro durante un momento. Entonces escupió en el espejo. Su escupitajo era de un verde repugnante. Bajó por el espejo como una cosa viva.

- Me quedo con el reino -dijo el Rey Troll-. Después iré a por ti, cerda maléfica.

Desapareció. La Reina se apartó del espejo, aturdida e horrorizada. ¿Cómo había perdido el control tan rápidamente? Y a manos de imbéciles. ¿Sería por todo ese tiempo en prisión? ¿Había perdido la razón?

- Ha salido mal -se dijo la Reina a sí misma-. Todo ha salido mal. Mi plan está arruinado.

Su espejo permaneció delante de ella, silencioso. Pero otro espejo, uno que nunca había usado, empezó a tatarear. Era más viejo que los demás, y no había estado segura de sus poderes, así que no lo había tocado. Pequeños crujidos, como truenos distantes, la hicieron sentarse y mirarlo.

El espejo cobró vida lentamente. Se volvió rojo, no verde como los otros, y la oscura sala se llenó de un brillo rojizo.

La reina se acercó al espejo. Un rostro horrible apareció en la superficie roja de vidrio.

- Ven a mí.

La Reina se acercó al espejo.

- Ven a mí y tu mente se aclarará.

La Reina estiró la mano para tocar el espejo de cuerpo entero. La superficie se onduló, y entonces su mano atravesó el espejo.

A continuación la Reina siguió a su mano dentro. Estaba entrando en una memoria. Una memoria antigua. Reconoció al sitio. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había visto. Una choza de madera en medio de un pantano. Delante de ella estaba una bruja tan familiar que la Reina tuvo que ahogar un grito. La madrastra malvada de Blancanieves.

- Estoy muerta -dijo la madrastra-, pero mi trabajo no está terminado. La casa de Blanca sobrevivió.

A su alrededor, cinco espejos salieron del pantano.

- Estos son mis regalos. Te darán mi poder.

Señaló a uno de los espejos.

- Espejos para viajar…

Y otro.

- Espejos para espiar…

Y otro.

- Espejos para recordar…

Y otro.

- Espejos para olvidar…

Y él ultimo.

- Espejos para gobernar el mundo.

La Reina se giró hacia todos ellos. Ahora se acordaba de todo, incluyendo lo que tenía que hacer. La escena que tenía ante ella se desvaneció, y regresó su palacio.

Cuando salió del espejo, estaba cubierta de sangre. Se sentía bien. Se limpió la sangre de la cara y sonrió.

- Que comience la batalla -dijo.