Capítulo 101
Ackermann bajó por la escalera con cautela. Era consciente de que si había alguien en ese lúgubre sótano habría escuchado el ruido que había hecho al voltear la tapa de hierro. En la primera estancia no había nadie, su aspecto era similar a cuando descubrió ese siniestro lugar; los viejos sofás, la cama deshecha, la mesa, el flexo encendido como iluminación de la estancia... Su excelente memoria fotográfica le indicó que lo único que faltaba era el ordenador, que había sido confiscado por el Departamento de Policía en su registro. Se acercó con decisión y sigilo a la puerta que comunicaba con la segunda estancia. Se puso a un lado del marco y, estirando la mano, procedió, siguiendo la rutina habitual, a girar el pomo. Lo hizo muy lentamente y la cerradura se abrió con facilidad. Empujó levemente sin hacer ruido y abrió la puerta. Tampoco parecía que hubiera nadie en su interior. La bombilla colgante encendida, la macabra polea incrustada en el techo, la gran bañera de chocante estilo clásico sostenida sobre sus cuatro patas de hierro en el centro de la habitación... Todo parecía estar en un inquietante silencio. Dio unos pasos adelante y entonces se sobresaltó... Dentro de la bañera había un cuerpo de una mujer. Con los pies y las manos atadas y boca abajo. Llevaba un pijama rosa a rayas.
El móvil de Heather anunció una llamada. Con una sola mano y mucha destreza se manejó para seleccionar «contestar».
—Sí, ¿quién habla?
Charly cada vez estaba más asustado con la conducción temeraria de Heather, nunca había ido por la ciudad a esa velocidad, zigzagueando violentamente entre coches y taxis amarillos. Tenía la convicción de que de un momento a otro iban a estrellarse contra alguno de ellos.
—¿Agente Heather Brooks? —preguntó una voz al otro lado de la línea.
—Sí, al habla, ¿qué pasa? estoy ocupada —gritó al tiempo que daba un volantazo hacia la derecha para esquivar la moto de un repartidor de sushi.
—Le llamo desde el Centro de Comunicación del FBI y tengo un mensaje para usted. Un investigador privado llamado David Ackermann lo dejó en el 911: dijo que se dirigía al sótano del Meatpacking District; la llamada procedía de un teléfono fijo ubicado en una vivienda del 286 de la Calle 11.
Heather instintivamente pisó hasta el fondo el pedal del freno del Mini, que se deslizó unos metros con las ruedas clavadas, hasta que soltó el pedal y rodaron de nuevo, al tiempo que con el volante apartaba el coche de en medio de la calzada. Y aceleró en dirección oeste. Charly tuvo la sensación de que se le partía en dos el cuerpo por el apretón que recibió del cinturón de seguridad en el frenazo.
—¡Estás loca, casi me matas! —le gritó.