Capítulo 73
Ackermann y Heather se habían citado el lunes a primera hora de la mañana en las oficinas de Ross & Ackermann. David estaba acostumbrado a madrugar, por lo que llegó a la oficina con mucha antelación, hacia las siete. El caffè latte que como cada día había comprado en el Starbucks de la esquina estaba muy caliente, así que optó por empezar su ligero desayuno tomándose la fruta fresca del recipiente de plástico que también había adquirido. Se sentía algo desconcertado ante el punto en que se encontraba la investigación de STAR I. Por una parte, la entrevista con Arito Murakami no había dado los frutos esperados; aunque su actitud intranquila era muy significativa, lo cierto es que no dio ninguna explicación sobre lo que ocurría en STAR I. Ahora todo se complicaba mucho. No tenían pruebas fehacientes de nada y Max, el principal responsable del hedge fund, estaba muerto. Siempre que se encontraba ante una situación difícil aplicaba el mismo método, seguir trabajando: «La inspiración puede llegar en cualquier momento, pero mejor que te encuentre trabajando»; algo así había leído hacía años que era la filosofía del genial pintor Pablo Picasso y a él le funcionaba muy bien. Decidió revisar de nuevo en detalle los comportamientos en la Bolsa de las compañías en las que STAR I había invertido y cruzar todos esos datos por fechas con tres fuentes: la información para inversores y sala de prensa virtual que las propias compañías colgaban en sus webs corporativas, los comunicados oficiales a modo de «hechos relevantes» enviadas recientemente a los reguladores y, por último, los datos de resultados públicos. Tras aplicar ese proceso a los bancos alemán, español e italiano sobre los que STAR I apostó a la baja, no pudo identificar ninguna razón técnica que explicara por qué sus acciones cayeron de manera tan abrupta justo tras su venta por parte de STAR I. Lo que ciertamente provocó su caída fue el rumor que surgió en los medios de comunicación sobre las medidas que el Banco Central Europeo iba a tomar respecto a la exigencia de aumentar sus ratios de capital, lo que afectaría a su valor en Bolsa; además de la puesta en vigilancia de sus calificaciones por parte de Right Rating, la agencia de calificaciones, y el hecho de que otros grandes hedge funds actuaran igual que STAR I, provocando un efecto dominó de venta de acciones que precipitó la caída de todo el mercado, incluidos esos valores.
¿Habían promovido desde STAR I o Goldstein, su socio principal, esos rumores? ¿O quizá habían pactado actuaciones sincronizadas con los otros hedge funds? Ackermann era muy consciente de que se trataba de posibles deducciones pero que no se podían demostrar, no tenía pruebas de nada, y por eso era clave encontrar un testigo. Pero la persona que conocía todo lo ocurrido era Max Bogart y estaba muerto. La única alternativa era volver a hablar con Arito Murakami y presionarle para que les revelara todo lo que supiera. Entre papeles y deliberaciones se le pasó rápido el tiempo.
Cuando entró Heather por la puerta de su despacho, la observó detenidamente. Raras veces lo hacía; durante las muchas horas que pasaban trabajando juntos él la veía tan solo como un compañero, no como una persona del sexo opuesto. Había conseguido aislar el incidente que hubo entre ellos, el día en que ella le besó. Desde luego era una mujer muy atractiva, y esta vez se fijó más en su aspecto. Llevaba el cabello recién lavado, brillante y suelto.
—Hola, David, ¿qué tal?
—Bien, revisando algunos datos.
—Tengo los resultados de la autopsia.
—¿Y?
—Max había consumido alcohol por encima de lo permitido y además había restos de cocaína en su sangre.
—Así que el chico iba colocado. Bueno, eso seguramente puede explicar el accidente, pero nosotros hemos perdido a la persona clave de la investigación.
—Lo sé, va a ser difícil encontrar pruebas.
Ackermann miró la pantalla de su ordenador y se quedó inmóvil, con los ojos hipnóticamente fijos en ella.
—¿Qué ocurre? —preguntó Heather.
Ackermann se echó hacia atrás unos mechones que le caían sobre la frente y leyó directamente desde la pantalla.
Comunicado de prensa. El consejo de STAR I, reunido esta mañana a las ocho en su sede social, ha decidido liquidar la compañía ante la situación de los mercados y las medidas tomadas por algunos gobiernos europeos contra la capacidad de operar con posiciones a la baja, pues considera que no se dan las circunstancias adecuadas para seguir adelante con su actividad.
Ackermann siguió leyendo la información que el periodista añadía al comunicado:
... Según los datos aportados por los registros, STAR I ganó cien millones de dólares en sus escasos seis meses de actividad.
—No me creo nada, eso es solo una excusa. Me temo que ahora se cierran más puertas a la investigación —y añadió—: todo esto se me hace muy extraño.
—¿Puedes ser más específico?
—STAR I gana millones en muy poco tiempo, la FED abre una investigación, su jefe de inversiones dimite, después Max se mata en un accidente y ahora los socios propietarios del fondo deciden cesar sus operaciones y liquidarlo.
No muy lejos de allí, Rania se había duchado y arreglado para iniciar su jornada. Le preocupaba la posible actitud de Debra frente a ese primer día ante las cámaras en medio de la desolación en la que estaba sumida. Durante el domingo llegó a plantearse contarle su propia historia, pensando que quizá al compartir su gran drama pudiera aliviarla y ayudarla a superar el desconsuelo, pero prefirió no hacerlo. Había decidido que nunca contaría su pasado a nadie y se mantenía firme en su resolución. Ella había aprendido a vivir con aquellos recuerdos que gravitaban en forma de nebulosa en algún lugar recóndito de su mente, no podía remover todo aquello.
Debra apareció en el pequeño salón con claras señales en su rostro de haber pasado otra noche en vela.
—Estoy espantosa —dijo nada más cruzar la puerta.
—No te preocupes, el maquillaje lo arreglará todo —le contestó Rania, que veía complicado cómo disimular la ostensible hinchazón de los párpados.
Debra le mostró su móvil:
—Mira. —Tenía abierta la portada de un diario digital. En ella aparecía su propia foto con un titular:
El financiero muerto en accidente este fin de semana era novio de la conocida reportera Debra Williams.
—No me dejarán en paz, los colegas no pararán de llamar para saber algo, va a ser una pesadilla —añadió resignada.
—La pesadilla es que él haya muerto, lo que hagan o digan los demás no importa. Tú debes poder manejarlo en tu mente, Debra. Has de ser fuerte, tienes toda la vida por delante. Tienes a tu familia, a tus amigas, tu trabajo... De hecho, lo mejor es que nos concentremos en el presente. Hoy en la grabación, tras compadecerte, todos te estarán mirando, buscando algún gesto, algún detalle. Tú tienes que hacer la mejor actuación que nunca antes hayas hecho. Nos tenemos que aislar. Esta tarde en el funeral volverás a ser la exnovia de Max; pero ahora cada minuto eres Debra Williams, la excelente reportera.
Debra se quedó sorprendida por la contundencia de las palabras de Rania, por la seguridad que le trasladaban sus pensamientos. Además tenía razón, los consejos que le estaba dando eran muy juiciosos.
—Es una suerte tenerte conmigo, Rania, tienes razón en lo que dices. Vámonos, que el coche nos estará esperando.