Capítulo 59
En las oficinas de STAR I la semana estaba resultando muy tranquila. Al no tener ninguna inversión en curso, se limitaban a estudiar los mercados y actualizar los datos en los modelos de inversión, pero no se percibía una especial tensión como semanas atrás, cuando estaban operando con cientos de millones. La estrategia marcada por Arito en el último comité de inversión era esperar a que las cotizaciones subieran para, cuando esto ocurriera, poder volver a apostar a la baja.
Arito, sin embargo, llevaba un par de días encerrado en su despacho. Pasaba las horas pegado a la pantalla de su ordenador, que solo abandonaba en contadas ocasiones para hacer alguna llamada.
De pronto salió del mismo con paso decidido, lo que llamó la atención de todos los colegas que se cruzaron en su camino, acostumbrados a verle siempre caminar sosegadamente.
Se dirigió al despacho de Max.
—¿Tienes un momento? —preguntó.
—Sí, claro —contestó al tiempo que cerraba la hoja de Excel donde tenía la lista de los asistentes a la gran fiesta que estaba organizando con Checo para el siguiente viernes.
Arito cerró la puerta.
—Max, he estado investigando a Alpha Analytics. —Él se removió en su cómoda butaca de piel de cuero negro—. No está en los registros de sociedades de Nueva York, tampoco en Nueva Jersey. —Muchas compañías financieras estaban registradas en ese Estado.
—Bueno, estará en otro Estado. ¿Cuál es el problema?
—No, no lo está, he revisado todos los registros del país.
—¿Y qué? Quizá pertenece a algún grupo de empresas y está registrada bajo otro nombre —comentó Max, que se sentía algo incómodo hablando de ese asunto.
—He preguntado a mis colegas del sector de análisis financiero y nadie la conoce.
—¡Vamos! ¿qué pretendes demostrar, Arito?
—Demostrar nada, solo que hemos seguido las directrices de inversión de una empresa de análisis financiero que no está registrada por ninguna parte y nadie conoce.
—Bueno, Arito, no pasa nada. Solo ha sido una vez, acuérdate. Venía recomendada por nuestros socios de Goldstein, seguro que ellos nos podrían aclarar el asunto.
—Me gustaría conocerlos, reunirme con esos tipos de Alpha Analytics, saber cómo trabajan, qué modelos utilizan... —dijo con firmeza Arito.
—Bueno, no te preocupes, ya organizaré una reunión. Yo me encargo. —Entonces Max se puso de pie para indicar a su interlocutor que la reunión había terminado.
Arito salió del despacho cabizbajo. Volvió a su oficina, esta vez caminando a su ritmo habitual. Le habría gustado una reacción distinta por parte de Max, pero tampoco le sorprendió. Él, como buen japonés, era un tipo obsesionado por la perfección en su trabajo, amaba los detalles. Disfrutaba tanto o más de los procesos que de llegar a las metas. Pero allí en Wall Street era al contrario: los procesos resultaban irrelevantes, lo único verdaderamente importante era la conclusión y la única meta era el dinero. STAR I había ganado ya sesenta millones de dólares en muy poco tiempo, ¿quién iba a reparar en cómo? Lo importante era la cifra. Pero eso no iba con él, no estaba satisfecho.
Max, por su parte, se quedó pensativo en su despacho. Sentía lo que estaba ocurriendo porque Arito era un gran profesional y le apreciaba mucho; bajo ninguna circunstancia quería perderlo. Pero, por otro lado, no le quedaba otra opción; era consciente de que esos tipos le habían puesto allí para que siguiera sus directrices. «Bueno, quizá logre hacerle cambiar de opinión», se dijo a sí mismo no muy convencido. Entonces le entró una llamada al móvil. Se trataba de Checo.
—¿Qué pasa, tío? —dijo en un tono muy apagado, todavía afligido por la conversación con Arito.
—Hola, Max. Tenemos que revisar la lista, se acerca el gran día.
Mientras Checo le hablaba, él abría de nuevo la hoja de cálculo de Excel sin mucho entusiasmo.
—¿Cuántos invitados te salen?
—Doscientos cincuenta. ¡Joder! se nos ha ido un poco la mano. —Y rio imaginándose lo que iba a ser el evento.
—¿No son demasiados? —preguntó Max.
—Si quieres hacer la fiesta del año de Manhattan tienen que estar todos —afirmó Checo.
—Joder, pero si a muchos no los conozco —exclamó casi malhumorado.
—Oye, ¿qué te ocurre? yo solo pretendo ayudarte.
—Perdona, Checo, tienes razón; es que he tenido un mal día y me temo que Arito se va a ir de STAR I.
—¿Arito? Pero ¿no estabas muy contento con él?
—Y lo estoy. Es él, que se quiere ir, es que... —dudó un momento—. Lo que ocurre es que estos tipos de Goldstein aprietan mucho. Bueno, ya te lo contaré.
—Solo faltaría que fueran mansos... ¡Ni que fueras nuevo en Wall Street! ¿Quieres un consejo? —y añadió sin dar tiempo a que pudiera contestar—: Tú concéntrate en la pasta que estás ganando y en la fiesta para celebrarlo y déjate de malos rollos.
—Por cierto, hoy me entregan el coche.
—Joder, tío, conducirlo por Manhattan va a ser la hostia.
—¿Me quieres acompañar a recogerlo?
—Sí, claro. ¿Dónde es?
—En el número 1 de York Street.
—OK, nos vemos allí a las seis.
Max dirigió la mirada a la pantalla de su ordenador sin mucho interés. Pero su gesto cambió abruptamente cuando sus ojos se posaron en la bandeja de entrada y leyeron: «Alpha Analytics».
Sin dilación abrió el nuevo email y vio su contenido.
«24-45-9 500m».
De inmediato tomó la edición del día del Wall Street Journal, al que se había suscrito y que tenía abandonada en una mesa supletoria situada a su derecha.
Fue a las páginas de Mercados y empezó a contar palabras desde el titular. La 24 era U, la 45 K y la 9 P: UKP; sabía perfectamente de qué compañía se trataba: la multinacional United Kingdom Petroleum. La tercera compañía petrolera del mundo. Desplegó la ventana de Bloomberg que tenía abierta y minimizada y escribió en la caja de búsqueda de valores «UKP». Seleccionó un periodo de dos años. La gráfica que se dibujó era incontestable: la evolución de su cotización estaba en mínimos en esos últimos dos años. Se fijó de nuevo en la serie de números del email y observó la cantidad final: 500m. Eso significaba que le estaban recomendando que invirtiera esa cantidad en un valor que difícilmente iba a bajar, sino más bien al contrario. Y además esta nueva recomendación representaba un importe mucho más alto que las anteriores. Volvió a coger el periódico y repitió el proceso de identificación de las siglas. Para su turbación, la primera lectura era correcta: de nuevo le salía UKP; no había ninguna duda de que la recomendación de Alpha Analytics era alquilar acciones de United Kingdom Petroleum por un valor de quinientos millones de dólares. En ese instante entró un segundo email de Alpha Analytics que no llegó a abrir. Las cifras de la serie que tenía en la pantalla se convirtieron en signos y letras sin sentido y a continuación se borraron ambos mensajes ante sus ojos. Como había hecho la primera vez, seleccionó «mensajes eliminados» y al abrirse esta carpeta pudo comprobar que no había ningún mensaje procedente de Alpha Analytics. Todo había ocurrido de nuevo de la misma manera que cuando recibió el primer email de esa siniestra compañía.
Apostar a la baja sobre las acciones de United Kingdom Petroleum era una propuesta disparatada. Con el barril de petróleo en precios altos y serias amenazas del Gobierno iraní de cerrar la salida de crudo por el canal de Suez, aquello no tenía ningún sentido. Todas las variables del sector petrolero apuntaban a que los precios del crudo se mantendrían altos con tendencia al alza, y el abastecimiento de barriles en máximos. Era impensable que las compañías petroleras fueran a perder valor en Bolsa.
Tomó una decisión: esta vez se rebelaría, no seguiría las recomendaciones de Alpha Analytics.