Capítulo 72

A las siete de la mañana Bill Parker ya estaba en pie; acostumbraba a madrugar también los sábados. Siguiendo la rutina habitual, se dirigió a su baño —su mujer tenía uno propio en el lado opuesto de la suite matrimonial—. Estaba alicatado y solado en mármol de Carrara, universalmente conocido como uno de los mármoles más apreciados por su blancura, casi sin vetas y de grano fino y harinoso. El suyo estaba adornado con dibujos geométricos bañados con polvo de oro.

Constaba de tres estancias: la principal acogía el lavabo, armarios y espejos, la segunda era una sauna individual y la tercera albergaba un gran jacuzzi, el aseo y la ducha, ambos separados por una puerta de cristal. Esta última disponía de un banco en el que antes de enjabonarse acostumbraba a sentarse bajo un chorro a presión de agua caliente. La reforma del baño había costado doscientos cincuenta mil dólares. Por supuesto, era para su uso privado; su mujer disponía de otro idéntico.

Siguió el ritual de todos los sábados. Se secó al salir de la ducha con toallas de tejido de algodón egipcio bordadas con sus iniciales, luego se puso el albornoz de algodón satinado y se dirigió hacia una salita soleada de la planta baja, con vistas al gran jardín que rodeaba la mansión. Una de las tres asistentas del servicio doméstico que trabajaban como internas en la casa ya le había preparado el primer café del día suavizado con leche espumosa. Sentado en aquella salita con decoración de estilo renacentista, revisó el móvil que utilizaba para el trabajo. Sin seleccionarlos, pasó por encima de varios emails recibidos; la mayoría eran breves adelantos de noticias de actualidad y deportivas. A continuación miró su móvil privado. Observó que había un mensaje recibido a través de WhatsApp. Solo cinco personas conocían la existencia de ese número: su mujer, su secretaria, una importante personalidad de Washington, un buen amigo, magnate de los medios de comunicación, y por supuesto Larry Coach, su hombre de máxima confianza. El mensaje provenía de este último. No le sorprendió el hecho de que utilizara el número de ese terminal. El texto era escueto: «Max Bogart ha muerto esta madrugada».

Parker no movió ni un músculo de su cara y, como era habitual en él, tampoco pestañeó durante largos segundos. A continuación volvió a dejar el terminal sobre la mesita de al lado y, con parsimonia, tomó la gruesa edición en papel del New York Times que ya le había colocado el servicio en la mesita de apoyo situada a su derecha. Al separar el primer suplemento de noticias pudo leer:

Tres muertos en la FDR en un aparatoso accidente

Esta madrugada se ha producido un trágico accidente de tráfico en la FDR a la altura de la Calle 40, cuando un Ferrari FF, que marchaba a gran velocidad, perdió el control mientras circulaba en dirección norte. Tras golpear repetidas veces en ambos guardarraíles, saltó la mediana volando hacia los carriles del sentido contrario, donde, tras estrellarse de frente con dos vehículos, fue arrollado por un camión de gran tonelaje.

Se da la circunstancia de que el conductor del deportivo era Max Bogart, un exitoso y conocido financiero, anfitrión de una gran fiesta celebrada también ayer en Manhattan y de la que damos buena cuenta más adelante en la sección de Sociedad. Por alguna razón desconocida, el joven financiero había abandonado la misma antes de que terminara.

En el accidente también fallecieron los conductores de los dos vehículos contra los que impactó: un Ford y un Toyota. Al cierre de esta edición estaba pendiente de confirmar su identidad. En una primera valoración del trágico suceso, el portavoz del NYPD consideró como probable causa del accidente la alta velocidad a la que circulaba el Ferrari. La FDR tuvo que permanecer cerrada al tráfico por espacio de tres horas para poder proceder a la limpieza de los numerosos restos esparcidos en un radio de más de doscientos metros.

Junto a la noticia se podían ver dos fotografías: una del coche destrozado y otra, un primer plano de Max tomado precisamente a la entrada de la fiesta.

Parker dejó el suplemento de Actualidad sobre la mesita y cogió el de Deportes.

El enigma de Rania Roberts
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