Capítulo 46
La última vez que Max cruzó el vestíbulo del 1101 de la Sexta Avenida le invadía la euforia. Sin embargo, en esta ocasión sentía cierta inquietud: aquella reunión algo precipitada y a aquella hora... «Aunque tampoco hay que preocuparse antes de tiempo», se dijo a sí mismo. El lugar se encontraba desierto, hecho muy poco habitual cualquier día de la semana, pero no así un viernes por la tarde.
—Señor Bogart —interrumpió sus pensamientos un guardia de seguridad de enorme envergadura surgido repentinamente de ninguna parte.
No le resultaba familiar, y eso que tenía una memoria infalible para las caras y los conocía a todos.
—Sí —contestó.
—Tiene una cita con el señor Parker, ¿verdad?
Max dedujo que, por el contrario, ese guardia sí le conocía a él o alguien le había mostrado una fotografía suya. No dijo nada, solo asintió con la cabeza.
—Acompáñeme, por favor. —Se sorprendió al ver que aquel hombre no tenía intención de registrar su entrada pese a los estrictos protocolos de seguridad que se seguían en el edificio de Goldstein Investment Bank. Pasaron de largo los ocho ascensores que conducían a las plantas superiores y al llegar a una puerta que se encontraba al fondo de la estancia, el guardia acercó una tarjeta a una placa de plástico incrustada en la pared con una casi imperceptible luz roja en su interior. La puerta se abrió automáticamente. Entraron en un pequeño recibidor enmoquetado en tonos grises claros y con un cuadro abstracto rodeado de dos apliques que parecían ser de plata.
El hombre pasó la misma tarjeta por encima de lo que parecía el botón de llamada de un ascensor.
—Es el ascensor privado del señor Parker —le indicó a Max, que ya lo había intuido. Unos segundos después las robustas puertas se abrieron. El interior del ascensor parecía una prolongación del recibidor: la misma moqueta gris tapizaba el suelo de la cabina. Solo había un interruptor, que presionó aquel enorme hombre cuya dimensión les hacía estar demasiado juntos en un espacio tan estrecho.
—Perdón, pero trabajé en Goldstein varios años y no le recuerdo. ¿Cómo se llama? —Max rompió el silencio.
—Dan —musitó, evidenciando su interés por acabar con aquel diálogo.
Tras unos veinte segundos de subida, el ascensor frenó su ascensión con suavidad y las puertas se abrieron directamente a un despacho.
—Hola, Max, ¿cómo estás? —Parker apareció frente a él y le ofreció la mano—. Qué bien que hayas podido venir. —El recibimiento fue muy afable, como en el restaurante Eleven Park Madison Avenue el día que lo conoció en persona.
Max le estrechó la mano. Al instante se dio cuenta de que les acompañaba Larry Coach. Este último estaba de pie junto a un sofá Chester de piel capitoné color granate, escoltado por dos butacas del mismo estilo.
—Pasa y siéntate. ¿Quieres una copa? ya es viernes por la tarde... —continuó enlazando unas frases con otras.
Max, que hasta el momento no había tenido ocasión de abrir la boca, dijo:
—No, gracias, estoy bien así.
—¿Desea algo más, señor? —interrumpió el guardia.
—No, Dan, se puede retirar.
Ambos se acercaron a los sofás. El jefe de gabinete de Parker no hizo esfuerzo alguno por saludarle, simplemente levantó la cabeza y las cejas a modo de bienvenida.
Parker inició la conversación. Hizo un repaso de lo acontecido desde la fundación de STAR I, comentando en voz alta todas las operaciones que habían hecho. Recordaba los precios a los que habían vendido y comprado. Max se quedó sorprendido: algunas de aquellas cifras ni siquiera él las conocía con tal precisión.
—Mira, Max, el balance de estos tres meses es bueno, pero creemos que tú y tu equipo podéis conseguir todavía mejores resultados. Para que veas la confianza que tenemos en ti, el comité ejecutivo de Goldstein ha decidido ampliar las garantías a STAR I hasta mil millones de dólares adicionales.
En la práctica eso significaba que podrían apostar a la baja por cantidades muy elevadas, tres veces más de las que en ese momento operaban. Max se quedó sorprendido porque, si bien estaban consiguiendo resultados positivos, todavía consideraba que tenían mucho que aprender y no debían arriesgar.
—Bill, eso es muy halagador, pero quizá deberíamos ir algo más despacio. Hemos obtenido ciertos resultados, pero pasar de invertir trescientos millones a mil trescientos son palabras mayores. Las modelizaciones del equipo de inversión de Arito están empezando a dar resultados, pero todavía hay mucho trabajo. Los sistemas de control de riesgos, los procedimientos de ejecución... en fin, todo se tiene que robustecer, apenas llevamos tres meses operando. No quiero que me malinterprete, pero hemos de ir paso a paso.
Parker sonrió.
—¿Más despacio? ¿Para qué vamos a perder tiempo? El tiempo es dinero. Entiendo lo que dices, Max. —Y le observó fijamente con esa penetrante mirada sin parpadeo. Luego dio un trago a la copa de balón de Chivas Regal de dieciocho años que se había servido—. Pero no te preocupes, vamos a ayudarte a tomar algunas decisiones de inversión para que todo sea más fácil. Max, tienes una posición privilegiada y te puede ir muy bien en este negocio; es importante trabajar en equipo, escuchar a los mejores expertos —añadió tras un breve paréntesis.
—Por supuesto —asintió Max mirando fijamente a Parker, aunque todavía no sabía bien a qué se refería.
—Mira, para facilitarte las decisiones de inversión hemos contratado a Alpha Analytics. Es una empresa de análisis de inversión radicada en Nueva Jersey. La hemos estado siguiendo durante el último año y sus predicciones sobre movimientos de acciones en Bolsa han sido las más acertadas de los mercados. Contratamos sus servicios para Goldstein Investment Bank hace seis meses, hemos seguido sus recomendaciones en algunas de nuestras mesas de valores y están un diez por ciento por encima de la media de rentabilidad.
—¿Cómo trabajan? ¿siguen algún proceso de inversión distinto? —preguntó con interés Max.
—No, simplemente manejan cientos de datos sobre las compañías que cotizan: sus resultados, la evolución de la economía y hasta datos estadísticos de inversores. Tienen correlaciones múltiples en sus modelos, como las que diseña Arito en STAR I, pero multiplicando ampliamente la información que introducen en sus modelos.
—¿Por qué no empezamos a trabajar con ellos en STAR I desde el principio? —inquirió Max.
—Porque Alpha Analytics trabaja para el banco y hemos de tener cuidado. Piensa que en STAR I apostáis por valores que pensáis que bajarán y hasta ahora Alpha Analytics nos recomienda sobre valores que puedan tener un comportamiento positivo en el futuro, no negativo.
—¿Y cuál es el acuerdo con ellos?
Parker se echó hacia atrás en el sofá y contestó hablando algo más despacio:
—Van a iniciar una línea de recomendación para STAR I. Aplicarán sus modelos para identificar valores que presumiblemente bajarán.
—Pero en STAR I ya disponemos de nuestro propio proceso inversor.
—Sí, claro, y debéis seguir utilizándolo; las recomendaciones de Alpha Analytics os darán un valor añadido. Complementarán las vuestras para así tomar las mejores decisiones.
Entonces se abrió la puerta del ascensor y apareció en su interior el enorme tipo de seguridad. Parker se levantó casi saltando del sofá.
—Me ha encantado verte, Max. Larry te explicará los detalles. —Y le extendió la mano a Max como despedida. Este apenas tuvo tiempo de levantarse para estrechársela—. Nos vemos pronto, que tengas un buen fin de semana. —Exhibió su más amplia sonrisa y se retiró hacia el ascensor. Apenas habían transcurrido unos veinte minutos.
Max y Larry se quedaron solos en la sala. Este último, que hasta ahora no había intervenido, entrelazó sus grandes dedos y empezó su discurso:
—Las recomendaciones de Alpha Analytics te llegarán en clave.
—¿Cómo?
—Una serie de números con una eme al final. Por ejemplo: 3-43-7 200m. Coge la versión en papel del Wall Street Journal del día y dirígete a la sección de Mercados. Y cuenta desde el titular. En este ejemplo el 3 sería la tercera palabra, el 43 la palabra que ocupa ese lugar en el artículo y el 7 la séptima. Junta las iniciales de las tres palabras y te saldrá la etiqueta con la que cotiza en Bolsa un valor. Por ejemplo, si la primera letra de las palabras fuera la B, por la tercera palabra; la segunda la O, situada en el lugar 43, y la tercera la A, por la palabra séptima, estaríamos hablando del BOA (Bank of America). La última cifra de la serie, 200m, te indica los millones de dólares en valor de las acciones sobre los que debéis operar. En el ejemplo anterior, 200m significaría doscientos millones de dólares en acciones del BOA. ¿Se entiende? —Acabó su parrafada al tiempo que se ajustaba los gemelos de oro de su camisa azul de cuello blanco.
—Claro que se entiende, pero ¿por qué tanto misterio? ¿por qué no vienen a nuestro comité de inversión y nos las dan allí?
—Como te ha comentado Bill, Alpha Analytics ya trabaja para Goldstein Investment Bank y con sus predicciones hacemos recomendaciones a los clientes. De cara al regulador y la opinión pública, no se entendería que no les avisáramos cuando la misma compañía que nos ayuda a predecir subidas predice bajadas. Por otra parte, interceptar un correo electrónico está al alcance de cualquiera; si llegara a la prensa alguna información sobre qué compañías pensamos que pueden sufrir caídas, podríamos arrastrar a los mercados. No hay nada ilegal en todo esto, pero debemos cuidar las formas; alguien podría intentar demostrar que hay un conflicto de intereses, ya sabes cómo están todos deseando joder a los bancos de inversión.
—¿Y cómo me harán llegar la información?
—Te llegará un email desde Alpha Analytics; has de estar atento porque al cabo de dos minutos llegará un segundo email con un sencillo virus que primero identificará el email anterior y después convertirá la serie de números en palabras sin sentido alguno, para finalmente eliminar los dos mensajes, de tal manera que no quede rastro de ellos.
—¿Y cuándo empezaré a recibir las recomendaciones? —preguntó Max, que no acababa de verlo claro.
—Durante las próximas semanas, ahora están actualizando sus modelos. Una cuestión más: es mejor que no se lo digas a nadie.
—Pero ¿ni siquiera a Arito, el jefe de inversiones?
—Dile que son tus propias predicciones. Tú eres el jefe de STAR I, no debería ser un problema.
El ruido de la puerta del ascensor al abrirse interrumpió la conversación. Esta vez venía vacío. Larry se levantó invitándole a que él lo hiciera a su vez.
—¿Te queda alguna duda? —Max negó con la cabeza—. OK, que tengas un buen fin de semana.
—Lo mismo te deseo —contestó Max fríamente, para a continuación levantarse e irse hacia el ascensor privado. Solo entonces se fijó con mayor detenimiento en el entorno. Al fondo, junto a un gran ventanal, estaba ubicada una mesa de roble antique con una silla en el centro y dos más enfrente. Ningún artículo personal se mostraba sobre la mesa: ni fotografías ni bolígrafos ni papeles. Tampoco libros ni revistas alegraban la estantería de la pared del lado izquierdo de la habitación. Entró en el ascensor mirando hacia la estancia por última vez. La figura corpulenta de Larry en pie, con su aspecto amenazador apenas disimulado con su traje rayado de corte italiano y su camisa azul de cuello blanco, fue lo último que vio antes de que se cerraran las puertas.
Durante el rápido descenso al vestíbulo le sobrevino un pensamiento: «¿He estado realmente en el despacho de Bill Parker?».