Capítulo 48
Las semanas siguientes transcurrieron sin grandes sobresaltos en los mercados. STAR I mantuvo el nivel de inversiones sobre los trescientos millones de dólares en los que se encontraba e inició un profundo análisis para decidir en qué valores apostar, dado que su capacidad de inversión había aumentado en mil millones.
Arito y su equipo tenían ya diseñada una propuesta para el comité que se iba a celebrar al día siguiente, como cada viernes. Se trataba de un comité especial, porque si se aprobaban sus propuestas, se empezaría a invertir por encima de los trescientos millones. Acertar en los valores era clave para el futuro de STAR I y todos lo sabían. Si tomaban las decisiones adecuadas, ganarían muchísimo dinero; por el contrario, si no lo hacían, además de perder importantes cantidades, al final del año lo más seguro es que todos ellos fueran reemplazados.
Arito, como jefe de inversiones, estaba tenso. En esos cuatro meses de funcionamiento del hedge fund había entablado una magnífica relación con Max. Decidió acercarse a su despacho. Tenía unos veinte metros cuadrados, con una mesa de cristal de unos dos centímetros de grosor y soportes negros con tres pantallas permanentemente encendidas. En la esquina izquierda, un marco con una bella imagen de Debra. También había una gran mesa rectangular, con capacidad para ocho personas sentadas holgadamente. Sobre un mueble negro de baja altura reposaban dos balones de fútbol americano firmados por sus excompañeros, recuerdo de sus tiempos en la universidad. Una camiseta de Tom Brady, el quarterback de los Patriots de Nueva Inglaterra, enmarcada con un fino cristal y un marco negro y con una dedicatoria: «Para Max, el mejor quarterback de Wall Street». Era el único cuadro que adornaba las paredes. No había ningún papel a la vista.
—Hola, ¿te interrumpo? —preguntó Arito respetuosamente desde la puerta.
—No, en absoluto; pasa, por favor.
—Mañana tenemos el comité de inversiones más importante desde que fundamos STAR I, vamos a proponer tomar posición en acciones por un importe de otros cuatrocientos millones de dólares adicionales. Te quería adelantar alguno de los criterios que hemos seguido.
Max ya conocía bien a Arito, sabía que cuando estaba estresado necesitaba contrastar todo cien veces, así que le dejó seguir.
—Adelante, por favor, te escucho.
—Para seleccionar los sectores hemos primado criterios financieros, y en segundo lugar del entorno macro internacional, que luego te explicaré. Respecto a los financieros, tomamos los resultados de las cinco compañías top de cada sector. —Tenían perfectamente clasificadas en sus bases de datos todas las empresas que cotizaban por sector y región geográfica como criterios principales—. Utilizamos tanto los datos publicados de resultados financieros como los de actividad que nos han facilitado en las reuniones y reportes de analistas publicados.
Arito continuó su explicación con vehemencia. Su inglés había mejorado mucho pero todavía se hacía difícil de seguir, así que Max tenía que ponerle mucha atención para no perderse nada. Pasada media hora de explicaciones, Max disminuyó su nivel de concentración y echó un vistazo rápido a la pantalla de ordenador que tenía en su mesa y se interponía entre Arito y él. Casi cubría la pequeña cabeza de Arito. Dirigió su mirada ligeramente hacia abajo de tal manera que podía ver la bandeja de entrada de su ordenador. Leyó rápidamente la lista de nuevos mensajes.
Dos noticias de Reuters, un mensaje del director de Tecnología y Sistemas de STAR I, otro del responsable financiero y uno de Debra. Se percató de que Arito le seguía con la vista.
—Sigue hablando, Arito, te escucho. —Abrió el mensaje de Debra: «Cariño, mañana es viernes. ¿Has reservado en algún restaurante?». «Sí, claro, una sorpresa», escribió, y presionó la tecla enter. A continuación fue a mensajes enviados y se lo reenvió a su secretaria; ella ya sabía lo que tenía que hacer.
Dirigió de nuevo su mirada a Arito, que continuaba sin inmutarse con sus explicaciones. Unos segundos después se escuchó el sonido que avisaba de la entrada de un nuevo mensaje. Pensó que sería su secretaria pidiéndole detalles sobre el tipo de restaurante en el que tenía que reservar. Por instinto miró de nuevo a la pantalla y leyó en el remitente: «Alpha Analytics». No pudo disimular su perturbación. Instintivamente, se sentó más derecho sobre la silla. Abrió de inmediato el email y leyó:
3-56-14 100m.
6-8-32 100m.
45-27-19 200m.
16-39-2 200m.
2-75-5 200m.
Se quedó unos segundos pensativo. Sacó un papel de un cajón y apuntó las cinco series.
Arito observó la anotación que Max hizo sobre el papel —su jefe cada vez le prestaba menos atención— e interrumpió su explicación con una pregunta:
—¿Entiendes bien el planteamiento? ¿Estás de acuerdo?
Max se puso en pie y contestó:
—Sí, claro, pero si me disculpas un momento, tengo algo urgente que hacer. —Ponerse en pie era la táctica más efectiva para que las visitas advirtieran que la reunión había terminado, era la clave precisa para que también se levantaran y se fueran.
—Sí, no te preocupes, luego volveré —dijo Arito casi disculpándose.
Max le acompañó a la puerta y la cerró. Nunca lo hacía. Descolgó y marcó la tecla de su secretaria.
—Consígueme la versión en papel del Wall Street Journal de hoy, por favor.
Escuchó un nuevo aviso de entrada de email. Miró la bandeja de correo y apareció un segundo mensaje de Alpha Analytics. El asunto estaba en blanco. Lo abrió y comprobó que no tenía contenido alguno. Recordó las palabras de Coach, el jefe de gabinete de Parker: «... al cabo de dos minutos llegará un segundo email con un sencillo virus que primero identificará el email anterior y después convertirá la serie de números en palabras sin sentido alguno...». Rápidamente abrió de nuevo el primer mensaje de Alpha Analytics y pudo observar cómo las cuatro series de números se convertían delante de sus ojos en letras sin sentido. En una fracción de segundo, sin que él moviera el cursor o presionara tecla alguna, se seleccionó el icono de la papelera de la barra de herramientas y la pantalla volvió a bandeja de entrada. Los dos mensajes de Alpha Analytics habían desaparecido. Pinchó el icono de la papelera y revisó los email borrados. Ni rastro de los de Alpha Analytics.
Todo el proceso descrito por Larry Coach se había desarrollado íntegramente ante sus ojos; era como si alguien manejara a distancia su ordenador.
Con el Wall Street Journal en su poder se dirigió a la sección de Mercados e inició el trabajo para descifrar los símbolos de las compañías en las que se suponía debía invertir. La primera serie era: 3-56-14 100m. Según las explicaciones del jefe de gabinete de Parker, las tres primeras indicaban la posición en el artículo que ocupaban las palabras que debía buscar; la última cifra, 100m, significaba el valor de las acciones que debían pedir prestadas. Buscó en la sección de Mercados la palabra en la posición tercera: unic, apuntó la letra U; a continuación la palabra 56: zap, y apuntó la letra Z; y finalmente la palabra número 14: borough, apuntó la letra B. Ya tenía la abreviatura de la primera compañía: UZB. Introdujo las iniciales en el buscador de Bloomberg: se correspondía con United Zurich Bank, un gran banco suizo especializado en banca privada internacional, de reputado prestigio. Tecleó UZB en el buscador de valores de Bloomberg y le salió un gráfico con la evolución del día de su cotización. Marcó un periodo de un año y observó que, durante ese lapso de tiempo, las acciones de UZB habían bajado hasta un veinte por ciento como consecuencia de la crisis del sector financiero. Le sorprendió la recomendación. ¿Por qué Alpha Analytics predecía que las acciones de UZB iban a seguir bajando a corto plazo si ya lo habían hecho ampliamente en lo que iba de año?
A continuación entró en la ventana de recomendaciones de analistas. Había consenso: un ochenta por ciento de ellos recomendaban comprar porque esperaba que el banco se revalorizara durante lo que quedaba de año. ¿Y Alpha Analytics apostaba por lo contrario...? STAR I debía alquilar títulos de UZB por un valor de cien millones de dólares para venderlos, esperar que bajaran las acciones y comprar de nuevo los mismos títulos a un precio muy inferior. Pero ¿era eso prudente cuando una amplia mayoría de los expertos recomendaba lo contrario?
Procedió con la identificación de la segunda serie. Repitió el proceso para obtener la nueva tag: TRO, que se correspondía con Tropical Ltd., la mayor compañía de venta on-line de libros y música. Su cotización se había revalorizado un catorce por ciento el último año. Tampoco había indicio alguno que pudiera hacer pensar que sus títulos fueran a caer, más bien al contrario. Entró de nuevo en la página de recomendaciones de analistas y el noventa por ciento recomendaba comprar, todos ellos predecían que las acciones de Tropical Ltd. iban a subir en los próximos seis meses.
Siguió el proceso con las tres series restantes. Se trataba de las iniciales de tres grandes bancos europeos: uno español, otro italiano y el mayor banco alemán. Comprobó las cotizaciones de todos ellos. Habían bajado mucho en los últimos meses, entre un veinte por ciento y un cuarenta y cinco por ciento desde el inicio de la crisis; la mayoría de especialistas preveía que se mantendrían o incluso se recuperarían ligeramente. Apostar a que seguirían bajando suponía un alto riesgo.
Max no entendía nada. Alpha Analytics le estaba recomendando que firmara contratos de préstamo de acciones con propietarios de valores por un importe de ochocientos millones de dólares y lo hacía sobre un banco suizo de banca privada que había esquivado la crisis con buenos resultados, la empresa de venta on-line de más éxito del mundo, que estaba a punto de lanzar un terminal de lectura digital de excelente rendimiento, y tres bancos europeos que la lógica hacía pensar que ya no podían bajar más de lo que lo habían hecho.
¿Cómo iba a argumentar esas inversiones a Arito y a todo el comité de inversión del día siguiente?
Tras meditarlo durante unos segundos, contrariado, tomó su móvil y marcó un número.
Una voz de mujer contestó al otro lado de la línea.
—Hola. Quería hablar con Bill Parker, por favor.
—El señor Parker no le puede atender en este momento —contestó su secretaria.