Rachel

Como Zhang no me contestaba al teléfono, y cuando llamé a la comisaría alguien de la investigación me dijo que ni Clemo ni Fraser me podían atender, tuve que recurrir a John. O, como le calificaban los periódicos, el intachable señor John Finch, médico especialista en cirugía pediátrica general y orgulloso marido de una nueva y preciosa esposa.

Me respondió al teléfono con la misma urgencia con que yo cogía todas las llamadas que recibía. Tengo que reconocerle el mérito de que consiguiera disimular rápidamente la decepción que obviamente sintió cuando le dije que no tenía noticias, me tomara totalmente en serio cuando le expliqué lo de los dibujos y no pusiera reparos cuando le pedí que me llevara a la comisaría para enseñarles el cuaderno.

Mientras subía por las escaleras de Kenneth Steele House, me di cuenta de que apenas recordaba nuestra llegada días antes. La recepcionista nos dijo que si le dejábamos el cuaderno a ella, se aseguraría de hacerlo llegar a la sala de investigaciones.

Le dije que prefería hablar con alguien en persona. Mencioné a la inspectora Zhang y al inspector Clemo.

Nos pidió que nos sentáramos y ambos nos dirigimos al mismo sofá que habíamos ocupado el lunes por la mañana.

La recepcionista hizo unas cuantas llamadas. Habló en voz baja, con la cabeza gacha y tapándose la boca por si le leíamos los labios. Después cruzó el vestíbulo con los tacones resonando sonoramente contra el suelo y nos dijo:

—Va a bajar alguien para hablar con ustedes en cuanto sea posible. Les ruego que tengan un poco de paciencia.

Después nos trajo té caliente en unas tazas de un plástico tan fino que nos quemamos los dedos.

John ocupó el tiempo de espera en examinar el cuaderno de Ben metódicamente, página por página, una y otra vez. Yo no podía quedarme sentada, el cuerpo me vibraba por la impaciencia, y después de lo que me pareció una espera interminable, me acerqué a la recepcionista otra vez.

—Ahora viene alguien. Es que ahí arriba están muy ocupados —me contestó.

—¿Y no podemos interrumpirles? Esto es muy importante.

—Ya saben que está usted aquí, pero es que están en una reunión.

—¿Podría al menos hablar con la inspectora Zhang?

—Por favor, tenga paciencia, señora Finch.

—Me apellido Jenner.

—Perdone, señora Jenner. La inspectora Zhang y el inspector Clemo acaban de llegar y les he llamado a la sala de investigaciones, pero ambos están ocupados en este momento. Si no le importa esperar un poco más, le aseguro que uno de los dos bajará muy pronto.

—Por favor…

—Discúlpeme pero tengo que pedirle que vuelva a sentarse.

Me senté, pero no paré de sacudir las rodillas y retorcerme las manos.

—Tal vez sería mejor que dejáramos el cuaderno aquí —sugirió John.

—¿Y si no entienden la letra de Ben?

—Rachel…

—No. Quiero dárselo yo, explicárselo.

Pasaron otros diez minutos y mi paciencia se agotó. Le cogí el cuaderno a John y exclamé:

—Si no baja nadie aquí, subiré yo.

—No, no lo hagas —pidió John, pero no fue lo bastante rápido para detenerme.

Me dirigí otra vez a la recepción impulsada por mi certidumbre y mi rabia porque no había venido nadie a escucharnos.

—¿Dónde están? —pregunté a la recepcionista.

—Señora Jenner, solo le pido un poco más de paciencia…

—Deje de pedirme eso. ¿Cómo voy a tener paciencia? Mi hijo está desaparecido, y si nadie se molesta en bajar, iré yo adonde estén. ¿Qué puede ser más importante que una nueva prueba de la que no sabían nada hasta ahora? ¿Cómo es posible que pueda conseguir la atención inmediata de cualquier periodista del país pero no la de alguno de los policías que investigan el caso de mi hijo? ¿Debería llevar esto a la prensa? ¿Cree que debería?

Agitaba el cuaderno ante ella, blandiéndolo ante su cara.

—Por favor, no levante la voz, señora Jenner.

—Levantaré la voz si me da la real gana. ¡Y seguiré levantando la voz hasta que ALGUIEN VENGA AQUÍ Y MIRE ESTE CUADERNO! —Golpeé con fuerza la mesa que tenía delante con el cuaderno—. TIENEN QUE SABER ESTO PORQUE QUIERO QUE MI HIJO VUELVA. QUIERO A BEN, Y SI NO ME QUIEREN AQUÍ VAN A TENER QUE ARRESTARME, JODER.

La recepcionista no era de esas que se dejan amilanar. Me habló con una voz que parecía reforzada con acero.

—Si tiene la amabilidad de tomar asiento, volveré a llamar a la sala de investigaciones. Pero si continúa montando una escena, tendré que pedirles a mis compañeros que la acompañen fuera del edificio.

Desde donde estaba, junto a su mesa, vi su bolso metido en un rincón. Había un periódico doblado dentro y me di cuenta de que incluso allí, en ese ambiente, seguramente se me estaba aplicando el filtro que imponía lo que escribían sobre mí, que la recepcionista estaba viendo delante de sus propios ojos a la Rachel Jenner de la rueda de prensa.

John estaba a mi lado y tiró de mí para que me alejara de la recepción y volviera al sofá. Desde allí me quedé mirando a la poca gente que iba y venía por el vestíbulo con una mirada tan vacía que algunos se volvían para mirarme.

En pocos minutos apareció un hombre que se acercó hasta donde estábamos.

—Soy el inspector Bennett —se presentó, tendiéndole la mano primero a John y después a mí. Su apretón de manos fue dolorosamente fuerte. No lo reconocí—. ¿Es esto lo que quiere enseñarnos?

John se levantó y le dio el cuaderno. La enorme mano del inspector Bennett hizo que de repente pareciera diminuto. Tenía un cuello que formaba michelines sobre la camisa, unos ojos pequeños y muy separados y la brillante calva de su coronilla relucía bajo las luces del techo.

—Bien —comentó—. ¿Quieren explicarme lo que les preocupa?

Le señalé las páginas que no dejaban de darme vueltas en la cabeza y él las examinó con la frente arrugada.

—Ya veo —contestó—. Es un artista su hijo, ¿eh?

—¿Se lo va a enseñar al inspector Clemo o la inspectora jefe Fraser?

—Claro. Se lo enseñaré ahora mismo.

—¿Nos quedamos por si tienen alguna pregunta?

—La verdad es que lo mejor para ustedes en este momento en que vuelvan a sus casas. Ya sabemos dónde encontrarles y nos pondremos en contacto con ustedes si tenemos alguna pregunta o información, se lo prometo. Y si hay algo más que les preocupe, llámennos y enviaremos a alguien a su casa a hablar con ustedes, no es necesario que vengan hasta aquí.

—He intentando hablar con la inspectora Zhang —expliqué.

—Ah, es que está en una reunión ahora mismo.

—Queríamos traerles la información lo antes posible.

—Y se lo agradecemos, señora Jenner, y le aseguro que vamos a analizar esto inmediatamente. Le voy a entregar el cuaderno personalmente a la inspectora jefe Fraser en cuanto suba.

—Gracias —dijo John.

Bennett se metió el cuaderno bajo el brazo.

—Será mejor que ambos se vayan a casa y descansen un poco. Cuanto más descansen, en mejores condiciones estarán para soportar la situación. Gracias por traernos esto.

Volvió a tendernos la mano a los dos y después desapareció por unas puertas dobles que solo se movieron con un leve vaivén a su paso.

A pesar de lo educado que había sido y el interés que había puesto en mirar el cuaderno, sentí una impotencia tan abrumadora que todo mi cuerpo se puso a temblar. John me miró con cara de espanto, aterrorizado ante la posibilidad de otra escena que no tenía recursos para manejar, y fue la recepcionista quien vino a mi rescate. Salió de detrás de la mesa y se acercó, se sentó a mi lado en el sofá y me abrazó. Olía a perfume y a laca y tenía manchas de la edad en el dorso de las manos.

—Lo sé —repetía una y otra vez—. Lo sé.

Y ese acto de amabilidad me sorprendió y me afectó, poniéndome todavía peor. Poco a poco me fui calmando hasta que por fin estuve en condiciones de que John me llevara a casa.

Encuéntrame
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
notautora.xhtml
citas.xhtml
prologo.xhtml
Rachel_01.xhtml
Jim_01.xhtml
informe.xhtml
dia_1.xhtml
Rachel_02.xhtml
Jim_02.xhtml
dia_2.xhtml
Rachel_03.xhtml
Jim_03.xhtml
Rachel_04.xhtml
Jim_04.xhtml
Rachel_05.xhtml
Jim_05.xhtml
pag_web_01.xhtml
Rachel_06.xhtml
Jim_06.xhtml
dia_3.xhtml
pag_web_02.xhtml
Rachel_07.xhtml
Jim_07.xhtml
Rachel_08.xhtml
Jim_08.xhtml
Rachel_09.xhtml
Jim_09.xhtml
dia_4.xhtml
email_01.xhtml
titulares.xhtml
Rachel_10.xhtml
pag_web_03.xhtml
Jim_10.xhtml
Rachel_11.xhtml
Jim_11.xhtml
Rachel_12.xhtml
Jim_12.xhtml
Rachel_13.xhtml
Jim_13.xhtml
Rachel_14.xhtml
Jim_14.xhtml
dia_5.xhtml
pag_web_04.xhtml
Rachel_15.xhtml
Jim_15.xhtml
Rachel_16.xhtml
Jim_16.xhtml
Rachel_17.xhtml
Jim_17.xhtml
dia_6.xhtml
pag_web_05.xhtml
Rachel_18.xhtml
Jim_18.xhtml
Rachel_19.xhtml
Jim_19.xhtml
Rachel_20.xhtml
Jim_20.xhtml
Rachel_21.xhtml
Jim_21.xhtml
dia_7.xhtml
pag_web_06.xhtml
Rachel_22.xhtml
Jim_22.xhtml
Rachel_23.xhtml
Jim_23.xhtml
Rachel_24.xhtml
Jim_24.xhtml
Rachel_25.xhtml
Jim_25.xhtml
Rachel_26.xhtml
Jim_26.xhtml
dia_8.xhtml
email_02.xhtml
Rachel_27.xhtml
Jim_27.xhtml
Rachel_28.xhtml
Jim_28.xhtml
Rachel_29.xhtml
Jim_29.xhtml
Rachel_30.xhtml
Jim_30.xhtml
dia_9.xhtml
Rachel_31.xhtml
Jim_31.xhtml
Rachel_32.xhtml
Jim_32.xhtml
Rachel_33.xhtml
Jim_33.xhtml
Rachel_34.xhtml
trancrip_01.xhtml
Jim_34.xhtml
Rachel_35.xhtml
transcrip_02.xhtml
Jim_35.xhtml
registro_pruebas.xhtml
pag_web_07.xhtml
Rachel_36.xhtml
Jim_36.xhtml
Rachel_37.xhtml
epilogo.xhtml
pag_web_08.xhtml
Rachel_38.xhtml
Jim_37.xhtml
Rachel_39.xhtml
gracias.xhtml
biblio.xhtml