Jim
Cuando Emma salió para responder a la llamada de Rachel Jenner, el resto del equipo se puso a hablar en voz baja. La lata de las galletas estaba vacía. Había bebidas energéticas por toda la mesa y la gente se frotaba los ojos cansados. Bennett intentó ocultar un bostezo monstruoso con los papeles del caso. Todos estábamos luchando contra unos niveles de energía en franco retroceso e intentando no desanimarnos por la falta de progresos.
Fraser resumió:
—Aquí tenemos dos caminos, un enfoque con dos líneas de pensamiento: la familia o alguien ajeno a la familia. Tenedlo todos en cuenta según vaya avanzando el caso. Los modus operandi son muy diferentes en cada caso.
La interrumpió el regreso de Emma.
—Era la hermana —explicó—. Están asustadas. Alguien ha hecho un grafiti agresivo detrás de la casa.
Fraser se contuvo para no soltar un improperio.
—Eso es justo lo que no necesitamos —dijo cuando consiguió mantener su vocabulario bajo control—. ¿Qué tal está la madre?
—Aparentemente está muy afectada —explicó Emma—. Como es lógico. Y asustada.
Fraser suspiró.
—Tenemos que responder ante eso. El único problema es que si establecemos vigilancia en la casa, tenemos que poner hombres delante y detrás.
El comisario Martyn negó con la cabeza.
—No disponemos de presupuesto para eso en este momento. Si le ponemos protección, ¿cómo se la quitamos luego? ¿Y si el niño no aparece? La amenaza tiene que ser mayor para que esté justificado.
Fraser hizo otra sugerencia.
—Le pediré a las patrullas de agentes que hagan rondas por allí por las noches y que echen un vistazo también al callejón de atrás cuando vayan. Contribuirá a dar la sensación de que al menos hacemos algo. La familia necesita saber que les estamos apoyando.
—¿Han pedido protección? —insistió Martyn.
—No —respondió Fraser—. Pero creo que merece la pena adelantarse en estos temas. Si nos lo tomamos en serio ahora, podemos evitar que lleguen a una situación de pánico.
Martyn lo aprobó con un asentimiento. La solución de Fraser era correcta y no costaba dinero. En ese momento me pregunté si las hojas de cálculo con el presupuesto del departamento estarían en todo momento presentes en la mente del comisario como si las tuviera justo delante.
—¿Te ha dicho qué decía el grafiti? —preguntó Fraser.
—Dice: «Mala madre» —contestó Emma.
—Dios —exclamó Fraser.
—No me sorprende —comentó Emma.
Fraser levantó al cabeza como un resorte.
—¿Qué quieres decir con eso?
Emma se sonrojó de forma evidente.
—Perdón, solo me refería a que no me sorprende por todas las reacciones violentas que ha habido contra ella. Eso es todo, jefa. No tenía intención de insinuar nada.
—Bien —aceptó Fraser—. Me alegra oírlo.
Le lanzó una mirada de evaluación a Emma antes de continuar y vi que los labios gruesos de Bennett formaban una sonrisilla burlona; me habría gustado estrangularle por ello.
—Eso me lleva al siguiente punto, porque creo que lo más sensato sería informar a la familia personalmente de esto también.
Lo que dijo a continuación fue una gran decepción para todos. Los forenses habían informado de que no habían encontrado nada que pudiera resultar de interés en la ropa de Ben que se encontró en el bosque. Fraser creía que era necesario que alguien se lo comunicara a la familia en persona. Miró su reloj una vez más y envió a Emma a casa de Rachel Jenner.
—Mejor que salgas cuanto antes, antes de que se haga demasiado tarde. No es bueno para sus nervios que alguien llame a su puerta a una hora intempestiva. Puedes echarle un vistazo al grafiti cuando estés allí. Jim te tendrá informada de cualquier otra cosa que surja esta noche.
Asentí con los ojos fijos en mi cuaderno.
—Y Emma… —añadió Fraser.
—¿Sí, jefa?
—Sigue trabajando así de bien. Tu papel es observar, pero también apoyar a la familia, así que recuerda que debes tener cuidado con lo que dices.
—Lo tendré, jefa. Lo siento mucho. No quería…
—Lo entiendo —interrumpió Fraser—. Vamos, vete ya.
Cuando salió, me fijé en que Emma todavía tenía las mejillas enrojecidas.
No tratamos nada importante después de que Emma se fuera. Hablamos de volver a hablar con los padres, pero decidimos posponerlo un día más. A pesar de todo, Fraser seguía dándole vueltas al tema de Edward Fount. Quería más comprobaciones de su pasado y le dio órdenes a nuestro equipo de inspectores: les encargó la tarea de hablar con cualquiera que pudieran encontrar que tuviera relación con Fount.
Cuando todo estuvo asignado, Martyn se irguió en su asiento y dio un breve discurso sobre el trabajo en equipo y la dedicación, lo importante que era el caso y que todos los ojos de la nación estaban puestos en nosotros. Después se puso la gorra y se fue para asistir a esa recepción para la flor y nata en el Marriott.
Los miembros del equipo fueron saliendo de la sala uno por uno, recogiendo papeles cansinamente, algunos cruzando solo unos cuantos metros hasta sus mesas con la intención de trabajar hasta bien entrada la madrugada. Estábamos en ese punto en el que el caso se apodera de ti: es agotador, pero es adictivo y nunca tienes suficiente. Los nervios están a flor de piel y te alimentas básicamente de adrenalina y cafeína. Es difícil hacer nada normal porque siempre tienes el caso en la cabeza. Es como una droga.
Fraser y yo fuimos los últimos en salir. Ella parecía cansada y pensativa.
—¿Está bien, jefa? —pregunté.
—Sí, bien —respondió—. Vete a casa, Jim. Duerme un poco.