Jim

A Nicky Forbes le molestó mi proximidad. Se revolvió en su asiento y metió las piernas debajo de la mesa, lejos de las mías. Su lenguaje corporal era puro rechazo, pero a mí eso me daba igual. Había aprendido a ser paciente.

Woodley se sentó frente a ella manteniendo algo más de distancia, con la postura relajada. Muy bien, pensé, me había escuchado.

Habíamos planeado utilizar la técnica Reid en el interrogatorio. No es muy agradable, pero sí eficaz. Es una técnica muy conocida que utiliza la premisa del poli bueno y el poli malo, así que Woodley tenía que cumplir con su papel. Además de ser mi contrapunto, iba a ser mis ojos. Estaría atento en busca de señales de lenguaje corporal que la delataran.

Nicky Forbes cruzó los brazos sobre el pecho.

—¿Ha terminado? —pregunté.

Hizo un leve gesto, una sacudida de la cabeza alejándola de la mano que sostenía el cigarrillo justo delante de su boca, el humo formando espirales entre los dos.

—Así es como yo lo veo —empecé. Mi tono era amable, pero tenaz. Quería que escuchara cada palabra de lo que le iba a decir—. Creo que lo que tuvo que pasar cuando era pequeña es terrible. Creo que cuando perdió a su hermano, cuando perdió a Charlie, sufrió un daño del que nunca se ha llegado a recuperar. ¿Verdad? Después tuvo que criar a Rachel y ella fue muy desagradecida, ¿no? Nunca supo cuánto había tenido que sufrir, ni pensó en lo duro que era para usted mantener en secreto lo de sus padres y lo de Charlie.

Le dio una calada profunda al cigarrillo, con los ojos fijos en los míos. Continué.

—Así que cuando Rachel tuvo a Ben, para usted fue muy difícil, ¿no fue así? Usted tenía cuatro hijas, pero no es lo mismo que tener un hijo, ¿verdad? Ella no sabía la suerte que tenía, porque para usted tener un hijo habría sido como tener de vuelta a Charlie.

»Así que no tuvo elección. Creo que pensó que Rachel era mala para Ben. Se dijo que no podía cuidar de él tan bien como usted. Después de todo estaba divorciada y les guardaba rencor a su marido y a su nueva mujer. Eso no es un hogar feliz. Y Ben lo había pasado mal el último año; lo sabemos por su profesora. Eso debió de dolerle mucho. De hecho, creo que incluso le costó soportarlo.

Sacudió la cabeza breve y bruscamente y después aplastó el cigarrillo en el cenicero y cruzó de nuevo los brazos.

—Cuatro hijos es mucho, y además todas niñas. ¿Deseaba tener un hijo varón, Nicky? ¿Por eso quería intentar tener otro hijo este año? Me lo ha contado su marido. ¿Y todo para reemplazar a Charlie?

Los ojos empezaron a llenársele de lágrimas, pero no movió ni un músculo. Yo no me detuve. No hay que hacerlo, porque entonces les das una oportunidad de negar las cosas, y solo expresar esa negación les hace más fuertes. Tienes que seguir con tu historia e implicarles en ella hasta que ellos la terminen por ti y te den el final que estabas esperando.

Acerqué la silla todavía un poco más. Agachó la cabeza. Me incliné para acercarme, apoyé los codos en las rodillas y la miré.

—¿Sabe? Creo que al final fue demasiado para usted. Que Rachel tuviera a Ben. Sabía que usted podría hacerlo mejor que ella y quería un hijo propio.

Se estremeció.

—Sé como es tener esa necesidad de proteger —seguí—. Entiendo por qué lo hizo. Había dejado a su propia familia; no los quería. Lo quería a él. Y lo quería por las razones correctas. Era un instinto maternal, uno auténtico ¿no es así? Sabía que podía hacerlo mejor que su hermana.

Se tapó la cara con las manos y dejó escapar un gemido.

Me pregunté si se iba a rendir antes de lo que esperaba.

Ya casi podía olerlo.

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