Jim

Fraser y yo tuvimos un encuentro antes de la reunión con el resto del equipo que habíamos programado para el final de la tarde. Entré en su despacho y me senté; ella no apartó la mirada de la pantalla del ordenador.

—Woodley va a sacar a nuestro amigo Edward Fount de su mundo de fantasía y lo va a traer aquí mañana por la mañana —comenzó—. Y Christopher Fellowes, el psicólogo forense, me ha enviado un perfil para el supuesto de que estemos ante un secuestro perpetrado por alguien ajeno a la familia. No te sorprenderá oír que es una descripción casi perfecta del señor Fount.

—Sigo pensando que no es nuestro hombre.

Se quitó las gafas de leer para estudiarme.

—Lo sé, entiendo tu punto de vista, pero no podemos descartarle por una corazonada. Esto no es un episodio de Colombo.

A pesar de todo, esa mención me arrancó una sonrisa. Colombo era mi serie favorita cuando era pequeño.

Fraser continuó:

—Repasemos el resto de posibilidades que tenemos sobre la mesa… ¿Rachel Jenner?

—Chris me ha enviado sus opiniones sobre ella.

—Veo que ha estado ocupado hoy nuestro Chris, lo que me parece bien porque nos está costando un ojo de la cara. Debería haberme puesto en copia en ese mensaje. ¿Puedo verlo?

Abrí el email en mi portátil e hice una breve mueca de dolor al pensar en lo que decía el primer párrafo.

Email

De: Christopher Fellowes <cjfellowes@gmail.com>

Para: James Clemo <clemoj@aspol.co.uk>

24 de octubre de 2012 a las 15:13

Asunto: Rachel Jenner

Jim:

Gracias por tu correo. Me alegro de tener noticias tuyas.

He visto la grabación de la rueda de prensa. ¿Estaría muy mal por mi parte decir: MENUDA METEDURA DE PATA COLOSAL? Algún cuello debería peligrar por eso, aunque espero que no sea el tuyo. Le habíamos preparado un buen guión. Qué pérdida de tiempo.

Querías saber mis consideraciones sobre Rachel Jenner en su calidad de sospechosa potencial. Como todavía no sabemos si es un secuestro o un asesinato, creo que la forma de analizar el tema en este punto es tener en mente que se trataría de dos delitos diferentes que obedecen a motivaciones distintas y por lo tanto estamos ante dos perfiles diferenciados. A continuación te los detallo:

Secuestro familiar

Desde mi punto de vista, en este caso hay una posibilidad muy pequeña de que estemos ante un secuestro de este tipo, porque en la gran mayoría de los secuestros familiares perpetrados por la madre, esta se lleva al niño y no se separa de él; después normalmente los dos juntos se van a algún lugar donde creen que el padre no podrá encontrarlos y hacerles daño. Pero tal vez podría darse el caso de que otros familiares la hayan ayudado a esconder al niño para alejarlo del padre. El secuestro familiar por parte de un progenitor siempre se produce tras un divorcio en el que se disputan los términos de la custodia.

Nota: No estoy excluyendo la posibilidad de que otro familiar (al margen de los progenitores, quiero decir) pueda haberse llevado a Benedict por motivos personales que no tengan ninguna relación con los que he detallado antes. Esa sería una situación totalmente diferente.

Filicidio

Esto es mucho más complicado. Normalmente existen diferentes motivos, y no todos se pueden aplicar a este caso. Los dos más probables en el caso de la desaparición de Benedict Finch, en mi opinión, son los siguientes:

Filicidio accidental/Paliza – normalmente un acto impulsivo que se caracteriza por un arrebato de rabia; a menudo se da en contextos de estrés psicosocial y falta de apoyo. ¿Perdió los estribos en el bosque? ¿O tal vez antes de salir de casa y después escondió el cuerpo en algún lugar por el camino?

Filicidio por enfermedad mental – otro caso complejo. A estas mujeres el filicidio les parece un acto racional; las víctimas suelen ser niños algo más mayores. Un gran porcentaje de estas mujeres ya han pasado por los servicios sociales o los centros de salud mental y tienen diagnósticos previos que suelen incluir melancolía, depresión maníaca, esquizofrenia y diferentes desórdenes de la personalidad.

En este caso también podríamos considerar el síndrome de Munchausen; si sufre este síndrome, es seguro que los servicios médicos conocerían a la familia con anterioridad, aunque quizá en este caso sea poco probable dado que el padre es médico.

Creo que hace falta mencionar dos categorías más:

Asesinato por compasión – un asesinato cometido por amor, normalmente para evitarle al hijo el sufrimiento provocado por una enfermedad o tal vez por la pérdida potencial de una madre, si ella está contemplando la posibilidad del suicidio. No es raro en estos casos que uno de los progenitores, o incluso ambos, se quiten la vida también en el mismo momento del asesinato del hijo.

Filicidio por venganza contra el cónyuge – la muerte del niño se produce en «venganza» por algo, a menudo una infidelidad. El objetivo es que el otro cónyuge «se la pague».

No olvides que esto solo son ideas preliminares, pero deberían servirte para ir empezando. Yo revisaría la documentación para saber si hay disputas sobre la custodia, problemas psicológicos o psiquiátricos previos, contactos con los servicios sociales en el pasado, una predisposición al suicidio por parte de la madre o impulsos de venganza contra su marido (¿la engañó?) y estudiaría a fondo su red de apoyo. Aunque seguro que ya habéis hecho, si no todas, la mayoría de esas comprobaciones.

Tendría que ir y conocer en persona a Rachel Jenner si quieres una imagen psicológica detallada de ella. Basándome en lo que he visto en la rueda de prensa, sin duda es propensa a los arrebatos de furia incontrolables y tiene una potencial pulsión de venganza (lo digo por sus amenazas al secuestrador de Ben).

Por supuesto nada de esto descarta la posibilidad de que quien haya cometido el crimen (sea un secuestro o un asesinato) sea alguien ajeno a la familia. Ya he hablado de eso con la inspectora jefe Fraser. Ahora mismo estoy escribiendo un informe con mis conclusiones a ese respecto. Se lo enviaré directamente a la inspectora jefe Fraser y te pondré en copia.

Si necesitas que te aclare algo, no dudes en llamarme.

Saludos:

Chris

Doctor Christopher J. Fellowes

Profesor titular de Psicología

Universidad de Cambridge

Miembro del Jesus College

—Reenvíamelo, Jim, por favor —pidió después de leerlo—. Hay buenas ideas en ese correo. Lo voy a editar y se lo pasaré al resto del equipo. También deberíamos seguir su consejo e investigar a los demás miembros de la familia.

—La hermana me ha llamado la atención, pero al parecer ahí se acaba la familia. También hay una amiga cercana, Laura Saville. Emma la ha conocido en la casa.

—¿La habéis interrogado?

—Todavía no, pero está entre las prioridades. Por si eso fuera poco, el colegio ha enviado una lista larguísima de gente con la que Ben ha podido tener algún contacto.

—¿Y destaca alguien?

—He hablado personalmente con el director y la profesora de la clase de Ben. Estaban obviamente preocupados, pero querían ayudar. El director estaba un poco a la defensiva, diría yo; obviamente todo esto es un pesadilla para él, sobre todo teniendo en cuenta que solo lleva en este colegio desde principios de curso. Aportaron ese par de historias sobre Rachel Jenner que ya le he contado.

—¿Te refieres a lo del brazo roto del niño?

—Sí, y aunque no veo ninguna prueba de conducta sospechosa en ese caso, está claro que estaba deprimida. Eso es seguramente lo más relevante para nosotros en cuanto a ese tema.

—¿Y la profesora?

—Veintimuchos, diría yo, con muchas ganas de ayudar, tal vez no es la mejor que se pueda encontrar, pero parece perfectamente agradable. Se comportan como gente que se esfuerza por llevar la situación lo mejor posible.

—Comprensible.

—El único que nos ha hecho saltar alguna alarma ha sido el ayudante de la profesora.

—Tiene coartada, ¿no?

—Sí, la tiene. También el director y la profesora. Los tres nos las han proporcionado.

—¿Y qué es lo que te hace sospechar?

—Es que se mostró algo furtivo. A Woodley también se lo pareció.

—¿Quién le interrogó?

—Ahora mismo no lo recuerdo.

—¿A ellos les pareció algo raro también? ¿Te han dicho algo al respecto?

—No.

—¿Quieres interrogarle personalmente?

—No. Solo es una sensación, y no quiero asustar a todo el colegio a menos que tengamos una buena razón. El director envió una lista exhaustiva ayer por la noche de gente con la que Ben habría podido tener algún contacto y creo que deberíamos esperar y ver si sale algo de ahí. Hay por lo menos veinte personas en ella y llevará su tiempo hacer las comprobaciones y las preguntas, así que dejaremos al ayudante en paz hasta que veamos qué podemos sacar de esa lista.

—De acuerdo. No queremos empezar otra caza de brujas. Ya está todo bastante mal. Por cierto, ¿has visto el blog?

—¿Qué blog?

En ese momento miró su reloj.

—Tenemos que irnos ya. El equipo necesita instrucciones. Voy a hablar de ello en la reunión de todas formas.

Entramos en la sala de reuniones, que estaba llena de gente, y ocupamos nuestros asientos. En la cabecera de la mesa llamaba la atención la presencia del comisario Martyn.

—¿No le importa que me una a ustedes, verdad, inspectora jefe Fraser? —preguntó. Hablaba con una voz inusualmente baja.

Su presencia en la reunión era una indicación de lo importante que era el caso. Iba de uniforme. Tenía las mejillas rugosas, la nariz bulbosa y el pelo, que ya le raleaba, rizado, así que los cabellos parecían caramelo hilado. Me recordaba a algunos amigos de mi padre. Iba de camino a una recepción en el hotel Marriott, nos informó, así que no podía quedarse mucho tiempo.

Su presencia era intimidante, lo que provocó que la reunión adquiriera un tono formal y erradicó el ambiente de complicidad que Fraser solía fomentar. Ella fue quien rompió el hielo. Lo primero que hizo fue informarnos de que seguíamos recibiendo un gran número de llamadas en la línea habilitada para el caso y que estaba satisfecha por ello.

Fraser resumió a los presentes los progresos y les comentó a los demás nuestras ideas y lo que había enviado Chris Fellowes. Dividió el trabajo y asignó tareas. Se le dio prioridad a revisar a conciencia la lista que había llegado del colegio.

—Hablen con todos los que puedan —ordenó—. Tenemos que formarnos una imagen lo más clara posible de las redes que había alrededor de este niño.

Fraser preguntó si había alguna novedad y una inspectora con la cara alargada que se llamaba Kelly Dixon pidió la palabra. Nos dijo que había localizado al pedófilo: había estado en una convención de cómics en Glasgow el domingo por la tarde, a cargo de uno de los stands. No había estado cerca de Benedict Finch, obviamente, pero sí se había cruzado con un número incalculable de menores de dieciséis años a lo largo de la tarde, lo que era una flagrante violación de los términos de su condicional y como resultado había vuelto entre rejas.

—Vaya —exclamó Fraser—. Bueno, al menos eso es un resultado positivo.

El siguiente punto era el blog. Si las cosas se habían puesto feas para Rachel Jenner antes de ese momento, de repente nos dimos cuenta de que se iban a poner aún peor.

—Seguro que no se le ha escapado a nadie que la madre de nuestra víctima se comportó de una manera muy poco convencional en la rueda de prensa de ayer —comentó Fraser.

—Eso es poco decir —sentenció el comisario Martyn.

Fraser intentó contener su irritación.

—Ese comportamiento ha animado a alguien a abrir un blog bastante virulento que tiene en su agresivo punto de mira a Rachel Jenner. En él sugiere que ella es la responsable del secuestro de Ben o de algo peor. Woodley, ¿quiere explicárnoslo?

Woodley carraspeó. Cuando habló, tenía la boca seca. Los nervios.

—Normalmente un blog de este tipo no atrae demasiada atención —apuntó—, pero el autor ha puesto varios enlaces en Facebook, lo que ha llevado inevitablemente a que la gente lo comparta, lo mencione en Twitter y lo retuitee sin parar. Tiene miles de visitas.

Miró a Fraser, que le dijo:

—En nuestro idioma, por favor. Para las generaciones más veteranas.

—Se ha convertido en viral —fue su respuesta.

—Sigo sin entenderlo —respondió Fraser.

Vi que Emma sonreía discretamente. Todos sabíamos que Fraser entendía más de tecnología de lo que dejaba entrever, pero había otros en la sala que seguramente necesitaban más explicaciones.

—Todo el mundo lo está leyendo. Ya lo han visto miles de personas y puede llegar potencialmente a decenas de miles.

Fraser continuó.

—Bueno. Eso significa un posible problema para nosotros, porque puede agitar a la gente, y lo último que queremos es que se haga un juicio público en internet. No debemos olvidar que, a pesar de su reacción delante de la prensa, en este momento no tenemos pruebas que nos hagan sospechar que Rachel Jenner haya hecho nada. Aunque, si resulta acusada de algo en el futuro, ahí hay un potencial delito de obstrucción a la justicia.

—¿Podemos saber quién es el autor? —preguntó el comisario Martyn.

—No es fácil —respondió Woodley—. Es alguien que se hace llamar LazyDonkey, pero no tenemos forma de saber quién se oculta detrás de ese apodo.

—Por ahora lo estamos monitorizando, a ver si se calman las cosas —intervino Fraser—. Si dentro de veinticuatro horas sigue por el mismo camino, pondré a los abogados a estudiar el asunto. ¡Bien! ¿Alguien tiene algo más que añadir? —Miró a todos los presentes.

—Disculpe, jefa —interrumpió Emma. Le estaba vibrando el teléfono—. Es el número de la casa del Rachel Jenner.

—Hablando del rey de Roma —comentó el comisario Martyn. No dejaba de tocarse un bulto enrojecido que tenía en el cuello.

—¿Puedo cogerlo? —le preguntó Emma a Fraser.

Fraser asintió.

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