Rachel
Cuando volví dentro, Nicky me pasó el teléfono diciéndome que era John.
—Me han llamado de la residencia —dijo él—. Mi madre está preocupada porque no has llevado a Ben a visitarla hoy.
—Oh, Dios.
Me había olvidado de Ruth. Ben y yo íbamos regularmente una vez a la semana a verla a la residencia. Pasar tiempo con su nieto era una de las pocas cosas que ella esperaba con ilusión.
—¿Lo sabe? —pregunté.
—No. —Su voz sonaba tranquila—. Les he pedido que la mantengan alejada de los medios.
Sabía que sería fácil mantener a Ruth lejos de la televisión: no tenía televisor en su habitación y no le gustaban nada las zonas comunes de la residencia, así que se quedaba en su cuarto la mayor parte del tiempo. Pero le encantaba escuchar Radio 3, y me pregunté cómo habrían conseguido alejarla de la radio. Estaría desolada sin su música.
John iba un paso por delante de mí.
—Le han dicho que la radio está rota —explicó—, y Katrina ha ido a llevarle unos cedés y un reproductor. Eso la mantendrá entretenida un tiempo.
—Tendrías que ir a verla —sugerí.
—No puedo. —Lo dijo en voz tan baja que apenas pude oírle.
—Bueno, uno de los dos tiene que ir. No se lo tienes que decir.
Quería que fuera él. No quería tener que mirar a Ruth a los ojos y mentirle sobre Ben, pero si se lo contaba, le partiría el corazón.
—No. No me pidas que haga eso —contestó—. No puedo.
—¡John!
—Lo siento —se disculpó, y colgó.
Me quedé ahí parada con el teléfono en la mano, sin poder creérmelo.
—¿Y por qué piensa que yo puedo con esto mejor que él? —exclamé.
—Me parece que él no puede con esto en realidad —dijo Nicky.
—Nadie puede —respondí.
—Está al límite.
—Todos estamos al límite.
—No discutáis. —Laura intentó calmar los ánimos.
—No sé por qué todo el mundo está tan preocupado por John.
—Hay que pensar también en él —apuntó Nicky—. Tú no eres la única a la que le afecta esto.
—Oh, ¿también es muy duro para ti, con tu marido perfecto y tus hijas perfectas a salvo en tu casa perfecta?
Nicky dio un respingo.
—Eso no es justo.
Se levantó y salió de la habitación. Me había pasado.
—No se merecía eso —dijo Laura.
—Lo sé.
—Está intentando ayudar.
Lo sabía. Tenía que pedirle disculpas a Nicky, pero no era capaz. Volvió poco después con los ojos enrojecidos y la cara seria.
—Rachel, sé que esto es insoportable, pero estamos todos de tu lado, e incluso ahí afuera hay gente que también está de tu lado. Lo que escriben en internet no es todo malo. La gente está buscando a Ben. Gente que no conocemos.
—Se organizan gracias a internet —me contó Laura—. Utilizando las redes sociales.
—Y la policía se va a reunir con nosotras —continuó Nicky—. No te olvides de lo que dijo antes Zhang. Estamos trabajando con ellos para encontrar a Ben. Eso es lo mejor que podemos hacer.
Me cogió la mano y me la apretó un poco, pero yo solo podía pensar en la gente de ahí afuera que se escondía tras apodos cibernéticos, que escribía blogs anónimos o que se escudaba en la seguridad que le daban los números de su nómina pagada por los periódicos. Pensaba en cómo me había convertido en el blanco de una cacería desde el momento en que perdí el control en la rueda de prensa y me sentí acorralada. Igual que mi hijo.