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Las sirenas de Criptografía sonaban. Strathmore ignoraba cuánto tiempo duraba la ausencia de Susan. Estaba sentado solo en las sombras y el murmullo de Transltr le llamaba. Eres un superviviente… Eres un superviviente…
Sí, pensó. Soy un superviviente, pero sobrevivir no tiene nada que ver con el honor. Preferiría morir antes que vivir a la sombra de la deshonra.
Y la deshonra era lo que le esperaba. Había ocultado información al director. Había enviado un virus al ordenador más seguro de la nación. No cabía duda de que le colgarían. Sus intenciones habían sido patrióticas, pero nada había salido según sus planes. Se habían producido muertes y traiciones. Habría juicios, acusaciones, indignación pública. Había servido a su país con honor e integridad durante muchos años y no podía permitir que todo terminara así.
Soy un superviviente, pensó.
Eres un mentiroso, replicaron sus pensamientos.
Era verdad. Era un mentiroso. Había personas con las que no había sido sincero. Susan Fletcher era una de ellas. Le había ocultado muchas cosas, cosas de las que ahora estaba avergonzado. Durante años había sido su ilusión, su fantasía viviente. Soñaba con ella por las noches. La llamaba en sus sueños. No podía evitarlo. Era la mujer más brillante y hermosa que había conocido. Su esposa había intentado ser paciente, pero cuando por fin conoció a Susan, perdió la esperanza de inmediato. Bev Strathmore nunca culpó a su marido por lo que sentía. Intentó soportar el dolor durante todo el tiempo posible, pero en los últimos tiempos había alcanzado cotas excesivas. Le había dicho que su matrimonio iba a terminar. No podía pasar el resto de su vida a la sombra de otra mujer.
Poco a poco, las sirenas despertaron a Strathmore de su ensueño. Sus poderes analíticos buscaron una vía de escape. Su mente confirmó de mala gana lo que su corazón sospechaba ya. Sólo había una única escapatoria, una única solución.
Strathmore contempló el teclado y empezó a escribir. No se molestó en conectar el monitor para verlo. Sus dedos convocaron las palabras lenta y decididamente.
Queridos amigos, voy a quitarme la vida hoy…
Así, nadie especularía. No habría preguntas. No habría acusaciones. Comunicaría al mundo lo sucedido. Había muerto mucha gente, pero aún faltaba terminar con una vida.