40

Afuera de Nodo 3, Chartrukian parecía desesperado. Estaba intentando convencer a Hale de que Transltr tenía problemas. Susan pasó corriendo junto a ellos con un solo pensamiento en la mente: encontrar a Strathmore.

El joven agarró el brazo de Susan.

—¡Señorita Fletcher! ¡Tenemos un virus! ¡Estoy seguro! Ha de…

Ella se soltó y le miró con ferocidad.

—¿No le dijo el comandante que se fuera a casa?

—¡Pero el monitor de control registra dieciocho…!

—¡El comandante Strathmore le dijo que se marchara a casa!

—¡Que se joda Strathmore! —chilló Chartrukian, y las palabras resonaron en toda la cúpula.

Una voz profunda tronó desde arriba.

—¿Señor Chartrukian?

Los tres empleados de Criptografía se quedaron petrificados.

El comandante se hallaba ante la barandilla que había delante de su despacho.

Por un momento, sólo se oyó el zumbido irregular de los generadores de abajo. Susan intentó con desesperación llamar la atención de su jefe. ¡Comandante! ¡Hale es Dakota del Norte!

Pero Strathmore sólo prestaba atención al joven miembro de Sys-Sec. Bajó la escalera como una exhalación, sin apartar la vista de Chartrukian ni un solo momento. Atravesó la planta de Criptografía y se detuvo a quince centímetros del tembloroso técnico.

—¿Qué ha dicho?

—Señor —dijo con voz estrangulada Chartrukian—, Transltr tiene problemas.

—¿Comandante? —interrumpió Susan—. Si pudiera…

Strathmore la acalló con un ademán. Sus ojos no abandonaron al técnico.

—Tenemos un archivo infectado, señor —soltó Phil—. ¡Estoy seguro!

La tez de Strathmore enrojeció.

—Señor Chartrukian, ya hemos hablado de esto antes. ¡No hay ningún archivo que infecte Transltr!

—¡Sí que lo hay! —gritó el joven—. Y si llega al banco de datos principal…

—¿Dónde diablos está el archivo infectado? —rugió Strathmore—. ¡Enséñemelo!

Chartrukian vaciló.

—No puedo mostrárselo.

—¡Claro que no puede! ¡No existe!

—Comandante —dijo Susan—, debo…

Una vez más, Strathmore la silenció con un gesto airado.

Ella miró a Hale con nerviosismo. Parecía pagado de sí mismo e indiferente. Es lógico, pensó. A Hale no le preocupa un virus. Sabe muy bien lo que está pasando dentro de Transltr.

—El archivo infectado existe, señor —insistió Chartrukian—, pero Manopla no lo localizó.

—Si Manopla no lo localizó —estalló Strathmore—, ¿cómo sabe que existe?

Chartrukian adoptó de repente un aire más confiado.

—Cadenas de mutación, señor. Llevé a cabo un análisis completo y descubrí cadenas de mutación.

Susan comprendió ahora por qué el técnico estaba tan preocupado. Cadenas de mutación, pensó. Sabía que las cadenas de mutación eran secuencias de programación que corrompían los datos de maneras muy complejas. Eran muy comunes en virus informáticos, sobre todo en virus que alteraban bloques grandes de datos. Por supuesto, sabía por el correo electrónico de Tankado que las cadenas de mutación que Chartrukian había visto eran inofensivas, simples componentes de fortaleza digital.

El técnico continuó.

—Cuando vi por primera vez las cadenas, señor, pensé que los filtros de Manopla habían fallado, pero después llevé a cabo unos análisis y descubrí… —Hizo una pausa, inquieto de repente—. Descubrí que alguien se había saltado manualmente Manopla.

Lo dijo a toda prisa. El rostro de Strathmore se tiñó de un púrpura todavía más acusado. No cabía duda de a quién estaba acusando Chartrukian. La terminal de Strathmore era la única de Criptografía autorizada para saltarse los filtros de Manopla.

Cuando el comandante habló, su voz era como hielo.

—Señor Chartrukian, no es que sea de su incumbencia, pero yo me salté Manopla. —Estaba a punto de estallar—. Como ya le dije antes, estoy realizando un diagnóstico muy avanzado. Las cadenas de mutación que ha visto en Transltr son parte de dicho diagnóstico. Están ahí porque yo las puse. Manopla se negó a dejarme cargar el archivo, de modo que me salté sus filtros. —Entornó los ojos—. Bien, ¿desea algo más antes de marcharse?

Susan lo comprendió todo en un abrir y cerrar de ojos. Cuando Strathmore había descargado el algoritmo encriptado de fortaleza digital de Internet, e intentado pasarlo por Transltr, las cadenas de mutación habían topado con los filtros de Manopla. Desesperado por saber si fortaleza digital era vulnerable, el comandante decidió saltarse los filtros.

En circunstancias normales, saltarse Manopla era impensable. En esta situación, no obstante, no existía peligro en introducir fortaleza digital directamente en Transltr. El comandante sabía a la perfección qué era el archivo y de dónde procedía.

—Con el debido respeto, señor —insistió Chartrukian—, nunca he oído hablar de un diagnóstico que utilice cadenas…

—Comandante —interrumpió Susan, incapaz de esperar un momento más—. Necesito…

Esta vez, sus palabras fueron interrumpidas por el timbre agudo del móvil de Strathmore. El comandante levantó el receptor.

—¡Qué pasa! —contestó. Después calló y escuchó.

Susan se olvidó de Hale al instante. Rezó para que la persona que llamaba fuera David. Dime que está bien, pensó. ¡Dime que ha encontrado el anillo! Pero Strathmore la miró y frunció el ceño. No era David.

Susan sintió que se quedaba sin respiración. Sólo deseaba saber que el hombre al que amaba se encontraba a salvo. Sabía que Strathmore estaba impaciente por otros motivos. Si David tardaba mucho más, tendría que enviar refuerzos, agentes de la NSA. Era una jugada que esperaba evitar.

—Comandante —apremió Chartrukian—, creo que deberíamos verificar…

—Un momento —dijo Strathmore a su interlocutor telefónico. Cubrió el micrófono y dirigió una feroz mirada al joven técnico de Sys-Sec—. Señor Chartrukian —gruñó—, esta discusión ha terminado. Márchese de Criptografía. Ya. Es una orden.

Chartrukian se quedó estupefacto.

—Pero, señor, las cadenas de mut…

—¡Ya! —vociferó Strathmore.

Chartrukian se quedó sin habla un momento. Después se encaminó como una tromba al laboratorio de Sys-Sec.

Strathmore se volvió y miró a Hale con perplejidad. Susan comprendió el desconcierto del comandante. Hale había estado demasiado callado. Sabía muy bien que no existían diagnósticos que utilizaran cadenas de mutación, y mucho menos uno capaz de mantener ocupado a Transltr durante dieciocho horas. Y no obstante, no había dicho ni una palabra. Aparentó indiferencia durante toda la discusión. Strathmore se estaba preguntando por qué. Susan sabía la respuesta.

—Comandante —insistió—, si me permite hablar…

—Dentro de un momento —la interrumpió su jefe, sin dejar de mirar a Hale—. Necesito atender esta llamada.

Se volvió y se dirigió a su despacho.

Susan abrió la boca, pero las palabras murieron en la punta de su lengua. ¡Hale es Dakota del Norte! Permaneció rígida, incapaz de respirar. Notó que Hale la estaba mirando. Ella se volvió. El se apartó e hizo un gesto elegante con el brazo en dirección de la puerta de Nodo 3.

—Después de ti, Sue.

La fortaleza digital
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