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Tokugen Numataka estaba tendido desnudo sobre la cama de masajes de su oficina del ático. Su masajista personal trabajaba en los pliegues de su cuello. Hundió las palmas en las bolsas carnosas que rodeaban los omóplatos, bajando con parsimonia hacia la toalla que cubría sus nalgas. Las manos de la masajista se deslizaron más abajo…, por debajo de la toalla. Numataka apenas se dio cuenta. Su mente estaba en otra parte. Estaba esperando que su teléfono sonara. Hasta el momento no lo había hecho.
Alguien llamó a la puerta.
—Entre —gruñó Numataka.
La masajista sacó al instante las manos de debajo de la toalla.
La operadora de la centralita entró e hizo una reverencia.
—Honorable presidente.
—Hable.
La mujer hizo una segunda reverencia.
—He hablado con la central telefónica. La llamada procedía del código de país 1: Estados Unidos.
Numataka asintió. Una buena noticia. La llamada se efectuó desde Estados Unidos. Sonrió. Era auténtica.
—¿De qué lugar de Estados Unidos? —preguntó.
—Están en ello, señor.
—Muy bien. Avíseme cuando sepa algo más.
La operadora inclinó la cabeza de nuevo y se fue.
Numataka sintió que sus músculos se relajaban. Código de país 1. Una muy buena noticia.