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Hale se detuvo a mitad de camino de la despensa y miró a Susan.
—¿Qué pasa, Sue? Tienes un aspecto fatal.
Ella reprimió su miedo creciente. A tres metros de distancia, el monitor de Hale brillaba.
—Estoy… estoy bien —logró articular, pero el corazón le latía desbocado.
El la miró con perplejidad.
—¿Quieres un poco de agua?
Susan no pudo contestar. Se maldijo. ¿Cómo he podido olvidarme de oscurecer el maldito monitor? Sabía que en cuanto Hale sospechara que había fisgoneado en su terminal, imaginaría que conocía su verdadera identidad, Dakota del Norte. Temía que Hale haría cualquier cosa para impedir que la información saliera de Nodo 3.
Se preguntó si debía correr hacia la puerta, pero no tuvo la oportunidad. Alguien estaba golpeando la pared de cristal. Tanto Hale como Susan dieron un bote. Era Chartrukian. Estaba golpeando de nuevo el cristal con sus puños sudorosos. Daba la impresión de que hubiera sido testigo del apocalipsis.
Hale miró con el ceño fruncido al enloquecido miembro de Sys-Sec y luego se volvió hacia Susan.
—Vuelvo enseguida. Bebe algo. Estás pálida.
Dio media vuelta y salió.
Susan se serenó y actuó con rapidez. Se plantó frente a la terminal de Hale y ajustó los controles de brillo. El monitor se oscureció.
Se volvió y contempló la conversación que tenía lugar en la planta de Criptografía. Al parecer, Chartrukian no se había ido a casa. El joven era presa del pánico, y estaba contando algo a Greg Hale. Susan sabía que no importaba. Hale ya sabía todo cuanto había que saber.
He de hablar con Strathmore, pensó. Y deprisa.