El viaje al bosque

Cruje la hoja caída del roble bajo los ferrados zapatones. Frutos de la humedad y de la dulce y tibia podre vegetal, los hongos son los hijos del dorado bosque del invierno. Surgen de la tierra y cabe las undosas raíces de los árboles, extraña germinación, muchas veces venenosa; pero algunos permiten gustar al hombre el zumo del bosque, encerrado en su fibra esponjosa; gustar el aroma y el frescor de la tierra. Quizá tanto como del sabor de las setas gustase yo de la fantasía linneana de sus nombres, trasudando latines. «Las flores latinas —escribía un poeta— son a la lengua común lo que las rosas a las clavellinas». Cuando, como ayer, encuentro el sombrero naranja y el amarillo pie de la amanita oronja, tanto me place decirle su nombre como un verso, como comerla cocida en tinto. Un poco más allá de la coloreada tribu de las amanitas, di con una familia de boletos negros y rodellones, con su oscura caperuza, rojiza en algún rodellón: envejeciendo, verdecen, y hay mucho enamorado de su carne prieta y exquisita: estos boletos tienen un hermano azulado y tan venenoso, que me dicen que por la Rioja le llaman «mataparientes». Pierre de Bourdeilles, señor de Brantôme, cuenta una historia galante que terminó en envenenamiento por boleto azulado, rotundo y dulce: la dama salió a la terraza a ver morir al caballero envenenado, y pues era noche clara de luna llena y la dama estaba ligera de ropa, mostraba el aire aquello que el padre maestro Feijoo, hablando de la hermosa Friné de los griegos, «escándalos de nieve» llamó. Por este mismo bosque anda la rusula verdosa, como una copa de menta, tan fina, la manteca del bosque, y anda también el cogomelo, de tan largo y feliz talle y tan especial para rellenos, y donde comienza el viejo pinar de Redondo, el agárico delicioso, que según el conde de Clermont-Tonnerre encierra en su pulpa «un gusto de resina clarificada y aromatizada por el aire del bosque». Es el hongo de los señores duques de Aquitania, en su torre destruida, que en el verso de Nerval ven florecer, en su laúd, el sol negro de la melancolía. ¡Aquitania, que en la geografía maravillosa de las peregrinaciones compostelanas se traduce por una palabra eufónica y misteriosa: Mormaltar! El bosque de las Landas, tendido entre Burdeos y Bayona, «como una gran lira posada al borde del Océano», que diría el señor de Chateaubriand, para que el poderoso y salobre viento atlántico muera en él, haciendo vibrar como felices cuerdas los pinos rumorosos, regala, como una dulce flor, los breves agáricos.

Mi primer encuentro con la varia y multicolor familia de los hongos fue una lámina de un Pequeño Larousse Ilustrado, que de corrido me la aprendí, y la tenía como un jardín en la memoria: tanto como flores yo veía en ellos los gnomos del bosque. Con ella en la mano anduve por el bosque, y por ella guiado comí los primeros hongos y me aficioné, y aun puse en verso la dorada trompeta del cantarelo —«¡Canta, dulce raíz del roble, por esa boca de oro, la dulce tierra del bosque, donde vives como un rey en su palacio!»—, y a la colmenilla, que ya el romano llamaba colmena suculenta, le decía: «¿A dónde van tus abejas de oro, ahora que todo lo que floreció en el bosque se prepara para las fiestas de las muerte?». A las abejas de la colmenilla invitaba yo a buscar mieles en las plumas del faisán, rojos, dorados, azules lirios. Pero ya en los bosques de mi país gallego no hay faisanes, y las plumas mordoradas no se ven volar, a través del bosque desnudo, como un trozo de feliz otoño resucitado. Recuerdo haber visto en Lisboa, en un escaparate de un restaurante, un faisán ya cocinado, vestido con todas sus plumas, descansando en no se qué rosada gelatina en labrada fuente de plata, rotundo y coloreado como un Braganza, y sobre él un letrero como un mote heráldico que en lengua gálica decía: «Faisán a lo Príncipe Eugenio». A lo príncipe Eugenio de Saboya; es decir, faisán a la caballería europea, y en verdad que en sus batallas el príncipe Eugenio, Prinz Eugen, der edle Ritter, el buen caballero de la canción, no iba más hermoso con todas las plumas de Francia, Saboya y el Sacro Imperio en su sombrero, que aquel faisán de la Colguida con el otoño de los blancos hayedos en las suyas. Comerse aquel faisán sería como comerse toda la caballería de la cristiandad occidental, desde don Carlomagno. ¡Quién osaría!

El bosque no muere del todo en el invierno. Hay hiedra roja abrazando los alisos, y verde hiedra ciñendo el grave cuerpo del roble. Un rayo de sol se ha roto contra el suelo: son las amanitas, las breves naranjas de oro. Los hongos son las multicolores copas en que el bosque vierte los divinos fermentos creadores, «el semen bullicioso de la Naturaleza», grato a Paracelso. Vuela una paloma torcaz en el primer verso de un soneto que digo a la mañana, un soneto demasiado á la page y gongorino. Lo de gongorino quizá sea necesario, que la mañana es un cristal, y lo propio de la poesía de Góngora es el estar construida con tantos cristales como palabras.

Viajes imaginarios y reales
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
prologo.xhtml
naturaleza.xhtml
volando.xhtml
lluvias.xhtml
contra.xhtml
vientos.xhtml
mayor.xhtml
mas.xhtml
interiores.xhtml
eclipse.xhtml
camino.xhtml
caminos.xhtml
flor.xhtml
encrucijada.xhtml
divagaciones.xhtml
citerea.xhtml
bosque.xhtml
ir.xhtml
andar.xhtml
barquero.xhtml
caminantes.xhtml
peregrinos.xhtml
milagros.xhtml
manier.xhtml
maria.xhtml
roque.xhtml
viudas.xhtml
romeria.xhtml
lonxe.xhtml
souto.xhtml
animas.xhtml
merlin.xhtml
animas2.xhtml
leonardo.xhtml
gerona.xhtml
arles.xhtml
seixido.xhtml
navegantes.xhtml
desconocido.xhtml
saussure.xhtml
montgolfier.xhtml
voladores.xhtml
castracani.xhtml
jinete.xhtml
reyes.xhtml
estrella.xhtml
escondidos.xhtml
barandan.xhtml
froilan.xhtml
ulises.xhtml
retorno.xhtml
honfleur.xhtml
alejandro.xhtml
abaris.xhtml
hercoleo.xhtml
malta.xhtml
andantes.xhtml
arenhim.xhtml
errante.xhtml
ashaverus.xhtml
holandes.xhtml
imaginarios.xhtml
mariazell.xhtml
froissart.xhtml
herodoto.xhtml
cerezas.xhtml
irlanda.xhtml
aire.xhtml
castillo.xhtml
paises.xhtml
perros.xhtml
tirnanoge.xhtml
horizonte.xhtml
anillos.xhtml
yss.xhtml
cielo.xhtml
antioquia.xhtml
hay.xhtml
complejo.xhtml
falsos.xhtml
senales.xhtml
utopia.xhtml
pequeno.xhtml
noticia.xhtml
villarreale.xhtml
rabelais.xhtml
rabelais2.xhtml
carmarthen.xhtml
armagh.xhtml
saladino.xhtml
ossian.xhtml
goethe.xhtml
siam.xhtml
chittor.xhtml
torre.xhtml
armenia.xhtml
jardin.xhtml
venecia.xhtml
secreto.xhtml
poeta.xhtml
verdugo.xhtml
napoles.xhtml
viola.xhtml
autor.xhtml