De Ashaverus errante
Cuando los burgueses de Viena del Delfinado hablaron extramuros de la ciudad con Ashaverus, el 17 de marzo de 1777, el errante iba hacia la otra Viena, la imperial. Un tal Bélier, que era pastelero, le preguntó si era cierto que por Semana Santa estaba siempre en Tierra Santa, y en Jerusalem el Viernes Santo a las tres en punto de la tarde. Ashaverus confesó que sí, pero que no podía esperar allí la Resurrección del Señor, que cuando Jesús resucitaba de entre los muertos, ya tenía él que estar pisando polvo, hacia Damasco o Trípoli, y que su obligación, la noche del Viernes, era andar alrededor del Santo Sepulcro, sin detenerse, aprisa, aprisa, con la prisa que él había deseado para el Señor en el camino del Calvario.
Eya velar, eya velar, eya velar,
vela aliama de los judíos
que non vos furten el Fijo de Dios,
eya velar!
Acaso esto cante, con los hebreos de Castiella, el errante alrededor, alrededor, alrededor…
Päar Largevist ha escrito recientemente un libro en el que cuenta la muerte del Judío Errante. Pero ya se sabe que se trata de una invención del autor de Barrabás, y que no es cierto que Ashaverus haya muerto. La última vez que fue visto, fue en Praga en septiembre de 1912. Lo ha contado el doctor Pascheck en La Lanterne d’Hermes, tomo II, pág. 116. Estaba en una callejuela, junto a una fuente, en la ciudad vieja, lavándose los pies. Una pobre viuda se acercó a él y viendo las destrozadas sandalias de aquel mendigo, le ofreció unos zapatos nuevos del difunto. Ashaverus los aceptó. La viuda le dijo que había un refugio para mendigos en las señoras canonesas de Santa Catalina, pero Ashaverus respondió que no lo necesitaba. Hablando, hablando, el mendigo le dijo a la viuda que había estado cinco veces en Praga, y una hacía seiscientos años, cuando la peste roja que vino de Polonia, y los ricos se metían en cubas llenas de vino y estaban en aquel refugio para librarse del mal, y los reitres del rey quemaban las casas de los pobres, con los apestados dentro. Y otra vez en 1624, el año del incendio, cuando en un barrio solamente se salvó la casa del humanista Clausula, porque había puesto un encanto en la puerta. Era el famoso Arse verse, de averie ignem, aparta el fuego, inscripción que los antiguos labraban en las puertas de sus casas contra incendios…
Quizá hoy esté en Betania o en Betfagé, disponiéndose a entrar en Sión. Tiene la barba muy blanca y corta, las orejas puntiagudas y muy abiertas, y está calvo. Hay quien sostiene que cojea un poco, mientras otros dicen que no, que tiene las piernas largas y bien formadas. Habla todas las lenguas. Duerme de pie, como dijo el canónigo Van Diij, que lo vio en Utrecht, y si está descansando un poco y de pronto suenan campanas, se echa a andar, de miedo que aquella voz anuncie que el Hijo de Dios ha vuelto a la Tierra. Aseguran algunos que se está quedando ciego y todo lo ve rojo. Y no es verdad que no pueda pasar la mar, porque ha sido visto más de una vez en Inglaterra. Una tarde en una taberna, con una túnica amarilla, sentado en un rincón, comiendo algo. Cuando se lo contaron a Lord Chesterfield, el amigo y protector de Johnson, dijo que no creía que fuese el Judío Errante, que sería un petardista irlandés. Pero, verdaderamente era Ashaverus, con los pies comidos por los caminos, inmensamente triste…